Bilbao- Si ser mujer ya conlleva más riesgo de sufrir algún episodio de violencia machista, cuando la mujer ejerce la prostitución esa circunstancia se acrecienta de manera abismal. En Bizkaia son alrededor de 900 las personas que se dedican a la calificada eufemísticamente como la profesión más antigua del mundo. Askabide, asociación que trabaja en la normalización e integración social del colectivo de personas que ejerce la prostitución en la CAV, denuncia que las prostitutas son a día de hoy más “vulnerables” que hace 30 años cuando iniciaron su labor en apoyo a este colectivo.

Entonces, desde la calle Cortes, en Bilbao La Vieja, centro neurálgico de esta práctica en la villa durante décadas, las mujeres estaban integradas en la realidad del barrio. “No tenían necesidad de mentir, estaban reconocidas. Ahora, en cambio, nadie quiere prostitución en sus calles, ni en su barrios. Gracias a aquellas mujeres en el barrio había negocios que funcionaban. Ahora, 30 años después, la prostitución se relaciona con lo peor”, destaca Marian Arias, presidenta de Askabide. Sin embargo, la prostitución sigue existiendo y de las 900 prostitutas, según datos de Askabide, que hay en el territorio vizcaino, un 60 o 70% trabaja en la capital vizcaina. Su situación lejos de mejorar, en opinión de Arias ha empeorado en lo que a desprotección se refiere. Una de las características que mejor define al colectivo de personas que ejercen la prostitución en Bizkaia es “su invisibilidad”. La imposibilidad de identificar a las prostitutas -más allá de los locales donde ejercen-, su ocultación por miedo al rechazo que sufren al ejercer una actividad socialmente repudiada, la situación de irregularidad administrativa, así como la elevada movilidad, crean problemas de asignación y reconocimiento de derechos. “Como es un tema muy complejo no se termina de abordar. Lo primero que hay que hacer es reconocer que existe un problema”, plantean desde Askabide.

En opinión de la asociación vizcaina, las ordenanzas municipales para regular la prostitución en las calles de Bilbao lo que han provocado es la retirada de un plumazo de esta práctica en las calles de ciudad. Sin embargo, la prostitución se sigue practicando. “Lo que se ha conseguido es aumentar la vulnerabilidad de estas personas frente a los clientes. Son más invisibles que lo que eran antes”, dice Arias. Solo una mínima parte de estas mujeres trabajan en club, la gran mayoría lo hacen en la calle y cada vez más ofrecen un servicio a domicilio. “Los contactos se realizan a través de algunas páginas web. El cliente elige y las mujeres acuden a la casa o el lugar en la que se encuentra la persona que solicita los servicios”, describe Arias. Esta forma de trabajar, en la mayoría de los casos individual, expone sobremanera a las personas que realizan esta práctica. “Si a los clientes les da por darles una paliza están totalmente perdidas”, lamenta Arias.

De víctima a delincuente La propia práctica de la prostitución es una actividad que transgrede las normas sociales y que provoca que socialmente “se las culpabilice y responsabilice de todos los problemas que padecen, incluso de las situaciones de violencia que sufren”, destacan desde Askabide. Denunciar una agresión por parte de un cliente se convierte en muchos casos en un problema mayor para estas mujeres, más cuando muchas de ellas se encuentran en una situación de irregularidad administrativa. “De ser víctimas pasan a ser delincuentes. La agresión queda en una falta leve. Muchas aguantan, silencian porque tienen miedo a que les devuelvan a sus países”, dice Marian. La asociación Askabide cree que ya va siendo hora de que, al igual que el resto de las mujeres cuenta con herramientas de protección ante cualquier tipo de violencia machista, las mujeres que ejercen la prostitución con más motivos también lo tengan. “Entendemos que no le llamen violencia de género, porque no existe un vínculo de pareja, pero ante una agresión tienen que tener a su disposición fórmulas de denuncia y elementos que las protejan”, dice Marian Arias.

Para Askabide, es un tema de vital importancia la “visibilidad y denunciar que las mujeres que ejercen la prostitución conforman un colectivo especialmente vulnerable a situaciones de violencia en todas sus dimensiones. En algunas cosas hemos mejorado, pero en esta, todo lo contrario”, apunta. “No pedimos que se cree una ley nueva, no, no va por ahí. Sabemos que es un colectivo muy vulnerable y que existen agresiones que quedan en eso, en agresiones. Eso no se puede permitir”, destaca.

telealarma En opinión de Askabide esta protección podría comenzar por dotar a estas mujeres de un sistema de telealarma que les sirviese, ante una situación peligrosa, para comunicarse con la Policía.

Askabide desarrolla proyectos que atienden al colectivo de mujeres que por muy diversas razones se ganan la vida ejerciendo la prostitución. Parte de la experiencia concreta del trato directo, “sin cuestionar lo que hacen”, y pretende dar una respuesta integral a todas las necesidades que presenta el colectivo. También fomentan proyectos de información, sensibilización y denuncia social de la situación en la que se encuentra.

A día de hoy, el grupo de personas que conforma el colectivo de mujeres que ejerce la prostitución en Bizkaia es muy heterogéneo en cuanto a género, edad, procedencia, formación... Más del 60% de los casos proceden de países latinoamericanos como Brasil, Colombia, República Dominicana y Paraguay, seguidas de países de la Unión Europea: Rumanía, Rusia y España. Las que llegan del continente africano tienen su origen en Guinea Ecuatorial, Nigeria y Marruecos. “Detrás de cada una de esas mujeres hay historias y dramas realmente duros. Es un mundo de mafías. Viajan durante años para encontrar una vida mejor con la que mantener a familia e hijos. ¿No merecen ser protegidas?”, plantea la pregunta la presidenta de Askabide.