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Edurne Brouard: “Mis amigos me hacen falta porque ellos me dan otra perspectiva del mundo”

Edurne Brouard: “Mis amigos me hacen falta porque ellos me dan otra perspectiva del mundo”

Bilbao - Su padre nació en Lekeitio y su madre llegó de la diáspora de Filipinas. Él, pediatra, con don de gentes; ella, ilustrada y poetisa, con tres carreras (Filosofía y Letras, Historia y Periodismo). “Dos personas con mucha fuerza interior”, describe su entorno. El matrimonio inculcó a sus tres hijos una serie de principios y valores que fueron moldeando a la mujer que hoy es Edurne Brouard. “En mi casa nunca ha habido horario para volver a casa, ni paga. En mi casa, todo era diálogo y confianza”. No entendería su vida sin estar cerca de Lekeitio, porque “representa todo lo bueno de la vida”. Dice que su padre, el histórico Santi Brouard, aprendió allí a ser abertzale y “se dio cuenta de lo que era la lucha de clases”. Y allí es donde ha decidido trasladarse a vivir tras el fallecimiento de su madre.

Santi Brouard murió tiroteado por dos sicarios del GAL en su consulta pediátrica de Bilbao. Y Edurne adquirió entonces una notoriedad pública que probablemente no buscó pero que hoy sigue siendo una constante en su vida. “Estoy cansada de hablar siempre de lo mismo; después de 30 años, yo creía que ya podríamos dejarlo”, reconoce mientras atiende en plena entrevista con DEIA la llamada de otro medio de comunicación solicitándole unas palabras. “Estoy cansada”, repite. Sin embargo, sabe que siempre será la hija de Santi Brouard, el líder de Herri Batasuna asesinado en 1984. Abertzale absolutamente convencida, moderada en las formas y radical en las ideas, Edurne habla sin tapujos de sus convicciones, “soy absolutamente de la izquierda abertzale”, con la misma firmeza que pide perdón “en lo que me he equivocado y seguro que he hecho daño a gente”.

No trabaja, ella milita en AEK, porque la defensa del euskera es una de las grandes batallas en las que está inmersa desde que tiene uso de razón. Korrika, su Korrika, es la niña de sus ojos a la que ayudó a gestar hace ya 35 años y cuyo símbolo, el testigo, luce en oro colgado al cuello. “Es el único que existe en el mundo”.

Cariñosa, desprendida, fiel en la amistad... son solo algunos de los apelativos con los que sus más íntimos la describen. Porque la amistad se ha convertido en el eje sobre el que gira la vida de Edurne. Se siente agradecida y privilegiada por disfrutar de un amplio abanico de amistades que le aportan estabilidad. Valora el esfuerzo hecho por todos y cada uno de los miembros de su cuadrilla que, pese a ser de ámbitos políticos completamente opuestos, han sabido respetarse y llegar décadas después con la misma implicación emocional. “Esto es mérito de todos, que hemos sido capaces de conservar nuestra amistad a pesar de las diferencias”. Se siente querida y ella lo corresponde diciendo que le costaría elegir “un par de buenos amigos; de verdad, de verdad, yo creo que me saldrían más de veinte”. Muchos más fueron los que, hace cinco años, acudieron a su boda; una celebración en la que ella era la única protagonista.

Es usted la primera novia que celebra su boda sin un novio.

-(Ríe). ¡Vinieron 286 personas!

Pero dígame cómo fue eso.

-Llevaba muchos años diciendo que todo el mundo se había casado o había tenido niños. Todos habían hecho una celebración social de algún tipo y yo nunca había hecho nada. Cuando se acercaron los 50, volví a decirlo y mi familia me animó a hacerlo. En dos meses con ayuda de una gran amiga de mi hermana, que también lo es mía, alquilamos el hostal, mandamos las invitaciones y todo lo demás.

Y usted se vistió elegantísima.

