Bilbao - Fresno de Torote no es un pueblo cualquiera. A la vera del arroyo que le sirve de apellido, el casco urbano original es hoy un municipio fantasma con casas caídas o apuntaladas, calles vacías, columpios oxidados y una plaza sin vida. Sus algo más de 2.000 vecinos habitan la pedanía de Serracines, a unos pocos kilómetros de un municipio que nació en el siglo XV de la mano del Marqués de Santillana.
Propietario ese marquesado de una gran extensión de terreno latifundista en la zona, Fresno surgió como lugar para dar cobijo a los jornaleros que trabajaban las tierras perteneciente a ese noble. Una situación que ha seguido inamovible hasta los años sesenta del pasado siglo. Fueron las familias de los marqueses de Quirós y los condes de Torrepalma quienes con los siglos heredaron la hacienda y el pueblo donde vivían los empleados de estas familias, junto a ganaderos y trabajadores de la tierra a sueldo. Jornaleros que carecían de la propiedad de las casas y que en caso de abandonar la labor también debían salir de sus casas. Así vivieron varias generaciones durante centurias y el pueblo llegó a tener gran importancia en la comarca. Ya en el siglo XX, incluso llegaron a veranear la recientemente fallecida Fabiola de Bélgica y su hermano Jaime de Mora y Aragón, y varias veces se celebraron campeonatos de España de galgos.
Sin embargo, con el desarrollismo de los años sesenta, la gente joven del pueblo vio horizontes más apetecibles y se fue yendo a Madrid, incluso arrastrando a los padres que podían ganar mejores sueldos y empezar a tener propiedades. El trabajo en el campo decayó con la ausencia de los jornaleros, las casas fueron cerradas y los nobles no se preocuparon del casco urbano de Fresno del Torote. Además, la pedanía cercana de Serracines, donde se encuentran las fincas ahora forales, fue creciendo en detrimento del pueblo original hasta volverse las tornas y trasladarse allí toda la vida, incluso el Ayuntamiento. - A. G. A.