Bilbao - Vaya Semanita llegó a su vida cuando ya había decidido tirar la toalla. Años antes, había dejado un trabajo fijo, con un buen sueldo y una estabilidad familiar para apostar por lo que siempre había querido: ser actriz. Estaba casada y tenía un hijo. Había hecho algunas cosillas en el teatro y en el café-teatro, pero aquello de la farándula no daba para vivir y Maribel Salas se sentía cansada de ingeniárselas para llegar a fin de mes, para evitar que le cortaran una vez más el suministro eléctrico. “Esto no es vida”, pensó mientras paseaba en soledad por una playa de Málaga en unas vacaciones de verano. “Cuando volvamos a Barakaldo, me pongo a buscar trabajo”, decidió entonces. Precisamente, aquel mismo día una llamada telefónica le cambió la vida: Vaya Semanita había recibido el visto bueno de ETB y comenzaban a grabar los episodios en septiembre. ¡Otra vez en lo más alto de la montaña rusa que era su vida!

Desde ese día no se ha bajado de la cima. El programa de Euskal Telebista alcanzó cotas de audiencia históricas que le otorgaron una fama inimaginable en ese pasado lleno de sinsabores y estrecheces. Hoy triunfa en todo el Estado con el papel de la tía Bego en Allí abajo, la exitosa ficción de Antena 3.

Maribel Salas nació en Barakaldo hace 50 años. Allí creció, en el barrio de Rontegi; allí estudió junto a su compañero de fatigas juveniles, Luis Valderrama -les echaban continuamente de clase porque no paraban de reírse-; allí conoció al que luego sería su marido, Andoni, en el grupo parroquial de Remar... y allí descubrió que vivir sobre los escenarios era su pasión. “Vi el espectáculo Glups de Dagoll Dagom y me quedé enganchada e hipnotizada con esta profesión”. Y allí nació su hijo, Iker, la persona más especial de su vida. Sigue emocionándose cuando habla de él y cuando recuerda cómo disfruta de las conversaciones “de tú a tú” que mantienen ahora que ya tiene 18 años; “aunque a veces discutimos y me suele soltar: joe, ama, para ser una cómica, vaya mala hostia que tienes”, dice riendo a carcajadas.

¿Siempre quiso ser actriz?

-Desde siempre.

¿Cómo fueron sus primeros pasos sobre el escenario?

-Tenía 15 o 16 años cuando tuve la primera experiencia delante del público. Era superamateur. Estábamos en la parroquia de mi barrio preparándonos para la confirmación. Nos reuníamos en un local y allí montamos una ópera rock musical que se llamaba Gospel. Es que yo quería ser cantante y actriz. El caso es que nos fuimos de gira por toda España arropados por la parroquia. Ahí ya dije: esto es lo que quiero hacer y de lo que quiero vivir.

El caso es que usted, aunque no renunciaba a su sueño, cursó estudios de Informática.

-Estudié Informática para buscarme una salida en la vida. Luego comencé a trabajar en una buena empresa de equipos médicos y material fungible, pero mi vida era muy triste. Iba a trabajar por la mañana; paraba una hora para comer, salía del trabajo y lo único que quería era dormir para madrugar al día siguiente y rendir. Vamos, lo que es la vida de mucha gente. Pero es que yo nunca he soportado la monotonía. Aquella empresa para mí era el infierno. Y eso que las condiciones eran buenas, la gente estupenda? pero vivía con esa tristeza de que me faltaba algo.

Entonces lo dejó todo por la interpretación.

-Casi había olvidado mis inquietudes. Pensaba: bueno, la vida me ha llevado a ese punto y es lo que tenía que ser. Tenía veintitantos años cuando un día llegó a mis manos un folleto de una escuela de teatro de Getxo y se me abrió otra vez la inquietud. Hice las pruebas sin ninguna fe y me llamaron. Ahí empezó el caos. Aquello era toda la mañana en clase, talleres por la tarde?

Full time.

-Claro, y yo tenía que dejar mi trabajo. Digo que empezó el caos porque el resto de la gente me decía que estaba loca. En el trabajo, imagínate, se enfadaron conmigo y no entendían que yo lo dejara. Pero sabía que era lo que quería hacer. Fue un calvario hasta que me decidí; a partir de ahí, mi vida cambió totalmente, estaba feliz y vivía de otra manera.