-Esta amiga se empeñó en poner en la invitación que había que venir elegante. Así que todo el mundo vino de traje. Lo cierto es que mi plan era celebrar una fiesta como si fuera una boda y punto, pero cada amigo aportó ideas y terminó siendo una fiesta maravillosa. Unai Iturriaga, que es mi bertsolari, me hizo un bertso especial que tengo enmarcado; las chicas de mi cuadrilla de Lekeitio prepararon una Kaxarranka de mujeres (solo lo bailan chicos); Pirritx eta Porrotx me mandaron un saludo de esos que hacen ellos de niño; Mikel Zuloaga, exiliado por lo del juicio 18/98, me mandó unas palabras? Martin Garitano hizo un discurso repleto de mentiras graciosas en la que la gente lo pasó muy bien...

Tiene un amplio abanico de amistades.

-Es importante la amistad y es importante tener este abanico. La endogamia no es buena en nada, ni en la naturaleza ni en las relaciones. Oigo mucho eso del pueblo... y, claro, es que el pueblo no es solo lo que anda a tu alrededor; el pueblo es todo el mundo. Y cuando tú reduces el pueblo solo a tu gente, posiblemente no vas a acertar. Personalmente, mis amigos me hacen falta porque me hacen tener otra perspectiva del mundo, y quiero creer que eso me acerca a acertar más.

Son los amigos del txoko al que no pudo acceder como socia de pleno derecho hasta hace unos años por ser mujer.

-Así es.

Choca que usted lo aceptara.

-Bueno, no es aceptar o dejarlo de aceptar... El movimiento de liberación de la mujer es un movimiento eterno y para siempre, esperemos que mis sobrinas se den menos cuenta pero... Son siglos y siglos de educación que necesitan siglos y siglos de deseducación. Y no solo de los hombres.

Usted es de las que cultiva la amistad.

-Creo que mi cuadrilla de Lekeitio me ha ayudado mucho en eso. Es de las pocas cuadrillas, al menos aquí, que después de la transición y de todo lo que ha pasado en este país, sigue siendo cuadrilla. Y eso es mérito de todos los que hemos sido capaces de seguir conservando nuestra amistad a pesar de las diferencias. Nos hemos cuidado, claro, muchas veces de no sacar un tema, de no decir nada de esto porque le va a sentar mal a aquel... manteniendo un respeto que nos ha hecho llegar hasta aquí. No creo que haya un militante del PP, pero cercano sí diría alguno y, desde luego, hay del PSOE, del PNV y supongo que de Podemos habrá unos cuantos, aunque todavía no les he pillado (ríe). Yo he aportado lo mío, pero eso me lo ha enseñado mi cuadrilla.

La política siempre ha formado parte de la vida de Edurne. En Lekeitio, pueblo con el que mantiene una estrecha relación sentimental -“en Bilbao soy lekeitiana y en Lekeitio soy bilbaina”- nació su padre, Santiago Brouard, un hombre que le marcó profundamente. Era su padre, pero también era su referente en la política.

¿Cómo fueron sus inicios en la concienciación política?

-No recuerdo exactamente en qué momento despierta mi conciencia o entro a militar porque mi vida es militancia. Yo he vivido la política y esa ha sido mi vida.

No extraña teniendo a Santi como padre.

-Hombre, eso era muy bueno y muy malo. Bueno, porque hizo que nuestra relación fuese superíntima en todos los aspectos de la vida. Pero, por otro lado, era una espada de Damocles que estaba ahí. Había veces que no estaba de acuerdo y me costaba mucho más decírselo a mi padre; hablo de un debate entre compañeros, porque en casa era mucho más fácil.

¿Se llevaban a casa esos debates de partido?

-Por supuesto, pero es que era nuestra vida. Nos llevábamos ese debate como hablábamos de que teníamos que comprar una televisión nueva. Y ahí entraba ama, entraban mis hermanos y entraba todo el mundo. Me cuesta mucho pensar que en casa de Iñigo Urkullu no hablen de lo que está pasando en el Gobierno. Cuando le oí a Botín decir que el secreto de su matrimonio era que en casa nunca se hablaba del banco ni del piano, yo pensé: ¡Vaya turre de matrimonio, chica! Tu vida es tu vida y si no puedes hablar de ella...

