Es uno de los maestros de la pintura protesta de nuestro tiempo, un artista que trabaja desde el desencanto y la rabia, una plataforma desde la que han despegado grandes obras de arte. Les hablo del inglés Simon Edmondson que no busca el melodrama en su obra, sino ese desolado panorama de quietud que deja la ruina tras el paso de la tragedia. Así lo dice el propio autor que ayer no se acercó a la galería Lumbreras donde expone parte de su último trabajo porque hoy estrena en París. Ruinas y decadencia, insisto. Y muy poca presencia humana aunque el cuadro más reseñable de la muestra (en tamaño, seguro; y en calidad, según los peritos, también...), Table, represente una mesa redonda en la que se sientan varios políticos, con una pieza de carne putrefacta descuartizada en el centro. "No es mi intención denunciar", ha repetido más de una vez el artista. No lo será pero ese cuadro es un puro grito de indignación, una pancarta que encabeza una imaginaria manifestación de protestantes, dicho en el sentido menos religioso del término.
Contrasta esa puñetazo con el viaje que el pintor Antón Hurtado emprende en la planta baja, en una muestra titulada Camino de Santiago y otros parajes donde cada leve acuarela está espolvoreada con citas de dos libros de viaje que han acompañado a Antón en esta singladura: Un lugar tan hermoso de Fabrizio Rondolino, y Seda, de Alessandro Barico. El artista, que cuenta con su cuartel general en un pueblo llamado Milagro, allá en la ribera navarra, ha recreado un camino visual muy llamativo, digno de recorrer con la mirada.
Con semejantes imanes, la galería que dirige Juan Manuel Lumbreras se convirtió ayer en un polo de atracción para las gentes del arte. Así, la visitaron, entre otros, Julio Ortún, quien expone desde mañana en el Museo Marítimo Ría de Bilbao; los hermanos Fernando y Vicente Roscubas, Alberto Palomera, Iñaki Zaldunbide, Gerardo Fontanés, Marisa Zurdo; la directora de la Agrupación de Acuarelistas Vascos, María Eugenia Luzarraga, José Luis Merino, pionero en las artes galerísticas de la villa, la legendaria sala Grises; el fotógrafo Mikel Alonso, Alberto Ipiña, Begoña Bidaurrazaga, Leonardo Gil, Susana Sota, Javier Otxoa, Loli Martínez, Leopoldo Antón, hermano del acuarelista expositor, María José Darriba, Maite Viñas, Javier de la Fuente, Tomás Uribe-Etxebarria, Ander de Arambalza, Begoña Bilbao Antepara, Concha Badiola, Javier Rebollar, Joseba Aranguren y una legión de nombres propios que disfrutaron arriba y abajo, entre el artista gruñón y el artista sensible, en una tarde mágica.