Entró en la escuela de teatro y, según iban avanzando los cursos, se fue apuntando a castings, fue preparando actuaciones, improvisaciones... comenzó a ser cómica, a ser dramática... a ser actriz. Pero aquel sueño le exigía un alto precio a pagar. Hay dos momentos de esta entrevista en los que Maribel se emociona. Uno es hablando de su hijo; el otro es, precisamente, cuando recuerda los malos momentos y las estrecheces que pasó la familia.

¡Quién le iba a decir a usted cuando empezó en Getxo que llegaría hasta aquí!

-Santi Ugalde es con quien más trabajo, estamos en Trapu Zaharra y es mi marido en Allí abajo. Los dos hemos caminado juntos en esta historia, pero también es cierto que ambos tenemos una trayectoria y una edad. No llegas aquí de la noche a la mañana, no eres un fenómeno televisivo; hemos peleado y luchado mucho.

¿Con el éxito se olvidan los malos momentos?

-Recuerdo épocas muy duras en mi vida. Ser Iker muy pequeño y no tener para nada. ¡Me cortaban la luz cada dos por tres! Gracias a Dios, Andoni siempre me apoyó. Ahora estoy separada, pero es mi amigo del alma, mi hermano y mi compañero para siempre (espero que no le moleste esto a su novia). Pero es duro estar haciendo la comida al bebé y, de repente, no funcionar la cocina porque nos habían cortado la luz. Fue una época muy dura, pero muy muy dura. Hay que vivirlo. Siempre ingeniándotelas para llegar a fin de mes y comprar el pan. El éxito de hoy es el fruto de una decisión.

No quería hacerle llorar.

-Pero es bonito recordarlo. Es el trabajo de una vida.

¡Bendita ‘Vaya Semanita’!

-Pues, mira, Vaya Semanita vino en un momento en que yo estaba pensando que no podía seguir con esa incertidumbre de vida, con este caos; con meses sin saber de qué íbamos a vivir. Pensé: lo he intentado y no ha salido. Ya está. Cuando vuelva buscaré trabajo. Bueno, pues cuando volví me dijeron que habían llamado para que empezáramos con Vaya Semanita en septiembre.

Conocer a Óscar Terol sacudió la vida de Maribel Salas. El día que presentó la gala de la Unión de Actores junto al guipuzcoano se adentró sin saberlo en un universo de locos irreverentes con un concepto del humor que rompió todos los moldes establecidos. Óscar Terol, Gorka Otxoa, Alejandro Tejería, Nerea Garmendia, Santi Ugalde y Maribel Salas formaron una familia que a día de hoy sigue estando muy unida, aunque cada uno haya tomado caminos diferentes.

¿Cómo es eso de que llegó a ‘Vaya Semanita’ por casualidad?

-Es verdad. Estaba ensayando una función de teatro y habían llamado a una de mis compañeras para presentar la gala de la Unión de Actores. Ella estaba supernerviosa porque la dirigía Óscar Terol y le pedía mucha improvisación. Una semana antes de la gala me dijo que no podía y me pidió que lo hiciera yo. Lo cierto es que yo tenía experiencia en improvisar porque me había tocado pelear mucho con el café-teatro. Óscar me lo propuso y todo salió muy bien. Ahí le conocí.

Ese fue el inicio de una bonita amistad.

-(Ríe). Es que Óscar y yo conectamos desde el primer momento. Es importante en esta profesión conectar con gente que tiene la misma visión que tú de la interpretación. Esto fue lo que nos unió. Luego surgió el proyecto de Vaya Semanita y me llamó para hacer el piloto.

¿Qué pensó cuando vio el guión?

-Aquel piloto era una locura; en los guiones le daban caña al PNV? a todos los partidos... Yo nunca creí que aquello fuera a seguir para adelante. Era una mezcla de humor político con humor absurdo? Estaba Borja Cobeaga de director? Era algo muy grande, porque hicimos un equipo divertido. Nuestra sorpresa fue cuando aceptaron. Empezamos con una audiencia normal, aceptable, pero luego se disparó hasta cifras históricas.

Era irreverente; pero ese fue su gran secreto ¿no?

-El secreto fue ese y que era el momento justo para poder hacerlo. Imagínate hacerlo unos años antes. Con todo el dolor, con el conflicto vasco, no se podía hacer. Aquel era el momento de destensar un poco y estos guiones vinieron a decir vamos a encajar nuestra historia social y política y a aceptarla.

No sé si en España se entendió el humor de la misma manera.

-Hombre, había cosas que fuera de aquí no se entendieron. Pero lo cierto es que sirvió para que en Euskadi tuviéramos ese espacio de hacer comedia con nuestra vida.

¿Está de moda ser vasco?

-Está súper de moda.

