Artículo prohibido para los nietos de Erik, el belga
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Comienza la historia de hoy con un tesoro. No es costumbre encontrarse algo así a pie de calle, pero no cabe mejor definición para explicar el valor de las cerca de 250 obras con las que la galería de arte Lorenart ha aterrizado en el hotel Ercilla, desplegándolas por sus salones como si fuese algo habitual pasearse entre esculturas y otros trabajos de Jorge Oteiza (hay una obra figurativa, La Virgen de Santa Clara y otra pieza magistral del genio de Orio, La ley de los cambios, entre otras...); cuatro floreros de Juan de Echevarría; Los sobrinos del pintor, obra rara de ver de Darío de Regoyos; cinco cuadros de Sorolla, un cuadro fabuloso de Adolfo Guiard, doce trabajos de Benjamín Palencia y obras de Aureliano Arteta, Ignacio Zuloaga, Iturrino, Anselmo Guinea o Menchu Gal entre otros artistas vascos, sin desdeñar el Cuadro nº 70, de 1959, obra de Manolo Millares y tasado en 700.000 euros, una bagatela que diría un chirene. No en vano, el mismísimo Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) ha pujado por él. Lo crean o no, tanta maravilla está al alcance de la mano de los visitantes. Vamos, que a simple vista no se detectan circuitos cerrados de televisión, cámaras de seguridad que graban constantemente, vitrinas blindadas para proteger cuadros y esculturas, rayos infrarrojos pasivos que captan fuentes de emisión de calor, como puede ser el cuerpo humano; detectores volumétricos que registran desde la presencia de intrusos hasta los cambios de temperatura, cortinas de rayos láser, campos magnéticos o detectores de peso que se usan para proteger esculturas. Da la impresión de que la buena gente de Lorenart confían en los vascos por encima de todas las cosas, aunque vaya usted a saber qué ocurre si uno agarra una de esas maravillas y trata de marcharse de la sala.
¿Quienes son los audaces de Lorenart? Se trata de una galería madrileña con presencia en el mercado desde hace veinte años y que lleva más de una década aterrizando por Bilbao. No en vano trabaja con artistas de primer nivel, especializándose en autores vascos. La colección de arte está dirigida por Rocío Parrondo y Ana María Grande y Ernesto Gutiérrez es el hombre que lleva la voz cantante. Ayer mostraba orgulloso todo lo expuesto y susurraba que su hija, Fátima Gutiérrez, será quien les haga millonarios a todos. Oyéndole hablar del arte con tanta pasión, no parece que ese sea su sueño. Al menos no el único. A su lado, algunas voces susurraban sobre una ilusión efímera: el descenso de los impuestos en el arte. Nadie quiso dar por buena la noticia. Nos han convertido en santotomases.
A la cita con tal estallido de belleza, acudieron, además de los citados, Rocío Velasco, la diseñadora Beatriz FL, el pintor Andrés Grifell, Mónica Moso, Edurne Bartolomé, Carmelo Moreno, Fernando Aburto, Nacho Burgos, José Luis Martínez Caballero, quien ejerció de anfitrión; Juan José Alonso, Juan Garate, Iratxe Madariaga, directora de Aisiatek, una asociación recreativo cultural; Itziar Leal, en nombre de DEIA; Javier Azkarate, María Jesús Aranguren, Loiola Etxegarate, quien acudió admirada de los anuncios que había leído en prensa y acabó admirándose de que no se formasen largas colas para presenciar semejante espectáculo -"luego se hacen colas en los museos para ver cosas mucho peores. ¡No lo entiendo!", repetía asombrada...-, Ignacio Mateos, Yolanda Salazar, José Luis González, Iker Jiménez, que no cree en el más allá y abjura del tercer milenio, del cuarto, del quinto y del que sea, harto de tanta bromita con su nombre; Matxalen Ortiz, José María Zarate, Cristina Hernández, Antón Fernández, Aitor Mendizabal, María Jesús Flores, Dolores Bengoetxea, Miren Urrutia, María Ángeles Etxebarria y así un suave goteo de visitantes que poco a poco fueron acercándose a la muestra que ayer abría sus puertas en el hotel Ercilla. Si Bilbao es tan sensible como presume, debiera arremolinarse en estos salones. Pero me temo que...