Su relación con la izquierda abertzale ha tenido muchos picos.

-Lo he llevado fatal.

Bueno, usted es crítica con la izquierda aber-tzale pero muy firme en sus convicciones.

-Soy absolutamente de la izquierda abertzale y en la mayoría de las cosas estoy de acuerdo con la vía que toma políticamente. Sin embargo, sí es verdad que ha habido momentos de mi vida que no he coincidido con la línea política. Es sabido que en su día fui apartada... Eso se vive terriblemente mal, terriblemente mal. Para nosotros, que ha sido nuestra vida, que te digan que ya no lo es... fue un disgusto... En fin, no tengo palabras para explicarlo.

Por su cara veo que le costó digerirlo.

-Cuesta muchísimo. Pero soy de la izquierda abertzale, estoy con ellos y sobre todo, estoy con ellos en las grandes líneas. No creo que nadie esté al cien por cien con todo lo que el partido hace en todos los pueblos y de todas las maneras. Pero, sobre todo, nunca estaré públicamente en contra. Las escisiones provocan dolor y poco más, y el hablar mal de tus compañeros provoca que tus rivales se lo pasen teta.

Quizás el momento más duro fue su expulsión de HASI.

-A mí nunca me expulsaron de HASI. Después del congreso del 87, en el que hubo grandes problemas dentro del partido, se renovó toda la dirección. Yo era parte de esa dirección y quedé excluida junto a otros muchos compañeros. Un par de meses después, el comité central nuevo decidió expulsar a muchos miembros que habían sido del comité central anterior, pero yo no estaba entre ellos. Asustadísima, pregunté el motivo de no estar expulsada; por supuesto, no me dieron una respuesta satisfactoria y decidí irme porque no podía soportar el olor que había. Entonces, seguí militando en ESK y de allí sí me expulsaron. Siento tener que decir esto tantos años después, pero sospecho que mi apellido tuvo bastante que ver con ello; claramente, quiero decir que no se atrevieron a expulsarme de HASI.

Salir del partido que ayudó a fundar su padre y estando tan comprometida...

-Ese proceso fue dolorosísimo, de los más dolorosos que he vivido nunca, pero eso está absolutamente cerrado. De hecho, en el homenaje a Txomin Ziluaga, aquellos que fuimos apartados o expulsados leímos un comunicado diciendo que estaba cerrado y que nos sentíamos absolutamente parte de la IA y de sus alianzas.

Joseba Urkijo, alias Kinito, fue miembro de la mesa nacional de Herri Batasuna y confidente del subcomisario José Amedo, condenado por el GAL. ETA le sometió a juicio en Francia y le condenó al destierro a finales de 1989.

¿Fue Kinito el responsable de su salida?

-No lo sé. Kinito estaba; ahora... ¿impulsor? nunca fue impulsor de nada. Esto sí que es terrible. Que haya personas amenazadas por la policía o por la Guardia Civil o por la tortura o por la cárcel... que decidan, entre comillas, pasarse al enemigo es humanamente comprensible. Lo que es políticamente reprobable es que, sabiendo que estás pillado, sigas accediendo a cuantos más cargos de responsabilidad puedas para tener más información que dar. A mí esa explicación nunca me pareció suficiente. Yo espero no encontrarme nunca jamás en mi vida con Kinito, no me gustaría porque le tengo que llamar de todo si me lo encuentro.

El 20 de noviembre de 1984, Santiago Brouard moría a tiros en su consulta de Pediatría de Bilbao. Luis Morcillo y Rafael López Ocaña fueron detenidos y confesaron ser sicarios contratados por el GAL. Desde aquel mismo día, Edurne, que entonces tenía 25 años, se convirtió en la imagen pública de la familia Brouard.

