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Del piso compartido a convivir en un baserri

Varios jóvenes de entornos urbanos explican su experiencia tras mudarse a caseríos de la comarca de arratia-nerbioi

Del piso compartido a convivir en un baserriA.Goyoaga

eN las antípodas del trajín y el bullicio de la vida urbana, algunos jóvenes han cambiado el clásico “se busca compañero de piso” por un mucho menos usual “se busca compañero de baserri”. Proceden de Bilbao, Abadiño, Durango e incluso Madrid, y han apostado por compartir gastos para ser partícipes de una fórmula de convivencia peculiar, aunque cada vez más usual.

Hace unas semanas, el periódico comarcal Begitu, de Arratia y Zeberio, recogía entre media docena de anuncios dos textos con idéntico titular: ‘Baserrirako lagun bila’ (En busca de compañero de Baserri). La proporción obedecía sin duda a una casualidad, aunque evidenciaba que se trata de algo cada vez menos extraordinario. En uno de los casos se trataba de Izaskun Abraguin, Zuri Goikoetxea, Marta Torres, Iker Gorostiaga y Juan Delgado, cinco jóvenes de alrededor de 30 años que hoy viven en Igorre, aunque proceden de Bilbao, Durangaldea, Vitoria-Gasteiz o Madrid.

Su día a día no se limita a compartir techo, sino que han buscado ser partícipes de mucho más, algo a lo que contribuye el entorno en el que viven. “Tenemos gallinas, perras, gato y huerta. Para las tareas de la casa nos turnamos semanalmente. La comida es conjunta y la toma de decisiones asamblearia”, explican. Estos jóvenes trabajan como agricultores, músicos, hosteleros o investigadores, y reparten su rutina entre Igorre y también la capital vizcaina. “No hemos roto los lazos con la ciudad, aquí en Bizkaia está todo muy cerca y muchas amistades o familiares los tenemos en la ciudad”, explican. Dicen que la convivencia es “dura” en ocasiones, aunque se consideran privilegiados de vivir en plena naturaleza. “Vivir gente diversa procedente de diferentes sitios es enriquecedor, nos permite huir del bullicio de la ciudad y conectarnos con la naturaleza”, explican.

La bilbaina Marta Barainca también recurrió a un anuncio para completar el caserío en el que reside en Zeberio. Antes vivió en Zeanuri o Morga, también compartiendo caserío, y de momento no se plantea cambiar esta forma de vida. “Decidí marcharme de la ciudad y no he vuelto a vivir allí. Suelo ir a menudo, aunque intento que no sea más de dos días a la semana porque si he decidido vivir en el campo es para disfrutarlo realmente. Me gusta esta forma de vida y compartir caserío es la forma de que me lo pueda permitir. Tengo mi huerta, ceno con las estrellitas y como muy sano. La acogida de los vecinos ha sido increíble, me tratan de maravilla”, indica esta actriz de teatro y clown vecina del barrio de Solatxi.

En el mismo Zeberio, en el barrio de Ermitabarri, reside Nerea Orbea, otra bilbaina llegada hace unos años procedente de un entorno muy diferente. “Llegué para vivir con mi novio y cuando la relación se acabó decidí seguir aquí. La razón es que me he sentido acogida desde el principio y creo que vivo en un entorno privilegiado. Sé que alrededor hay pueblos preciosos, pero Zeberio es una pasada. La pena es que haya tantos caseríos vacíos”, explica.

Esta psicóloga que trabaja como rehabilitadora en la residencia de Zeberio convive con varios jóvenes y, después de cuatro años, sigue saboreando lo que le aporta este tipo de vida: “Me encanta Bilbao y voy a menudo, pero aquí vivo en contacto con la naturaleza y eso me aporta muchas cosas, cuando salgo a pasear o me asomo por la ventana, que en la ciudad no tenía”.