Fidel Guerra, un cazador de reliquias de la vida cotidiana
Fidel Guerra cultiva desde hace treinta años su afición a reunir objetos clave en los hogares del ayer Ya jubilado, dispone de tiempo para completar la colección de artilugios que posee en Güeñes
Güeñes- Quizás las antigüedades que Fidel Guerra atesora no le proporcionen excesivo rendimiento económico, pero el pequeño rastrillo que conserva en Güeñes absorbe parte de su tiempo ahora que, ya jubilado, puede buscar oportunidades sin que le condicione el calendario laboral. Objetos cotidianos, antes imprescindibles en los hogares, componen esta colección cuyo propietario no acierta a traducir en cifras. “No sabría decir cuántos artículos tengo”, confiesa.
Planchas, radios, teteras y juegos de tazas, lámparas, candelabros, jarrones, tiestos... El abanico de artículos que ha reunido a lo largo de tres décadas, “desde que me metí más en el tema a partir de mi afición por el cobre”, es amplio. Tanto que no olvida anotar cada adquisición en una lista en la que también registra el precio que pagó. Un catálogo en el que todavía conviven pesetas y euros.
Fidel ha peinado Bizkaia, Gipuzkoa, León y Asturias “pueblo por pueblo” siempre alerta a la caza de nuevas adquisiciones en los lugares más insospechados, sirviéndose del olfato entrenado durante treinta años. Porque nunca se sabe dónde espera la ocasión, si en ferias o casas en las que a veces se desechan objetos que para él son auténticos tesoros.
Sin embargo, de la misma forma que él ha reducido el radio de acción de sus expediciones, el mercado ha menguado en comparación con la época en la que Fidel Guerra empezó a recopilar antigüedades. “No tiene nada que ver, hoy ya cuesta bastante encontrar cosas”, lamenta este vecino de Güeñes.
También el interés de posibles compradores se ha reducido notablemente debido a la crisis o la saturación del mercado y son ellos quienes marcan la pauta cuando se trata de concretar. ”Manda el cliente. Tengo piezas que no conseguiría vender ni por la mitad del dinero que pagué en su día. Si unas herradas -recipiente donde se conservaba la leche ordeñada- de cobre me costaron 90.000 pesetas y pido 300 euros ya sé lo que pasaría...” adivina.
Afición compartida No obstante, remarca que “mi objetivo no es vender, ya que resultaría imposible vivir de esto y menos en la época actual; se trata solo de un hobby”. Por eso le gusta compartirlo con la gente en las “pocas” ferias a las que acude durante el año: “Medina de Pomar y Quincoces, que se encuentran en Burgos, y poco más”, enumera.
Entre sus destinos imprescindibles está también la de su localidad natal, Güeñes. Fidel Guerra es fiel a San José en marzo, donde se instala en la zona del recinto destinada a los productores de la comarca. Los artilugios que presenta despiertan la nostalgia de los visitantes más veteranos, que recuerdan cómo transcurría la vida más rural que ellos conocieron y la curiosidad de los jóvenes por los detalles de las costumbres de sus padres y abuelos que estos desvelan.
Solo por esas conversaciones merece la pena seguir adelante con el regreso al pasado a través de los objetos más variados. Además, las ferias dan pie a establecer contacto con personas interesadas en llevarse a casa alguno de ellos o entablar amistades con otros cazadores de piezas con encanto, movidos también por la afición a las antigüedades.
En lo que a comunicación se refiere, Fidel es más partidario de la proximidad de la tarjeta de visita y el cara a cara que de Internet. Por algo entre las joyas que guarda hay máquinas de escribir a la antigua usanza y no ordenadores. Si en unos años alguien sigue sus pasos, tal vez haya hueco para las computadoras.