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Alas para el vuelo raso

Alas para el vuelo rasofoto: david de haro

Ella busca alas para el vuelo raso de los coches -primero karts y, con el tiempo, vehículos de mayor voltaje...- sobre el asfalto. Ella es Zihara Esteban, la única mujer piloto en la Nascar europea para 2013, una Fittipaldi envenenada por el olor a gasolina que respiró desde su niñez y por una ambición voraz que se esconde en una frágil apariencia. En sus manos ha caído uno de esos tan anhelados volantes de la velocidad. Es curioso el interés que se ha despertado en los últimos años por los deportes del motor. Hace algo más de una década preguntabas qué era un pit stop y la mitad del muestreo de la encuesta te respondía que un perro de raza. Hoy esas paradas en boxes (otro argot que recuerda a nombre de can...) se esperan con ansia, como puntos cruciales en el desenlace de una carrera de Fórmula 1.

Zihara se ha hecho nombre en un mundo de hombres y el año que viene disputará la Nascar europea, una de esas competiciones donde se forjan y foguean los grandes pilotos del futuro. Está previsto que recorra Europa Occidental -Francia, Italia o Inglaterra pondrán a prueba sus destrezas al volante...- a bordo de un vehículo de la escudería Monlau, compartiendo coche con Javi Villa, el piloto asturiano que el pasado año se convirtió en el campeón junior de esta misma competición. Ella correrá como rookie en las series Open y él como un piloto más bragado y curtido, entre la élite.

Al abrigo de su apuesta por la igualdad de género (hombres y mujeres sin distinción, vienen a decir...), Bizkaired, la asociación de empresas vizcainas en red que preside Igor Vega, acompañó ayer a Zihara en su presentación en público, celebrada en el hotel Carlton, con el vehículo aparcado en la rampa de exteriores. Como era de esperar, una nube de gente se arremolinó alrededor del coche, fotografiándolo como si fuese una estrella del rock.

Entre los curiosos, Javi Martínez ("por favor, ahórrese cualquier comentario o comparación con el monstruo de Múnich", pidió el joven, a la vista hastiado de las burlas por la coincidencia...), Iñigo Igartua, Mikel Salazar, Ander de las Heras, Aitziber Alkorta, Aitor Zulueta, Jon Barrenetxea, Juankar Alonso, Iñigo Pereda, Carlos Bilbao, Diego Torres, Arantza Arteaga, Iñaki Cal, Saray Martínez, Bixente Ormaetxea, Carmen Bilbao, Txema Olabarria, Kirmen Azkarate y un buen número de jóvenes que miraba las líneas maestras del vehículo y su interior, blindado con un cruce de barras de protección. La fascinación por la tecnología es uno de los santo y seña de nuestra época. Tanto, que Zihara casi pasaba desapercibida ante ese animal motorizado exhibido a plena luz del día.

He dicho casi porque sí hubo gente que se acercó a celebrar el arranque de esta aventura. Desde Virginia Tamayo y Alicia Pastor hasta los padres de la piloto, José Esteban, antiguo piloto, y Ainhoa Anitua, pasando por el presidente de la Federación Vizcaina de Automovilismo, Iker Torrentegi, Izaskun Ibáñez, el joyero Romualdo Doistua, Ángel Sanmamed, alma, corazón y vida de Los Arcos de Quejana; Roberto Méndez, Ricardo Torres, Jesús Durán, el director del karting PCR, quien vio a Zihara en sus primeros pasos automovilísticos; el mago Valentín Moro, Sonia García, Borja Balparda, Karlos Uraga, Ángel Tapia, Aritz Navarro, Aitor Jauregi o el director del hotel, Alberto Gutiérrez, encargado de que no faltase nada en la celebración.

Allí se escuchó la historia de Zihara, su descubrimiento de la pasión por los karts a los 13 años y los quince podios que conquistó en apenas dos años. Aquel histórico segundo puesto en la Red Bull Kart Fight de 2011 y sus dos participaciones en la Nascar europea -en las citas de Tours y Valencia-, donde se batió el cobre como una jabata.

Como antídoto a los estruendos del motor bien pudiera servirse el libro Inteligencia Musical de Iñigo Pírfano, director de la Orquesta Académica de Madrid, así como filósofo, conferenciante, ensayista y emprendedor, tal y como reza su currículum. La puesta de largo tuvo lugar ayer en el hotel Abando y ejerce, como digo, de contrapeso a tanto rugir de los motores.