Síguenos en redes sociales:

'Popeye', entre el circo y los tatuajes

'Popeye' alterna el trabajo de tatuador con el de montador de la carpa del circo Cavalia por el mundo

'Popeye', entre el circo y los tatuajesOskar martínez

Bilbao. EN su barrio, en Romo (Getxo), es conocido por Popeye. Pocos saben que se llama Alberto Provedo Martínez, que tiene 43 años, y que cuando no está tatuando en el estudio Zona Zero de la calle Kalamua es porque se ha ido a Australia o a cualquier otro país del mundo a montar la carpa del circo canadiense Cavalia. Popeye es un saltimbanqui de la vida. Ha trabajado de todo menos de mecánico del automóvil, que es lo que estudió. A los 12 años ya se ganaba "cuatro duros" colaborando en el montaje del circo que llegaba los veranos a Las Arenas o a Leioa. Pero lo que no se imaginaba entonces es que acabaría siendo un profesional de la especialidad trabajando para dos de los circos más famosos del mundo: el Circo del Sol y Cavalia. Aun así, lo de montar estructuras para espectáculos circenses y musicales no es vocacional. "Empecé con ese trabajo porque con los tatuajes no sacaba lo suficiente como para vivir", confiesa. Porque su verdadera profesión y pasión es el tatuaje. Aprendió a tatuar cuando estaba haciendo la mili en Segovia, hace más de 23 años, y desde entonces no ha parado de dibujar en la piel de otros y en la suya propia las fantasías de su imaginación.

Alberto siempre ha sido una persona muy inquieta. De joven, para descargar la energía que acumulaba en el cuerpo se iba a Arrigunaga con los amigos a patinar con el skate. Y allí, precisamente, comenzó a ser conocido como Popeye. "Como no tenía tabaco, me puse a fumar en pipa para hacer un poco el payaso", recuerda. En esa misma época también se le podía ver a él y a sus amigos "haciendo malabares y espectáculos en la calle". Dice que no pedían, "porque estaba prohibido, pero sacábamos algo". Sin embargo, su primer trabajo remunerado legalmente fue en Baliak, "cambiando la leche chunga de las estanterías". A partir de ese día, Popeye entró de lleno en la ruleta del trabajo variado y discontinuo. "Hacía lo que podía y lo que me salía", dice. Así hasta que le tocó ir a la mili. "Fui de los últimos", recuerda, "porque menos yo y cuatro más todo el mundo era insumiso". Le tocó Segovia. Y allí conoció a la persona que le introdujo en el mundo del tatuaje. "A mí siempre me habían gustado los tatuajes, pero nunca había hecho nada, solo dibujar". Su compañero de armas le animó para que se hiciera con el material necesario para empezar a tatuar. "Me hice la primera máquina con el motor de una muñeca, una cuchara, un bolígrafo, una aguja y unas pilas", recuerda. Y con ese artilugio casero hizo su primer tatuaje. "Fue una guitarra y se lo hice a un amigo de la mili, pero se le cayó muy pronto... yo creo que sería mala la tinta", dice sonriendo.

Londres De vuelta a casa, Popeye conoció a un inglés, a Gary Simpson. "Aquel sí que tatuaba de verdad", recuerda. A él le compró la primera máquina profesional y con él se fue a Londres a aprender el oficio. En la capital inglesa descubrió que su vida debía estar enfocada hacia el tatuaje. "En Londres", cuenta Popeye, "estuve ocho años tatuando, formándome como tatuador, yendo a convenciones, haciendo cursos, y trabajando en un restaurante, en el mantenimiento". Recuerda esa época como "muy bonita". Allí nació su primer hijo, pero decidió volver a Romo porque su pareja y él no querían que el niño, ya con tres años, creciera en Londres. Asentado de nuevo en el barrio montó su primer negocio. Eso sucedió el año 2000. Desde entonces han transcurrido 13 años en los que Popeye ha visto cómo ha evolucionado el mundo del tatuaje. "Han mejorado mucho los materiales, las agujas, las tintas", dice, "y eso hace que el tatuaje sea mucho más seguro". Aun así, él insiste en que un tatuaje "es una herida en la que estás metiendo tinta, con lo cual existe la posibilidad de que se infecte si no la cuidas". Por eso, Popeye recomienda a sus clientes mucha higiene y limpieza tras realizarse un tatuaje. Lo que no hace Popeye es quitarlos. "Yo nos lo quito", señala, "porque un tatuaje es para toda la vida, si no lo quieres, piénsatelo antes de hacértelo". Un consejo parecido les suele lanzar a los jóvenes que acuden a su estudio para que les tatúe todo el cuerpo. "Yo les digo que no vayan tan deprisa, que no van a tener sitio en el cuerpo dentro de unos años". Cuando le preguntamos por los secretos del tatuaje, Popeye no duda: "Pulso e imaginación, pero sobre todo pulso". Él, con la experiencia de más de veinte años, ha ganado en rapidez y seguridad, porque el tatuaje se cobra por horas. (100 euros la hora)

Circo Cuando no está tatuando, Popeye está de gira con el circo Cavalia. Hace una semana volvió de Adelaida (Australia) y a mediados del próximo mes de noviembre volverá a Perth, otra ciudad del país de los canguros. En el mundo del circo se metió después de que alguien le viera montar escenarios para grupos como Maná. "Me dijeron ¿por qué no te vienes con nosotros?, y me fui", dice. "Me daba la oportunidad de viajar y conocer otros lugares", sentencia. Y allí se fue, primero montando el Circo del Sol en Madrid, Asturias, y Bilbao, hasta que le fichó el Circo Cavalia. Con este último ha viajado por todo Estados Unidos, México, ahora Australia, y en el futuro, Abu Dabi y Brasil. "Es un trabajo muy duro físicamente porque estás quince días sin parar" dice, "pero a la vez es bonito porque conoces países y mucha gente de todo el mundo". Sabe que este trabajo tiene fecha de caducidad. "Hasta que el cuerpo aguante", dice. Pero por ahora lo hace con gusto y fuerza suficiente como para estar colgado con el arnés a 50 metros de altura. Lo que sí sabe es que seguirá tatuando toda su vida.