Lo digo por la serie ‘Allí abajo’. Ahora todo el mundo dice agur.

-Bueno, pues no te digo nada oír a la gente del sur diciendo “kabenzotz” (ríe). Es muy gracioso mezclar dos mundos; aunque, claro, en la serie salen estereotipos muy exagerados, con topicazos? Hay gente que nos dice que no se sienten identificados con los personajes, pero es que hay que tener en cuenta que es humor y que estamos exagerando; lo mismo que no todos los andaluces son como Los Morancos cuando van a la playa con Omaíta. Lo que se quiere mostrar son los extremos y esa mezcla de los dos mundos que en realidad son muy distintos. La serie lo plasma de una manera exagerada, pero en la vida es verdad.

La tía Bego se ha hecho muy famosa.

-(Ríe). Santi (Ugalde) y yo hemos estado en Segovia hace poco con una función de teatro. Eso ha sido? Vamos los dos juntos, como el matrimonio de la serie, y la gente me dice: no le riñas tanto. Se sigue la serie con cariño porque se ve que les gusta.

Otro papel suyo que ha marcado es Nekane Amaya. ¿La comunidad gitana ha aceptado bien a Nekane?

-¡Ay, mi Nekane! No sabes la aceptación que tiene; ha caído en gracia. Nosotros solemos ensayar en el centro cívico de Otxarkoaga; un día, nos topamos con una familia que estaba cargando la furgoneta para ir al mercadillo y al verme... lo que fue aquello, empezaron a decirme que me fuera con ellos: Prima, que yo también soy vasco? (ríe). Nos hicimos fotos, muy cariñosos?

¿Hay algún personaje que le gustaría hacer?

-No un personaje concreto, pero sí me gustaría más hacer algún papel dramático. He hecho muy poco. Me han identificado siempre con la comedia y me encantaría ese cambio de registro. Solo he hecho una película, La Buena Nueva, de Helena Taberna, y lo agradecí. Hay gente que me llama cómica y yo no soy cómica, soy actriz.

¿Y algún director o directora con el que le gustaría trabajar?

-Estoy enamorada de los trabajos de cine de un director que me parece que les saca mucho partido a las mujeres, porque tiene muy claro el mundo femenino. Me encantaría trabajar con Benito Zambrano; siempre he disfrutado con sus películas y me llega mucho.

El último año ha sido intenso en la vida de Maribel. El rodaje de la serie Allí abajo se realiza en Sevilla, por lo que la actriz ha pasado muchos días en la capital hispalense. Reconoce que tampoco le ha supuesto “mucho esfuerzo” porque ha sido “un lujazo” estar allí con su alegría y su colorido. Maribel conoce bien el carácter andaluz. De hecho, sus padres son emigrantes de la malagueña Casares. “Somos vascos al cien por cien, pero con toda esa cultura del sur”.

¿Cómo recuerda el Barakaldo de su juventud?

-Creo que éramos más revolucionarios, enseguida nos asociábamos y peleábamos por conseguir mejores condiciones y tener nuestro hueco. Como jóvenes éramos muy combativos. Nos tocó vivir una época muy conflictiva por el tema de las drogas. Cayeron muchos chicos del barrio y, claro, nosotros vivíamos en la calle. Entonces había mucho menos individualismo y, eso que tanto echo de menos, teníamos ganas de hacer cosas, de juntarnos en grupo, de sentirnos miembros de algo para luchar juntos. Es que ahora hay mucho individualismo.

Me han dicho que es muy de la familia.

-Somos muy sicilianos. Mis padres son emigrantes de Málaga y los cuatro hemos nacido aquí (Barakaldo) con Málaga en el corazón. Somos vascos al cien por cien pero con toda esa cultura del sur que, como decía antes, es tan distinta a la nuestra. Es enriquecedor. Aunque te pudiera generar un conflicto siendo más pequeña; nunca hablé euskera y tenía ese complejo, como que era vasca?

... de segunda.

-Exacto. Con el tiempo te lo quitas, pero al principio tienes ese conflicto. Son dos mundos y a los dos los quieres, porque son míos.

¿Y ahora ha aprendido euskera?

-Pues, no lo he conseguido, y eso a pesar de que he ido a euskaltegis. Es mi espina y mi asignatura pendiente.

Usted es la reina del buen rollo. Un amigo suyo dice que es una persona que no crea anticuerpos.

-¡Qué bonito! ¡Cómo me gusta esto!

Siempre está dispuesta a participar en eventos solidarios.

