El jardín de las delicias

No se oculta en la trastienda la mano de Hieronymus Bosch, El Bosco, porque las destrezas del viejo holandés no pasaban por las kokotxas al pilpil ni las croquetas de setas y gambas. Y, sin embargo, allá en el número tres de la calle Egaña (la calle de mi infancia, allá donde aún vive mi madre, María Ángeles Fuentes y donde aún se añora a mi padre, José María Múgica...) florece un jardín de las delicias. Hay más semejanzas de las que saltan a la visa su comparamos el cuadro de ese mismo nombre pintado hace casi 500 años y el nombre del local que hoy riega estas paginas: Las delicias de Egaña. No en vano, el viejo Hieronymus trabajó de manera pertinaz sobre una idea: la Humanidad que incurre en el pecado. Y a eso mismo, a la lujuria de la gula invitan Florentino Martínez, sillón Sangre en la Academia del Cerdo Txarriduna, propietario de las Carnicerías Rodo del mercado La Ribera e histórico matarife de la bilbaina plaza de toros de Vista Alegre, y Amaia Calvo desde la tienda de comidas para llevar con la que pretenden competir, en sana armonía, en la mismísima Avenida del Pollo de Bilbao, una de las calles con más personalidad de la villa. Junto a ellos, sus hijos Iñigo y Laura Martínez se movían ayer orgullosos y atentos al son cantarín del txistu de Mikel Bilbao, un herrero musical, capaz de poner suelas de armonía.