No es fácil ponerse en primera fila, en la vanguardia o en la élite. No es sencillo sacar dos cuerpos de ventaja, llegar dos décimas por delante, encestar en el último segundo, dar el último pase. Ni siquiera está al alcance de muchos marcar eso que la vieja -y buena...- literatura del fútbol llamaba el gol del cojo. En realidad nunca ha sido aventurado distinguirse, ponerse delante del desfile, el primero de la fila o a la cabeza de la revolución.

A la búsqueda de historias y empeños semejantes, en pos de quienes dan pasos al frente en el mundo del deporte se mueve la Fundación Bizkaia-Bizkaialde. No en vano, nació en 1999 "con el objetivo de concentrar fondos públicos y privados destinados a coordinar los esfuerzos económicos de los patrocinadores del deporte, con el propósito de rentabilizar al máximo su inversión, de cooperar en la promoción de Bizkaia y de contribuir a lograr una correcta y eficaz ordenación del propio deporte", según rezaban aquellas primeras palabras, en tiempos de su fundación.

No se sabe hasta dónde se soñó este proyecto, pero lo que sí es cierto es que aún late, sobreponiéndose a la marea de dificultades todo lo alcanza.

Ayer se vieron las caras quien pone y quien da; los patrocinadores y los deportistas y directivos. Todo sucedió en el frontón Bizkaia de Miribilla, donde la Fundación Bizkaia-Bizkaialde recibió el reconocimiento de la Diputación Foral de Bizkaia por la aportación que realiza a los clubes y deportistas de élite de Bizkaia.

Rodeada por quienes bien pudieran conocerse como los mecenas de nuestro tiempo, Josune Ariztondo, presidenta de la Fundación, encabezó la asamblea celebrada para información de las empresas patrocinadoras, escoltada por Maitane Leizaola, Arantza Mardaras y Jose Ángel Iribar, sin olvidar a Jon Garro, que salió al atril a detallar lo hecho y lo que vendrá, y del diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, que saludó a todos los presentes.

Se supo que el dinero de Bizkaia-Bizkaialde, cosechado por las aportaciones de la propia Diputación Foral de Bizkaia y de las 38 empresas colaboradoras con la Fundación y sus objetivos, da abrigo a 34 clubes y equipos de 16 modalidades deportivas diferentes. Un colorido collage de esfuerzos que encuentran recompensa más allá de la satisfacción: encuentran combustible para mantenerse vivos, la energía necesaria que se esconde en el corazón de eso que el clásico llamó "el vil metal".

Sucede a menudo. Hay demasiado énfasis en el éxito y en el fracaso y muy poco en cómo la persona progresa a través del esfuerzo, cómo disfruta del viaje. Es por ello que la gente ayer presente se mezcló: eran los atletas de la financiación junto a los inversores de esfuerzos. Entre ellos se encontraban Alberto Rodríguez, en nombre de la BBK; los remeros Jon Salsamendi, Asier Alonso, Federico Steindl y Berna Oiarbide, entre otros; Carmelo Lezana, enviado por El Corte Inglés; Isidoro Beltrán y Raquel Emperador, en representación del IMQ; Juan Barrenetxea, la mediofondista Cristina Petite, Antonio Barrenetxea, Edu Alonso y Jon Pérez, Bolo, embajadores de Errea; Kike Hermosilla, director comercial de DEIA, y un buen número de invitados a la cita.

No fueron los únicos que se vieron la cara en el frontón Bizkaia, "el mejor de Europa" al decir de los presentes (no sé cómo serán los de África u Oceanía...). Al reclamo de esta cita se sumaron Asier Lauzirika, Markel Aranberri, Jon Magunazelaia, Borja Mandaluniz e Iñigo Olaeta, media melé; Ignacio Aresti, Gorka Ugalde, Txus Aginagalde, Santi Ansareo, Jon Etxebarria, Carlos Lasa, Jon Ander Velasco, Idoia Muguruza, Ander Orueta, José María Velasco, Izaskun Arriaga, Nekane Murgialdai, Joseba Martínez, Iñaki Mendiguren, Miren Elosegi, Gorka Azkarate, Mikel Aranguren, Maite Hernández y un buen número de gente que apuesta por el deporte como estilo de vida, como catapulta que impulsa los sueños y anhelos de los hombres más allá de sus últimas fronteras. Todos ellos disfrutaron del encuentro sobre la piedra.