-Me gustaría llegar a más, pero son muchas cosas. Creo que es una obligación; es evidente que hay un sector más desfavorecido, por enfermedad o por pobreza, que nos necesita. Tal y como están las cosas, políticamente hablando, no tienen dónde agarrarse. Se hacen muchos actos para poder ayudar, porque cuando tienes una cara que la gente reconoce, siempre llegas más. Eso es una obligación que tendríamos que tener todos y los que tenemos esa cara visible, más.

Ya que ha hecho un comentario sobre ello, ¿le interesa la política?

-Cero. Siempre he tenido una pelea porque no creo en la política, porque no veo una labor social y sí mucha fachada y mucha mentira. Y la gente pide que te mojes. Ideológicamente, por supuesto, soy de izquierdas, pero no he sido militante de ningún partido. Como actriz he hecho campañas para todos los partidos, pero no porque yo personalmente esté involucrada con ellos, sino porque es un trabajo.

Antes hablaba de que la juventud de ahora es más individual. ¿Cómo es la relación con su hijo Iker?

-Iker es una persona muy sensible, es un crío que tiene muchos puntos parecidos a mí, nos entendemos bien y ya hablamos de tú a tú. Eso me gusta. Me encanta su sentido del humor, tiene una retranca y una agilidad mental que me gusta muchísimo. Pero, claro, siempre tenemos la pelea esa de que soy su madre y no puedo ser su colega. No creo en eso.

Cuando era pequeño se hizo un jaleo con usted y su papel de la Maite.

-Iker tuvo un lío, porque era pequeño y no entendía muy bien que fuéramos por la calle y la gente nos parara y me llamaran Maite. Hubo un momento de su vida en que yo lo pasé mal (se emociona y llora). Íbamos a unos udalekus a Sukarrieta y estaba en la parada de San Mamés y los niños y los padres que me reconocieron empezaron a hablar conmigo y a decir que era el hijo de La Maite. Cuando volvió estaba como tristón y le pregunté que qué le pasaba. Un día por la noche, estaba hablando con él y me dijo: Ama, sabes lo que creo, que yo no tengo amigos, que los que tengo los tengo por ti, porque saben que soy tu hijo. Todavía lo recuerdo y?

Sigue emocionándose al recordarlo.

-Sí, porque me cuesta. De repente vi que yo lo vivía de una manera, pero que tenía al lado a un crío que le había tocado esto y lo estaba viviendo de otra manera muy distinta.

Le generó inseguridad.

-Él tenía muchos amigos, pero empezó a pensar que a lo mejor no era un tío guay. Lo hablamos mucho e intenté suavizarlo; Iker era un chaval muy sociable. Ahora tiene 18 años y es un tiarrón más majo que la leche, pero esto tiene que tenerlo ahí de alguna manera.

Ha tenido que crecer con ello. La gente le para a usted por la calle, eso es un hecho.

-Hombre, íbamos al mercado medieval de Balmaseda, a Gansos de Lekeitio? y era un infierno. Recuerdo que era una época muy heavy de Vaya Semanita; cuando estábamos juntos los compañeros no podíamos ni tomarnos nada. Son esas cosas que, como madre, siempre te queda la duda de no saber si le estará afectando demasiado.

Bueno, también se beneficia. Creo que ha estado en el rodaje en Sevilla y lo ha disfrutado muchísimo.

-Iker está estudiando Imagen y Sonido. Para él, eso es un regalo. El equipo técnico es superacogedor y supercurrela y le trataron como a un rey.

¿Ha pasado muchos días fuera de casa?

-Dependía de la presencia de mi personaje. Podía estar en Sevilla 15 días seguidos o bien se concentraban las secuencias en un día, iba, grababa y volvía a casa.

¿Cómo se organiza con su hijo?

-Llevo educando por teléfono un montón de años, aunque su padre siempre ha estado ahí. Y cuando ha habido que tirar de aitites, pues también han estado al pie del cañón.

Hay segunda parte de ‘Allí abajo’. ¿No será ahora en Euskadi?

-(Ríe). Estaría bien, pero las condiciones climatológicas no creo que nos acompañen. No sé qué pasará la siguiente temporada, espero que siga mi personaje. Ahora tengo esa incertidumbre de saber qué va a pasar con nosotros.

Maribel es una loca golosa, “creo que tengo una enfermedad con el dulce”, que estuvo a punto de no llegar a una función por parar en una pastelería a comprar bombas de chantilly. Ha reído y llorado, pero haciendo balance de su vida, afirma que se siente feliz. Está donde quiere y como quiere estar. “Ser actriz es la decisión más acertada y honesta de mi vida y de la que más orgullosa me siento”.