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Ander Manterola: "De pequeño pensaba que una estrella fugaz era la Dama del Anboto que iba de Urkiola a Gorbea"

Ander Manterola: "De pequeño pensaba que una estrella fugaz era la Dama del Anboto que iba de Urkiola a Gorbea"Deia

Zeanuri - No quiere hablar mucho sobre lo que le espera hoy. No en vano, asegura que él solo es "el sujeto pasivo" del homenaje que el Ayuntamiento de su municipio y Labayru van a brindar durante toda la mañana a este polifacético eclesiástico. Comenzando a las 11.30 horas con una misa, el homenaje contará con las voces del coro de Zeanuri y de los bertsolaris Adolfo Arejita, Anton Erkoreka y Jon Elorriaga. Además, se brindará en un lunch y se expondrá un vídeo que resumirá la vida de Manterola. Incansable luchador por el euskera de la calle, conservador de las tradiciones e historias vascas, prolijo escritor de libros y ensayos, el de Zeanuri ha querido hablar en esta entrevista de lo que él más conoce: su querido valle de Arratia. Pero no el actual. "Te puedo contar cosas del Arratia de mis tiempos, el de cuando yo era joven", puntualiza antes de comenzar un cuestionario que le atrapa en su casa de Zeanuri, "la de la misma plaza, en la que nací".

No todo el mundo puede decir que conserva la casa donde nació hace 80 años. Se puede asomar al mismo balcón al que salía de bebé.

-Es cierto. Y te diré más. Todos mis hermanos han nacido en casa. Es esta una de las cosas que han cambiado con los años. Antes todas las mujeres daban a luz en casa, hasta los años sesenta que se empezó a ir a los centros hospitalarios.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos de Zeanuri?

-Mis primeros recuerdos son de la guerra. Con dos años y medio me trasladaba con mi familia al refugio debajo del puente de San Antonio. En abril del 37 nos evacuaron a Bilbao donde nos tratábamos de poner a salvo de las bombas en la calle Iparragirre y en la Alhóndiga, supongo que sería en el parking. Lo que recuerdo era la silla plegable que llevaba mi abuelo para sentarse durante el tiempo que pasaba allí.

Fueron unos tiempos difíciles...

-La guerra fue algo muy fuerte. A mi padre le metieron en la cárcel por rojo. Bueno, por rojo no. Simplemente por no ser adepto al alzamiento nacional. Luego encarcelaron a mi madre. Los niños fuimos a vivir con los abuelos a uno de los molinos que abundaban en Zeanuri.

Tantos había, que aún se mantienen en pie dieciocho.

-Pero ya no se utilizan. Otro de los grandes cambios de Zeanuri. Los molinos desaparecieron porque cesó la producción de trigo y maíz.

Una pena, porque saldría un pan buenísimo. Debería la sociedad volver a ciertas cosas de antes.

-Eso que mencionas es la soberanía alimentaria. Que está muy bien pero solo es una nostalgia, no es posible. EE.UU. lo hace baratísimo y es lo que compra la gente. La producción local es más cara. Una pena sí, y te lo digo yo que he conocido hasta el pan negro.

¿Fue por esa soberanía alimentaria que Arratia pasó menos hambre en la guerra y postguerra?

-Entonces funcionaba la autarquía. Se consumía lo que se producía en casa. Durante aquella época, lo que sí había era el estraperlo. Venía gente de Bilbao y Barakaldo y criaba algún cerdo o trabajaba un trozo de tierra. Aunque no era fácil. Estaban muy vigilantes. Los inspectores de abastos nos controlaban en el tranvía de Arratia.

¿Cogía usted habitualmente este medio de transporte tan querido en el valle?

-Era la única forma de trasladarnos que teníamos. Pero fue una pena porque hacían muy pocas inversiones. Fíjate que en 1900 funcionaba mejor que en los años cuarenta. En sus inicios, había tres personas trabajando y hasta tenía calefacción. Luego fue deteriorándose y los pobres obreros tardaban dos horas en llegar hasta Bilbao, cuando en sus inicios, el trayecto se completaba en hora y media.

