ESTA historia comenzó en 1985", cuenta Segundo Gómez Arce, calderero de profesión y constructor de velocípedos, triciclos y bicicarros en sus ratos de ocio. Ese año, con motivo de la celebración del Día de la Bicicleta en su pueblo, Maliaño (Cantabria), Segundo ganó el primer premio del concurso que distinguía el modelo más original. "Lo único que hice fue transformar una vieja bicicleta para dar un poco de ambiente a la fiesta", señala. Tras esa primera experiencia tuneadora, le entró el "gusanillo" de tal forma que desde entonces no ha parado de diseñar y fabricar bicicletas antiguas. Actualmente tiene 18 modelos, con los que llegó a abrir un museo en Maliaño. Todas las bicicletas han sido construidas a partir de dibujos y fotografías de viejos libros y revistas. "No son réplicas exactas, son copias", aclara para no defraudar a los visitantes. Aun así, parecen modelos auténticos diseñados en vetustos talleres del siglo XIX. Y si no, compruébenlo en el centro comercial Zubiarte, donde toda la magia del arte de la bicicleta de Segundo Gómez estará expuesta hasta el próximo día 23.
"Como soy un culo inquieto, siempre estoy haciendo cosas, restaurando cosas antiguas". Así justifica Segundo su incansable actividad como mecánico ajustador en su trabajo y su faceta como artesano de la bicicleta o restaurador de coches y motos clásicas. No duda en enfrascarse con un modelo de velocípedo de 1880 después de estar más de diez horas con el soplete en la mano en el taller donde desarrolla su oficio de mecánico-ajustador. "Es que si una cosa te gusta, sacas tiempo de donde sea", dice. Además, confiesa que disfruta con su hobby porque "me relaja y me evade de los problemas del trabajo". El diseño de bicicletas antiguas lo descubrió tras construir hace más de veinticinco años un velocípedo, modelo Penny Farthin de acero inoxidable, inventado en 1870 por el inglés James Starley. Lo presentó también el Día de la Bicicleta de su pueblo, y como gustó tanto, se animó a diseñar un modelo nuevo cada año. Cuando ya llevaba cinco bicicletas hechas, el Ayuntamiento se las pidió para "ambientar un evento deportivo", y él, gustoso, se las cedió. "Al verlas juntas y expuestas, me impacto tanto, que decidí abrir un museo", recuerda.
MUSEO El museo lo abrió en un local de su propiedad. Y allí fue colocando todos los artilugios rodantes que salían de sus libros y su imaginación. "No cobraba la entrada; entre semana lo abría de 8 a 10 de la noche, después de salir de trabajar, y los fines de semana estaba los sábados por la tarde y los domingos por la mañana". Así resume lo que fueron tres intensos años del Museo de la Bicicleta Segundo Gómez. Un proyecto que terminó por abandonar ya que su hija necesitaba el local para montar un negocio. Fue una pena porque él disfrutaba mostrando sus creaciones. Y en ese momento de la conversación es cuando sale su único reproche hacia el Ayuntamiento de Maliaño. "Yo creo que se debería haber estirado un poco más para mantener el museo", señala. Pero Segundo no se dio por vencido. Quería dar a conocer su obra. Así que ofreció su colección a interesados en exposiciones itinerantes. No le ha ido mal desde que puso en marcha la idea, hace ahora ocho años. "A partir de la primera exposición que hice en un centro comercial, se fue corriendo la voz y me fueron llamando", dice. Aunque también reconoce que es muy sacrificado porque supone un gran esfuerzo montar las exposiciones. Porque Segundo insiste en que "yo vivo de la calderería". A las exposiciones acude vestido de época, como aparece en la fotografía que ilustra la página, porque le gusta dar un "toque clásico". También le gusta atender al público cuando pregunta sobre la historia y las características de los diferentes modelos. Un pregunta que se repite es si funcionan y Segundo contesta rotundo: "Sí, todas". Siempre que salía una nueva de su factoría la probaba "dando una vuelta al Ayuntamiento el Día de la Bicicleta, aunque he de decir que en algunos tramos me tenían que empujar porque las cuestas son muy pesadas".
Artista Los 18 modelos que componen su colección han sido copiadas de dibujos y fotografías antiguas. "No son réplicas porque yo no tengo datos, ni medidas exactas", insiste, "por eso son bicicletas muy parecidas a las de aquella época, a las que yo siempre doy un toque personal". Todo un manitas, aunque él reste importancia a su habilidad. "Dicen que soy un artista, pero yo no me consideró así; yo solo soy una persona muy trabajadora que con los años he adquirido experiencia y al que coger un soplete y un tubo y hacer un manillar le resulta una cosa fácil".
En los últimos tiempos, tiene algo parada la factoría por culpa de un nieto de cinco años que le vuelve loco y le "roba todo el tiempo del mundo". "Ahora mismo he cambiado la preferencia", dice, "si no fuera por él, estaría haciendo una bicicleta nueva". Por eso tiene "muchísimas" ganas de jubilarse. "No me va a sobrar tiempo", pronostica, porque tiene muchos proyectos en la cabeza. Desde divertirse con su nieto hasta construir más bicicletas y restaurar motos y coches clásicos. Porque a él le apasionan "todas las cosas antiguas". "Considero que todo lo antiguo es más bonito que lo de ahora", sentencia. Lleva desde los 14 años trabajando, por lo que cree que ya se merece un parón laboral. Lo que apenas hace es andar en bicicleta, de la que siempre ha sido un gran aficionado. No le importa. Disfruta fabricando velocípedos por los que le han llegado a ofrecer mucho dinero. Pero él no quiere. Es un clásico nostálgico.