Bilbao

HACE 30 años que el cielo cayó literalmente sobre Bizkaia. Han pasado tres décadas desde que Bilbao y otras 101 localidades fueran declaradas zona catastrófica como consecuencia de una de las inundaciones más graves vividas en Euskadi. "Ha habido otras inundaciones después, pero el recuerdo de hace 30 años tiene todavía un poder evocador. Fue mucho lo que se perdió", sostiene Josu Zubiaga, viceconsejero de Seguridad del Gobierno vasco. No en vano, en las inundaciones de 1983 murieron 34 personas y otras cinco fueron dadas por desaparecidas. Las pérdidas económicas ascendieron a 200.000 millones de pesetas en Euskadi y a 60.000 millones de pesetas solo en Bilbao.

"Fue una crisis sin precedentes para las instituciones locales y autonómicas: toda una prueba de fuego para aquellos primeros ayuntamientos democráticos y las instituciones del recién estrenado Gobierno vasco. Aquellos fue, sin duda, uno de los peores momentos que tuvieron que afrontar no solo las instituciones sino toda la sociedad vasca", añade Zubiaga. Una sociedad que reaccionó de inmediato, solidariamente para ayudar, colaborar y contribuir en las tareas de rescate y en las posteriores labores de reconstrucción de las zonas afectadas. La sociedad afrontó esta tarea sin contar con información ni con apenas herramientas.

"Se presentaron con más voluntad que medios, sin estructuras de coordinación, sin planes de emergencia, sin previsiones meteorológicas y sin medios de telecomunicación. Pero con una marea de agua de entre 3 y 5 metros, con decenas de vehículos arrastrados, vagones de tren arrancados de la vía, una embarcación que hacía las labores de sede de capitanes de la marina mercante que rompió amarras y estuvo a punto de chocar contra el puente de Deusto. A pesar de todo esto nos levantamos y, 30 años después, estamos mejor, más fuertes y Bilbao es hoy una referencia internacional", señala Tomás del Hierro, concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Bilbao.

Las inundaciones de 1983 fueron un máster para los servicios de emergencias y protección, los cuerpos policiales y los bomberos de la época. Se trató de un fenómeno absolutamente anormal, con intensidades de precipitación sumamente altas, con un periodo prolongado de precipitación, extensión geográfica extraordinaria, y cuya génesis fue totalmente anómala e impredecible. Cayeron 600 litros por metro cuadrado en apenas tres días, en 24 horas se registraron 503 litros por metro cuadrado en la estación de Larraskitu. "Sin embargo, hubo dos circunstancias favorables, sobre todo, para la evacuación de los ríos: una, que las riadas no coincidieron con las mareas vivas; y dos, que no se registraron fuertes vientos que generaran olas", argumenta Ricardo Olabegoya, director de Protección Civil del Gobierno vasco en 1983.

En Bilbao se mezclaron cuatro condicionantes. En primer lugar, que la ciudad estaba de fiesta "era el viernes, el día grande de Aste Nagusia, cuando más gente hay", recuerda Andoni Oleagordia, director del Área de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Bilbao. En segundo lugar, que muchos efectivos de salvamento y rescate se encontraban en Gipuzkoa, donde las inundaciones se produjeron un día antes. En tercer lugar, que gran parte de la población se encontraba de vacaciones. Muchos médicos, enfermeras, sanitarios, bomberos y policías no estaban de servicio, "aun así, todos acudieron a sus puestos de trabajo", indica Oleagordia. No hizo falta llamar a ningún profesional, todos se personaron en sus respectivos puestos para dar cobertura a las necesidades que iban surgiendo. Un ejemplo de ello fue el bombero del parque de Bilbao Chus Romero, quien con un año de experiencia en el Cuerpo, acudió al parque de bomberos "que por aquel entonces se encontraba en la calle Barroeta Aldamar" para ayudar en lo que fuera necesario. Cuando llegó, El Arenal y la zona del Ayuntamiento de Bilbao estaban inundados. "Nos encontramos que los compañeros estaban desbordados. No sabíamos ni qué hacer, porque era una situación totalmente inesperada. El problema que teníamos era el agua, pero no podíamos hacer nada. No podíamos achicar porque el agua seguía llegando", rememora el bombero.

Madriles Por ello, cuando la tarde del 26 de agosto de 1983 la ría se desbordó, miembros de Cruz Roja acudieron junto a los bomberos de Bilbao a rescatar a las personas que se encontraban en apuros en el Casco Viejo. "Nos ocurrió de todo. Recuerdo una intervención en particular con una persona muy querida en Bilbao, Madriles", recuerda Romero. Madriles era un sin techo, habitual de las Siete Calles que se dedicaba a vender cartón y al que los hosteleros invitaban a comer o le permitían pasar las noches en el interior de sus negocios. "El dueño de un bar le dejaba dormir en él, pero le cerraba la persiana por fuera. Nos avisaron de que el agua estaba subiendo y de que Madriles estaba encerrado en el bar, por lo que teníamos que ir a sacarle. Recuerdo que cogimos la embarcación de un compañero que vivía en la zona, una pequeña zodiac, y con unos remos nos metimos en el Casco Viejo", narra el ahora cabo de bomberos. Cuando luchaban contra la marea para llegar hasta el bar en el que Madriles estaba atrapado, una tromba de agua que arrastraba coches, fango, escombros y demás restos les llevó por delante. "A duras penas pudimos salvarnos saltando a los portales en la zona de las calzadas de Mallona. La embarcación se la llevó el agua y apareció días después en Getxo", explica Romero que, lamentablemente, no pudo llegar a tiempo para salvar a Madriles, quien se convirtió en una de las víctimas mortales de las inundaciones.