Balmaseda- En los rebaños de Karrantza la oveja negra ocupa un lugar preferente, antítesis de la imagen de rebeldía que le adjudica la cultura popular. Por desgracia, la cifra de 800 ejemplares significa que sobre esta raza autóctona pesa el peligro de extinción. Con el fin de evitar que desaparezca y, con ella, toda una forma de vida que ha perdurado en los caseríos de generación en generación, Joseba Edesa y Laurita Siles han emprendido un proyecto de investigación que comienza con un documental cuyos protagonistas son pastores e hilanderas del valle y la fabricación de dos peculiares bicicletas que funcionan como rueca y cardador. Además, han puesto a la venta cincuenta txapelas elaboradas con lana de oveja cara negra.
Joseba y Laurita Siles pretenden “revalorizar el mundo del baserri y la lana desde la práctica artística”. Desde luego que tejen sobre ese pasado de una forma innovadora. Al ver un afilador de cuchillos supieron cómo “hacer funcionar una rueda de hilar y una cardadora sin energía eléctrica” acoplando a sendas bicicletas los mecanismos, que se accionan al pedalear.
Mediante este proceso “sostenible” han lanzado al mercado una serie limitada de cincuenta txapelas confeccionadas con lana de oveja carranzana cara negra que pueden adquirirse en el blog y el perfil de Facebook denominados Mutur Beltz -en señal de agradecimiento por colaborar en el documental los pastores participantes recibieron ayer una de recuerdo- y las bicicletas se expondrán en Bilbao Arte durante dos semanas.
“No sabemos a dónde nos conducirá esta iniciativa”, confesaron al estrenar el trabajo audiovisual en el Museo Boinas La Encartada, de Balmaseda. Artista plástica ella y profesor de Educación Física él, hace unos meses empezaron su recorrido para documentar la herencia pastoril del valle, impulsados por el padre de Joseba, “que también se dedicó al campo”.
Han recabado una docena de historias como la de Benjamín Múgica, que llegó a cuidar “300 ovejas”. “Podría decir que he dormido más noches en el monte que en mi propia casa”, calculó emocionado, al verse en el vídeo hablando de lo mucho que ha cambiado un sector “vital” para Karrantza. Ya los rebaños no se desplazan “en invierno a los pastos de Laredo y Colindres buscando evitar la nevadas y en verano a Ordunte y Zalama”. Lobos y buitres, que antes no acechaban a los animales en el monte “ahora bajan a las fincas donde cercamos a las ovejas para protegerlas”.
Por no hablar de la lana, hace años un bien preciado que partía rumbo a fábricas textiles catalanas o servía para tejer calcetines y bufandas que ayudaban a soportar las bajas temperaturas. “La sociedad ha evolucionado. Ya nadie quiere la lana, a menudo termina en el garbigune después de esquilar. Y tampoco se aprovecha la piel del cordero, que cuando yo era niño, se vendía por 200 pesetas de la época”, comparó José Antonio Edesa, padre del artífice del proyecto. Le da pena que por una mera cuestión de estética se haya dejado languidecer un producto de la comarca.