Bilbao. Diva es testaruda como una mula y Zenon un glotón sin límites. Son los únicos defectos que tienen, porque por lo demás son todo virtudes. A saber: inteligentes, trabajadores, dóciles, sociables, humildes, buenos, cariñosos…Solo les falta hablar, pero tampoco lo necesitan. Se comunican con un gesto, una mirada o un simple movimiento. Aunque no lo parezca, Diva y Zenon son dos perros, dos guías de la ONCE expertos en sortear obstáculos. Ellos han cambiado la vida de personas como Agustín y Balbino, dos ciegos que pasean seguros por las calles de Bilbao gracias a su compañía. En Bizkaia hay veinte perros-guía como Diva y Zenon y una lista de espera de ocho personas dispuestas a cambiar el bastón por un lazarillo. Pero detrás de este servicio que presta la ONCE a sus afiliados hay todo un largo proceso de entrenamiento, tiempo e inversión en las instalaciones de Boadilla del Monte, en Madrid.

Allí, en la sierra madrileña, tuvieron que permanecer Agustín y Balbino durante tres semanas en régimen de internado para adaptarse a Zenon y Diva, respectivamente. Cada uno lo hizo en una época diferente, pero las sensaciones fueron muy parecidas. "Todo el tiempo estábamos trabajando con el perro", recuerda Balbino, "para que la adaptación fuera lo más rápida posible". Una vez finalizado el curso de adiestramiento, llegó la hora de la verdad, volver al domicilio habitual con el perro y una advertencia. "En Boadilla te decían muy claro", cuenta Agustín, "el perro está enseñado en las cosas básicas; si las mantienes harás de él un buen perro, pero si no, en tres días no valdrá para nada". Así que con ese mensaje, Agustín y Balbino comenzaron a pasear con sus perros-guía por Bilbao.

Balbino, que vive en Olabeaga, lo recuerda como una etapa plagada de nervios. "Al principio no sabes cómo va a reaccionar el perro, si te va a obedecer o no", dice. Por eso, para que fuera más llevadera la adaptación, un instructor de la ONCE les acompañó durante dos días "para hacer las rutas habituales". Pero a partir de ahí se las tuvieron que ingeniárselas solos. Pero de eso ya ha transcurrido bastante tiempo.

Movilidad En el caso de Agustín, trece años, ya que primero tuvo a Suso, ahora jubilado como perro-guía, y actualmente a Zenon. Balbino, por su parte, lleva cuatro años y medio con su inseparable Diva. Durante estos años Agustín y Balbino han perdido el miedo a salir solos por las calles de Bilbao. "Yo voy a todos los sitios, no tengo límites", afirma muy seguro Balbino. Y Agustín lo confirma y añade: "Yo viajo con el perro a cualquier lugar, en avión u otro medio de transporte". Los dos son conscientes de que estos perros han mejorado su calidad de vida. "Son nuestra libertad, nuestra independencia y nuestros ojos", afirma Agustín.

Aunque ambos tengan en común la ceguera y la utilización de perros-guía, sus historias son diferentes. Agustín, con 67 años recién cumplidos, supo desde joven que iba a tener problemas de visión, aunque no pensó en un principio que se quedaría ciego. A los 20 años comenzó a tener los primeros síntomas de la retinosis pigmentaria que padece. "En los sitios oscuros veía mal; en los cines, por ejemplo, entraba y si no venía el acomodador me desorientaba", recuerda. A pesar de ello, pudo estudiar Náutica y navegar durante diez años. No le retiró del mar la visión sino "las obligaciones familiares". Tuvo la suerte de encontrar trabajo en tierra, en la antigua Caja de Ahorros Municipal de Bilbao. Y allí estuvo hasta que "no podía leer documentos ni salir a la calle". Ante esa situación, le dieron la incapacidad. Tenía 43 años. "Fue una decisión dura, pero como soy bastante camaleón, me acostumbré a la nueva situación", afirma. Se metió de lleno en la ONCE. Estuvo durante diez años ostentando cargos directivos hasta que decidió dejarlo para dedicarse a su actividad actual: jubilado. En cuanto a sus problemas de movilidad, como su pérdida de visión fue progresiva, también pasó por distintas épocas. "Primero iba sin bastón", señala, "pero era demasiado estrés, luego estuve unos años con bastón, pero yo siempre supe que la solución era el perro".

Ceguera Balbino, de 65 años, se quedó ciego de la noche a la mañana. "Un día comencé a chocarme con el compañero de trabajo que estaba junto a mi y yo le decía, qué pasa, que no me ves, pero el problema es que yo no le veía a él", relata. Otro día, mientras comía, tiró todo el agua sobre la mesa porque no acertó a servirla en el interior del vaso. Asi que ante tales desvaríos, acudió al médico. "Fui al oculista y me dijo: vete al hospital que estás muy mal". En el hospital le diagnosticaron glaucoma. Un ojo, el izquierdo, lo tenía perdido, y el otro le operaron. Le dejaron un resto visual mínimo del 0,1%. Tenía entonces 54 años. Le dieron la incapacidad. Posteriormente, un infarto hizo que tuviera que volver al hospital y allí una enfermera le dio un buen consejo: "Vete a la ONCE que hacen cosas buenas". No lo dudó, fue, se afilió y ahí sigue, participando en todas las actividades que puede. Y en la ONCE se enteró de que había perros-guía. "Presenté la solicitud y me aceptaron", señala. Aun así, tuvo que esperar casi cinco años para verse paseando con Diva.

Ambos tuvieron que pasar pruebas psicotécnicas y físicas hasta que fueron declarados aptos para tener un perro-guía. Pero una vez superado el informe, solo era cuestión de esperar. A Agustín, que lo solicitó mucho antes que Balbino, le dieron la oportunidad de tener un perro criado en Estados Unidos, pero prefirió esperar la llamada de Boadilla del Monte. Primero tuvo a Suso y ahora a Zenon. Con los dos ha tenido las mismas vivencias y sensaciones. "Son perros muy tranquilos que tienen un gran comportamiento social, pero no hay que molestarlos porque cuando van con nosotros están trabajando", resalta Agustín. Y ese es el gran problema con el que se enfrentan normalmente los ciegos que pasean con perros-guía. "Yo, a diario", señala Agustín, "en el paseo que hago por Abandoibarra me vienen una media de cinco perros a saludar". "A molestar", apunta Balbino. "La culpa no la tienen los perros, sino los dueños", señalan los dos al unísono, "ya que deben llevar los perros atados". Por eso hacen un llamamiento a los dueños de los perros: "Cuando vean a un ciego con un perro, que no les dejen a sus mascotas acercarse."

Razas Por lo demás, ellos mismos destacan que no suelen tener problemas a la hora de acceder a los espacios públicos. Bueno, siempre y cuando Diva, que es terca como ella sola, se niegue a entrar en algún establecimiento. Esa es una de las características de los golden retriever, la raza de Diva. "Los golden son cabezones", asegura Balbino, "como Diva, que si no quiere ir por un sitio, al final obedece pero de mala gana y yendo un rato de mala leche". El "inconveniente" de Zenon, como buen labrador, es que "es muy ansioso con la comida". "Como te dejes el cubo del pienso abierto es capaz de comérselo todo hasta reventar", señala Agustín. Para ilustrar el carácter glotón de los labradores, Agustín cuenta que "si voy paseando por una acera y en la línea del perro hay un trozo de pan y en mi línea una farola, yo suelo decir que él se come el pan y yo la farola". Humor no les falta a estos dos ciegos que todos los días salen a la calle con los ojos de Diva y Zenon.