¿Ese precisamente fue otro cambio de la sociedad arratiarra, el dejar de trabajar el campo para encontrar un puesto de trabajo en la ciudad?

-Sí, surgieron nuevas industrias en los años veinte como Cementos Lemona, Firestone en Usansolo... Después de la guerra hubo un parón en el que se volvió al campo pero tras él, los vecinos de Arratia regresaron a las industrias de Galdakao, Basauri, Amorebieta, Indautxu, etc. Esto hizo que la población en Arratia descendiera mucho en los años cincuenta. Ahora, en los últimos diez o quince años parece que se está recuperando. Se ha construido mucho en Yurre y en los pueblos pequeños como Bedia, también.

Ha escrito varias publicaciones repletas de cuentos y leyendas de Arratia. ¿Puede contar alguna?

-Cuando nosotros éramos pequeños, por las noches, en verano, veíamos pasar una estrella fugaz, decíamos que era la Dama del Anboto. No la bruja, eh, que quede claro, La Dama. La Señora. Que se desplazaba de Urkiola al Gorbea. Pasaba siete años en uno y siete en el otro. En la escuela nos explicaban que era un cometa o lo que fuera pero era más bonito identificar eso que veíamos con la Dama.

Dígame más.

-Cuando salía el arcoiris, erromako zubia, el puente de Roma. De pequeños creíamos que el que lograra pasar debajo de él cambiaba de sexo. Si era hombre pasaba a ser mujer y al revés.

¡Pero es imposible pasar por debajo!

-Es cierto, porque es una ilusión óptica pero todo en el pensamiento popular tiene su fundamento. ¿Conoces a Juana de Arco?

Sí.

-¿Y cómo iba vestida?

De soldado y con el pelo corto.

-Eso es. Iba vestida de militar y era mujer. ¿De dónde vendrá entonces lo del arco?

¿Cruzó el arcoiris?

-He podido estudiar este tipo de fenómenos y te diré que esta es una creencia que viene de la Edad Media.

Es difícil escuchar una leyenda de este tipo en el día a día.

-Hemos sacado de casa a los abuelos así que para escuchar un cuento, ahora hay que trasladarse a la residencia. Su hueco lo ha dejado la televisión y las diferentes cadenas que, aunque no lo harán con mala intención, cada una cuenta una realidad a su medida. Se salva la meteorología y poco más... Por lo menos, ahora enseñan mitología vasca en las escuelas.

Hablando de escuelas, ¿conoce el proyecto de recuperación del euskera de Arratia que ha partido de profesores del instituto de Igorre y que ha dado como resultado el diccionario Berbategie?

-Claro que lo conozco. Contribuye mucho a recuperar este euskera. El euskera no es una cosa de laboratorio. Las palabras son vivientes. La lengua es lo que se habla, no lo que se escribe. La escritura es la representación de la lengua, un libro cerrado es mudo. El euskera tiene el peligro de que no hablemos los euskaldunes.

Muy de Arratia también es el fotógrafo rural Felipe Manterola. Realizó en los ochenta una recopilación de sus fotografías.

-Era mi tío. Era un hombre muy exigente. Igual subía al Gorbea a sacar a los pastores y volvía sin nada. Y eso que no era profesional. Él vivía del estanco que regentaba. Le conocían como Felipe el del estanco.

Hoy se le conoce por su otro trabajo. Dejó cientos de instantáneas del Zeanuri de principios de siglo.

-Sí, con el tiempo su trabajo valdrá todavía más. No hablo de dinero, sino de patrimonio. Felipe tuvo la oportunidad de fotografiar el Zeanuri rural antes de los años veinte. Fotografiaba cosas muy cercanas, a las familias abonando el campo, jugando a los bolos, etc. Era un hombre con mucho gusto. De todo el material que tenía igual seleccionaba solo un 10 o un 15%.

Le van a hacer a usted un homenaje en su pueblo.

-Sí, bueno. No sé qué es lo que van a hacer ni nada. Solo he visto carteles. Creo que se merecen homenajes las viudas que han educado sin recursos a los hijos, o aquellas que han estado cuidando a un familiar dependiente en casa. A ellas hay que homenajear.