UNO escribe el título de esta crónica, Un hombre audaz en el reino del murciélago, y queda la impresión de que hablamos de una novela de aventuras, un trepidante juego de la Play o, qué sé yo, la enésima película de la saga de Indiana Jones. Y pese a que no fue como debiera (una cena muda y en blanco y negro, si se juzga el por qué de la misma...), sí que el título encaja lo que hoy vengo a contarles: la cena en la que se escenificó la entrega del premio con el que el Club Saguzar reconoce a Pablo Berger como Bilbaino del Año. De 2013, por supuesto.
Lo primero que se preguntará algún que otro lector es ¿qué demonios es el Club Saguzar...? Fue fundado en 1985 por un grupo de bilbainos con la intención de reunirse una vez al mes -el tercer viernes del calendario- para hablar, mientras cenan frugalmente, de lo divino y lo humano con una regla de oro: invocar al humor antes que al arrebato, al todo vale antes que al y mi palabra es la ley, ni aunque fuese cantado por el mismísimo mariachi Vicente Fernández, allá la Monumental de México. Saguzar, ya lo saben, es un viejo murciélago.
Cada año este grupo de liberales conceden su distinción a un personaje que haya dejado huella. Ayer anunciaron, en una cena celebrada en la Sociedad Bilbaina, el nombre de Pablo y los porqués. "Por su película Blancanieves, una sorprendente y memorable obra de arte total, en la que lo arquetípico y lo popular informan un guion audaz, rebosante de realismo, magia y ternura (...)" El murciélago y la audacia. ¡Hala!, ya está explicado el título.
cena cinéfila y la informática La noche discurrió en lo que se podía considerar una cena cinéfila. Por deferencia, la mesa principal se llamaba Pablo Berger rodeada por otros siete más, con nombres de altura como los de Luis García Berlanga, Luis Buñuel, José Luis Garci, Pedro Almodóvar, Fernando Trueba, Álex de la Iglesia y Pedro Olea. Entre ellas se espolvorearon los integrantes del Club Saguzar, desde Alfonso Carlos Saiz de Valdivielso, a los hermanos Luis y Alfonso Ausín, pasando por Fernando Barrio, Carlos Bacigalupe, el pintor Iñaki García Ergüin (en calidad de miembro emérito), el doctor Ricardo Franco Vicario, Jesús Aldama, José Luis Neyro, José Madrazo, José Ramón Blanco, Jesús Madrazo, Óscar Millet, Javier Elorrieta, Antonio Hormaeche, Santos Alonso e Imanol Elorrieta, así como cuatro invitados extraordinarios: los compañeros de la Facultad de Informática de Pablo, el estudiante. "Somos compañeros de su antigua vida", comentaban con sorna al preguntarles Idoia Maguregui, Joseba Zugaza, Mónica Gómez-Guadalupe y Ana Arroyo. Ellos confesaron -perdón, Pablo...- que el cineasta no era lo que se dice un empollón. "Más bien un tipo listo".
A la cita no faltaron María Luisa Bernuy, Esther Urquijo, Pedro Berger, Dori Andrés, Jesús Esmoris, Javier Galán, Juan Olabarri, la bodeguera María Victoria Cañas, Agustín Sánchez, Emilia Coca, Gonzalo Gómez Guadalupe, Juanma Gutiérrez, Luis Seruella, María Dolores Pradal, Amaia Gorostiza, Francisco Pereda y un buen número de asistentes que disfrutaron de la cena y del recuerdo de aquella película singular y extraordinaria con la que Pablo se sumergió en el mundo de los sueños.