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Richard Diego crea un jardín japonés con 800 plantas en pleno centro de Güeñes

Visitas guiadas, talleres y la recreación de la ceremonia del té lo convertirán en un museo

Richard Diego crea un jardín japonés con 800 plantas en pleno centro de GüeñesE. Castrexana

Güeñes- Un estanque, una construcción de madera preparada para celebrar la ceremonia del té y 800 plantas de 150 especies diferentes, entre ellas delicados bonsáis. ¿Dónde se encuentra este lugar? Japón encajaría en la respuesta... de no ser porque desde este reducto de tranquilidad se ve una iglesia, la de Santa María de Güeñes. Allí, en un terreno cedido por el Ayuntamiento junto a la kultur etxea, Richard Diego cuida desde hace años de un jardín singular. Es el proyecto de sus sueños, que en pocas semanas reinaugurará como museo.

“Será el primero de Euskadi de este tipo”, desvela. Visitas guiadas, talleres de cultura, tai chi o meditación, así como técnicas de jardinería del país nipón traerán a Enkarterri un pedazo de Asia de la mano de Richard, “apasionado de Japón desde hace 18 años”. Se dedicaba a la hostelería, pero un día decidió hacer de su afición una forma de vida. Para ello, viajó a Madrid con la ilusión de ampliar su formación en una escuela de bonsáis y desde entonces sigue aprendiendo continuamente “con la intención de especializarme en penjing saikei, es decir, paisajes en miniatura”. “Creo que veremos en los balcones mini bosques en los que el agua corra entre los árboles y dejará de extrañarnos, de la misma forma que hace años hubiera sido impensable tener acuarios con arrecifes dentro de casa”, compara.

Ganar en 2009 el concurso de proyectos empresariales promovido por el behargin-tza de Enkarterri le dio la llave para ponerse en marcha. Consumido el periodo de alquiler en el vivero de empresas de Güeñes al que tenía derecho por el premio, firmó un acuerdo con el Ayuntamiento, que le cedió un pequeño terreno colindante a la kultur etxea. “Es un jardín estilo roji, con elementos típicamente japoneses como el agua y el camino, que conduce a la construcción de madera donde damos cursos de artesanía creativa con plantas vivas y se realizará la ceremonia del té”, describe Richard.

Sus amigos Raquel, Ander y José Miguel, “que son parte de mi familia”, le ayudan a cuidar las 800 plantas. “Los árboles son tan complejos como los animales. Hay que informarse antes y saber por ejemplo, que los bonsáis deben estar en el exterior”, recomienda en referencia a la fama de frágil que arrastra esta planta, también calificada de cara “por los años que implica trabajarla. Sin embargo, en El Bosquecito -así se llama el jardín japonés de Richard Diego- “se pueden encontrar por veinte euros ejemplares que empiezan a crecer casi desde cero”.

A pocos metros se encuentra el parque Arenatzarte, acondicionado en 2007 en una finca de 1,5 hectáreas que en su día perteneció a la casa indiana que hoy alberga el Ayuntamiento de Güeñes. Árboles centenarios y esculturas de destacados artistas vascos conviven en un espacio que también acoge una estancia dedicada al concurso internacional de vestidos de papel de la localidad. Con la próxima incorporación del museo del bonsái, Güeñes aspira a convertirse en referente del turismo natural. “Tanto en Arenatzarte como el futuro museo del bonsái, que abriremos antes del verano y podrá visitarse de martes a domingo entre las 11.00 y las 14.00 horas y por las tardes de 17.00 a 20.00, la naturaleza se mimetiza con el arte. Para mí es el mejor destino posible”, invita.

Además, él coordina la feria de plantas que albergará precisamente el parque Arena-tzarte el sábado. “Estamos felices porque el tejido cultural y social de Güeñes se está volcando. Será la mayor monográfica de flores y plantas que se ha celebrado en Bizkaia”, reitera. Entre flores y frutas tropicales también habrá sitio para los bonsáis. Asimismo, los voluntarios del servicio de Juventud venderán papeletas para el sorteo de una macrocesta de jardín. Lo recaudado se donará al proyecto municipal que abastece de comida a las familias en dificultades.

Richard Diego está impaciente por compartir su amor por Japón con los visitantes de la feria y el museo, aunque todavía no haya pisado el país. “Me he dedicado mi tiempo y recursos a levantar el proyecto”, se excusa. Pero es otro sueño que cumplirá tarde o temprano. “Tengo que saber a qué huelen esos jardines y cómo se respira en ellos”, promete.