COMO un personaje de cómic, el plentziarra Errapel Netxes vive una doble vida que alcanza su apogeo enfrentado a la cámara. El trance televisivo le transforma en un dominador del tiempo y el espacio, inmune a la presión de las masas y al destino caprichoso de los hados de la fortuna. "Noto la adrenalina, la tensión, el cosquilleo por el cuerpo. Es mi gran afición, me siento bien y feliz", relata este especialista de los concursos con más de 30 programas a sus espaldas.

Su trayectoria laboral discurre entre trabajos variados en un supermercado y en un hospital de celador. Su destino final es el Puente Colgante, donde atiende a usuarios y turistas desde la tienda. "Haces de todo y si tienes que contar a un visitante la historia del puente lo haces", resume.

Su perfil laboral discreto no impide que su figura despierte en ocasiones cierto revuelo en la calle manifestado en cuchicheos y cotilleos. Su rostro proyecta la notoriedad difusa de la imagen tras haberse colado de rondón en el hogar de miles de personas a través de los concursos.

"Notas conversaciones y que la gente se te queda mirando. Tu cara suena y la gente no sabe muy bien de qué", apunta. Lo cierto es que en el mundo de los concursos se ha hecho su hueco compartiendo minutos de gloria con las estrellas de la televisión. Las escenas se aparecen en su televisión de gran tamaño de la mano de las grabaciones de DVD que le muestran junto a Carlos Sobera.

El plentziarra no pierde el paso al presentador y se desenvuelve con una sonrisa de anuncio dentífrico. Son ya cinco participaciones en las que resiste a los contrarios y ya se adueña un poco del escenario. "Son ya tantas cosas que he dicho en tantos programas que voy a saludar", comunica en su presentación.

Su casa actual en Derio recoge su rastro televisivo con instantáneas de camaradería con presentadores como Jorge Fernández. "Es majísimo y supersocial", describe. También guarda un buen recuerdo de otros grandes presentadores vascos como Ramón García -"es tal y como se ve"- o Carlos Sobera. "Es muy bonachón y próximo, me lo llevaría de copas", apunta.

Concursos indispensables

Su recorrido incluye algunos de los concursos indispensables en las hemerotecas de televisión como El precio justo, ¿Qué apostamos?, La ruleta de la fortuna, Date el bote o No te rías que es peor. Precisamente, este último concurso fue uno de los que más le puso a prueba por el asedio del equipo de cómicos integrado por Pedro Reyes o el señor Barragán. "Me resultó muy duro porque a mí todo me hace gracia", señala.

Su fascinación por los concursos se inició en el mítico Un, dos, tres. "Allí empezó este tipo de programas. Ya entonces de niño me preguntaba por qué no podía estar yo al otro lado de la pantalla", recuerda. Su bautismo se produjo a nivel local por un enfrentamiento televisivo entre Plentzia y Gorliz en el desaparecido programa Herriko Plaza de la ETB. A pesar de que su grupo perdió, ganó su primer premio, un viaje sin el glamour de los grandes concursos, pero un premio al fin y al cabo: Logroño.

En cualquier caso, la toma de contacto le sirvió para descubrir un mundo fascinante. "La tele no se parece nada a lo que emite. Te choca el tamaño del estudio, mucho más pequeño que lo que se ve", apunta. Lejos de perder atractivo para sus ojos, la convivencia en el frenético entorno televisivo acabó por cautivarle. "Es una experiencia que permite salir de la monotonía", señala.

Errapel se muestra impresionado por la maquinaria detrás de las cámaras que asegura una presentación perfecta. A ese respecto, se deja seducir por las imperfecciones de la fábrica de la tele, que en las distancias cortas revela una cercanía desconocida.

"No paras de sudar por los focos y los presentadores se equivocan muchísimo", señala. La complicación del rodaje prolonga las grabaciones con sesiones maratonianas, siete horas para una emisión de una. Este concursante lo asume con deportividad porque saborea el momento.

En su aceptación influye el trato VIP que recibe como miembro del concurso, con billete de avión pagado y taxi a la llegada al aeropuerto además de un hotel de gama alta. "Te tratan de maravilla", destaca.

Errapel se ha especializado por la virtud intangible de su idilio con la cámara. "Tienes que dar bien en la tele", señala. El plentziarra se ha desvelado como una apuesta segura de las productoras por su fiabilidad en el plató. "No tienes que tener mucha cultura ni poca. Necesitas desparpajo para dar mucho juego y no quedarte bloqueado", señala.

Sin embargo, antes de salir a escena se inicia la criba de los castings, más intimidatorio que los propios programas. "Te enfocan con una cámara y te dicen háblame de ti. Tienes que aguantar porque si duras poco", señala. A pesar de que las sesiones se transforman en un campo de minas para cazar, Errapel sobrevive aferrado al ingenio.

"Hay preguntas con doble sentido y allí tienes que ser intuitivo y espontáneo", resume.