Cuando murió su padre, usted no dudó en convertirse en la portavoz de la familia.

-No voy a decir que estaba ensayado, pero casi. En casa habíamos hablado muchas veces de que podía pasar. Habían pasado muchas cosas, era una época convulsa, el GAL estaba en plena actividad, y mi padre muchas veces había comentado que en cualquier momento podía pasarle. El decía: En ese caso soy vuestro, pero no lo soy. Soy de Herri Batasuna, soy del partido y hay que amoldarse a lo que el partido vaya a querer; hay que poner a gente que entienda de esto.

¿Cómo recibió la noticia?

-Yo estaba trabajando en AEK y tenía una reunión pero no sabía la hora y llamé a la sede de Herri Batasuna. Me cogió una chica, le dije que era Edurne Brouard y que quería saber dónde y a qué hora era la reunión. La chica se marchó y al cabo de un rato volvió al teléfono y me dijo: ¿Eres Edurne Brouard? Le contesté que sí. Y me dijo: Es que aquí no hay nadie porque todo el mundo se ha ido corriendo porque a tu padre le acaban de pegar un tiro.

¿Así se lo soltó?

-Así. Me puse como una loca, como comprenderás. Yo trabajaba entonces en la calle Diputación y salí corriendo. Cuando llegué vimos que había una ambulancia en la puerta. Subimos a la consulta, pero no nos dejaron pasar... ¡Terrible! Luego fui con Txomin Ziluaga a decírselo a mi madre, porque no quería por nada del mundo decírselo yo. Subimos a casa pero mi madre ya lo sabía. Le había llamado mi tío y Andoni Abando, un ginecólogo que tenía la consulta al lado de la de mi padre. Cuando vi a mi madre, se dio la vuelta y me dijo: Bueno txiki, ahora ya sabemos lo que hay que hacer. Es decir, lo teníamos muy asumido. Yo tomé la portavocía porque me veía fuerte y con ganas de hacerlo.

30 años después de convertirse en víctima del terrorismo del GAL, Edurne acudió a un encuentro en la localidad irlandesa de Glencree (2012). Allí, víctimas de todos los terrorismos, incluida ETA, se reunían para poner sobre la mesa sus experiencias. Dos años después, en su intervención en el Parlamento Vasco en el primer homenaje oficial a los parlamentarios asesinados, entre ellos Santi Brouard, Edurne destacó por su mensaje conciliador en el que pidió perdón.

¿Tiene la sensación de que ha adquirido un protagonismo que no buscaba?

-Posiblemente. En cualquier caso, creo, y lo he dicho siempre, antes incluso del anuncio del alto al fuego definitivo de ETA, que la única manera de salir del dolor y de la situación que produce una muerte tan repentina y tan terrible es procurar mirar adelante sin reconcomerte en el rencor y en la venganza, porque no son los caminos de solución.

¿Por eso se implicó en Glencree?

-Me impliqué sin ninguna gana y con mucho recelo, desconociendo lo que aquello podía dar pero pensando que merecía la pena.

Aun así, decidió ir.

-Y ha sido una de las experiencias más duras de mi vida, pero también me ha enseñado mucho y estoy segura de que ha merecido la pena no solo para los que estuvimos allí sino para una gran parte de la sociedad. Si somos capaces de hablar entre nosotros y de llegar a acuerdos, vosotros que tenéis responsabilidad y obligación de hacerlo no podéis decirnos que no podéis. Creo que gran parte de la sociedad así lo ha entendido y gran parte de los políticos, también, lo que pasa es que no han terminado de dar el paso.

Dice que el encuentro le enseñó cosas.

-Sí, que no es cierto que las víctimas de ETA hayan sido bien tratadas por las instituciones?

¿Lo creía?

