Bilbao - Por unos 50 euros y sin necesidad de testigos. Hacer el testamento a tiempo es la manera más eficaz de repartir la herencia como uno quiere. La tendencia a la hora de realizar esta gestión ha variado en los últimos años: cada vez se realiza más joven. “Ha habido un cambio en ese sentido y la gente cada vez lo hace antes, entre los 30 y 40 años. Hace años solo se hacía el testamento cuando uno pensaba que iba a morir o veía que fallecían los primeros amigos de la cuadrilla”, destaca a DEIA el decano del Colegio Notarial del País Vasco, Mario Martínez de Butrón, quien confiesa que en la actualidad la tendencia es que se realice a partir del momento en que se adquiere un bien inmueble. Y es que, decidir a tiempo sobre el patrimonio evita acudir a una declaración de herederos, que conlleva la realización de un reparto según criterios marcados por la ley. “Hacer el testamento es también una forma de ahorrar”, subraya Martínez de Butrón, ya que la declaración de herederos puede ascender, como mínimo, hasta los 100 euros, es decir, aproximadamente el doble de precio que un testamento.

El colectivo de notarios también ha apreciado una variación con la aparición de los poderes de los hijos en favor de los padres. “Sociológicamente es muy llamativo. Antes los poderes los hacía el padre viajero o marino; ahora, los que viajan son los hijos. Las nuevas generaciones están perfectamente preparadas y se marchan a trabajar al extranjero. Necesitan dejar a alguien con un poder general para realizar actos importantes, pero también para labores puramente administrativas”, recalca Martínez de Butrón. “Este poder antes ni se veía”.

Con el objetivo de acercarse a la sociedad y que el ciudadano de a pie conozca de primera mano las funciones del notario y todos estos cambios que se están produciendo, los notarios de la CAV reparten desde hace semanas 13.000 trípticos informativos que distribuirán en las más de 120 notarías de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. “El folleto quiere enseñar a la gente para qué estamos. Hay muchas personas que desconocen lo que es el notario y piensan que se trata de un señor que firma y se lleva 20.000 euros. Nuestra firma está en otros muchos documentos además de en los testamentos”.

En ese tríptico también se hace hincapié en la figura del poder, un documento público autorizado por un notario que permite las designaciones de personas como representantes de otras. La gran ventaja es que, si la capacidad de alguien disminuye, las personas previamente designadas van a poder administrar y disponer de ese patrimonio sin necesidad de ninguna otra intervención.

Muchas opciones El precio en los poderes generales varía según la distancia en las salidas o viajes que tengan que realizar los notarios para ello. “Es gracioso que la salida del notario cueste 20 euros y la de cualquier trabajador de la electricidad valga 50”.

El poder general es conocido en la jerga notarial como el poder de la ruina. La razón es que se confía plenamente en una persona para todo. “Este tipo de poder está basado en la confianza y en la comodidad de que haya alguien que vaya a sustituirte en todos los actos”. Se trata de un poder típico entre parejas.

Por un lado, cabe destacar el poder de pleitos para acudir a los tribunales. “Es un poder muy subvencionado que cuesta alrededor de 30 euros. Todo el mundo tiene conocimiento de este poder, aunque su uso quizá haya disminuido un poco últimamente”, hace hincapié Mario Martínez de Butrón. Por otro lado, están los poderes especiales, utilizados en las ocasiones en que “no quieres o no puedes ir a un sitio para vender, heredar, comprar o hipotecar, y delegas esa función en alguien”.

Por último, se encuentran los poderes preventivos. “En el caso de no realizarlos, hay ocasiones en que toca presentar una demanda de incapacitación contra un padre o una madre, por ejemplo, que es muy duro”, afirma Martínez de Butrón. Es por ello que pueden considerarse de gran relevancia en numerosos casos. El proceso donde se pone de manifiesto su importancia arranca con una llamada desde una vivienda para que acuda el notario. “Necesitamos hacer un poder para que mi padre pueda vender la lonja y pagar así la residencia”, nos dicen. Al llegar al domicilio, los notarios tienen que verificar la capacidad de la persona para poder realizar una escritura de venta que solicitan sus familiares. “De no ser así, se les explica a los allegados que tienen que hacer un procedimiento de incapacitación judicial, aunque ese proceso conlleve más tiempo y necesiten el dinero cuanto antes”. Son momentos complicados, pero se pueden evitar con estos citados poderes preventivos. “Hay casos en los que no puedo hacer nada, pues no puedo otorgar un poder a una persona que es incapaz”, detalla el notario vizcaino, quien cuenta que “las peleas por las herencias son de toda la vida. Aun así, nos encontramos miles de herencias donde vienen tres hermanos, se lo reparten a partes iguales y no hay ningún problema”.

¿Mala fama? Existe confusión entre las funciones a realizar por abogados y notarios. A veces se solapan, pero también se pueden dar situaciones en las que pueden trabajar de manera conjunta en una misma notaría. “La relación entre los dos colectivos es buena. Cada uno sabe qué hace el otro”, explica el decano del Colegio Notarial Vasco. “Cuando los clientes vienen a la notaría asesorados por el abogado, se facilita la labor que nosotros hacemos, pero nosotros también asesoramos de manera gratuita”. Eso sí, en diferencia con los letrados, los notarios asesoran de manera imparcial al comprador y al vendedor.

Centrado en el colectivo de los notarios y en el esfuerzo que pretenden realizar para acercarse a todos los ciudadanos, Martínez de Butrón es consciente de que “como colectivo algo de mala fama tenemos”. Sin embargo, dice no entenderla teniendo en cuenta las experiencias vividas en su trayectoria profesional. “Cuando vienen al despacho, se muestran agradecidos. La típica frase de yo pensaba que era más caro se repite”.

Es la labor de los notarios, un colectivo desconocido y lejano para muchos que intenta dar un paso de gigante hacia la ciudadanía.

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