-Sí, sí (rotunda). Estaba segura porque de hecho muchas de ellas sí han sido muy bien tratadas. Pero aprendí que entre esas víctimas había gran diferencia de trato dependiendo del muerto y del vivo que quedaba. Y muchas víctimas de bajo perfil, que no eran generales sino soldados rasos, han sufrido no solo el dolor de la muerte y del atentado, que ya es terrible, sino el sufrimiento del olvido, del abandono y del rechazo. Cuestión que nosotros, por ejemplo, nunca hemos tenido. Aprendí que las instituciones españolas son crueles hasta con ellos mismos.

Fue como una gran terapia de grupo.

-Yo siempre digo que uno de los efectos de Glencree fue que fuese en Glencree, porque si llega a ser en el hotel Carlton, la primera noche habría dormido en mi casa. Pensar que eran cinco días de aquel sufrimiento permanente... porque es revivir todo. ¡Terrible!

¿Ha recibido alguna crítica de la izquierda abertzale por esta implicación?

-Supongo que habrá gente que no esté de acuerdo. Mi entorno lo está, y para mí es importante mantener esa unidad alrededor de lo que es el mensaje que habría que dar de la muerte de nuestro padre.

Llegó a pedir perdón en el Parlamento.

-Dije claramente que los últimos 50 años de vida de Euskadi son años de sufrimiento; esa es la base de partida. Un sufrimiento extendido y generalizado, compartido por un montón de gente. Y creo que, de alguna manera, todos hemos colaborado en ese sufrimiento. Unos por omisión, otros por dejación, otros por hablar demasiado y otros por no hablar nunca. Todos los que hemos intervenido políticamente hemos colaborado a que ese sufrimiento no sea suave sino más fuerte. En ese sentido, en lo que yo me he equivocado, y seguro que le he hecho daño a gente diciendo cosas que he dicho, pues lo siento.

Edurne trabaja en AEK desde hace 35 años, “34 de ellos con cargo interno”. Ella fue una de las principales impulsoras de Korrika, desde sus inicios, y habla de ella con tremendo cariño. Su lucha por la supervivencia y, sobre todo, la utilización del euskera, comienza desde la base. Por ello, actualmente, imparte clases en el euskaltegi de Lekeitio, donde disfruta como el primer día. “AEK es mi casa y va a seguir siéndolo hasta el final, aunque me encantaría jubilarme pasado mañana”, comenta riéndose.

¿Cómo ve la situación del euskera?

-Soy optimista. La evolución reversiva que llevaba el euskera hasta hace solo 10 años, se ha invertido en esta última década. Lo que pasa es que una lengua es algo muy dinámico que no se puede guardar en una vitrina y nos encontramos con varios problemas: el conocimiento está cada vez más extendido pero la utilización no sigue el mismo ritmo, porque realmente no es absolutamente necesario para nada; además, tenemos una gran ola migratoria a la que en absoluto se le informa de adónde viene y dónde va a vivir. Es muy raro encontrar a un marroquí que, una vez que llega a Bilbao, haya sido informado de que hay dos idiomas oficiales o que tiene posibilidad de estudiar uno o el otro o los dos; y todos tienden lógicamente a aprender castellano.

Pero ahora se oye más en la calle.

-Tendemos a decir que es una vergüenza porque en la plaza de Gaztelu, que es un pueblecito de Gipuzkoa de 300 habitantes, nunca se había oído hablar en castellano y ahora se oye. Ese es el discurso que normalmente lanzamos desde las organizaciones del euskera. Pero si se dice eso, también hay que decir que hace 10 años no se oía hablar euskera en Bilbao y ahora se oye habitualmente. Hay que poner las dos cosas en la balanza.

Ya no hay camino de vuelta.

-No está hecho, porque habrá que seguir atento y currando mucho. No va a ser fácil, pero sí irreversible. Así como hace años estábamos en riesgo de perder la lengua; en estos momentos no se ha perdido ese riesgo, pero sí hemos ganado en voluntad y militancia. Somos muchos más los que estamos decididos a que no se pierda. Si siendo pocos hemos aguantado hasta aquí, ahora siendo tantos aguantaremos en el futuro.