Portugalete
como todos los días, Paco Maza fue el miércoles a pescar. El mismo lugar de siempre, cerca de las piscinas de Portugalete; las cañas que utiliza cada día y un cebo fresco. Nada le hacía presagiar que volvería a casa con un premio. Uno que no le entraría en la bolsa en la que transporta la pesca, cuando tiene suerte. Echó la caña a la ría, la de Bilbao. Esperó. Con la paciencia de un buen pescador. La paciencia de disponer de una mañana sin la presión del reloj. La presa picó. Y Paco acaparó todas las miradas del muelle jarrillero al sacar del agua un centollo de 3,365 kilos. "Menudo premio", aseguraba unos días después con el crustáceo ya en el estómago. "Nunca me lo habría imaginado", reconoce.
A las doce y media de la mañana, el langostino crudo que Paco utilizó como cebo caía en la boca del espectacular centollo. "Noté cómo algo había picado y comencé a recoger el sedal", cuenta eufórico por la captura. Pero la caña pesaba mucho y comenzó a pensar que se le habría enredado el anzuelo en algún objeto del fondo del mar. Seguía recogiendo el carrete, despacio. Impaciente. "No podía con la caña, pesaba una barbaridad", explica. Entonces, Paco, de 62 años de edad y una larga experiencia en el mundo de la pesca, miró a su alrededor en busca de ayuda. Y la encontró en tres vendedores ambulantes que se encontraban en el paseo de la villa, a los pies de la ría. "Había tres hombres al lado que se quedaron sujetando la caña, para que no se cayera", añade. "Fueron realmente amables al ayudarme porque si no…".
Subirlo a pulso Mientras tanto, Paco, con toda la fuerza que pudo reunir, comenzó a tirar del sedal, a pulso. "Era la única forma de sacarlo, así que comencé a tirar de él hacia arriba", relata. Y lo hizo así durante cuatro metros. A pulso. Cuando por fin lo tuvo en la mano, no se lo podía creer. "Abultaba todo mi cuerpo", describe. En cuanto lo posó en el suelo, el centollo de Paco comenzó a atraer todas las miradas. "A esa hora hay mucha gente en la calle y todos me miraban, se sacaban fotos con él...", recuerda, mirando las fotos que tiene en el móvil como recuerdo de su hazaña. "Pero tuve que guardarlo enseguida porque se movía tanto que se me escapaba otra vez para el agua", ríe, "y a estos no es fácil pescarlos".
Atrapar un centollo en la ría ya es una suerte. Pescar uno que sobre la báscula marque más de tres kilos redondea la hazaña. "Últimamente me acompaña la suerte", dice Paco, que también se llevó a casa ese día una lubina de tres kilos. "Los que vienen a pescar por esta zona suelen sacar centollos, pero muy chiquitines. Yo hace un año pesqué uno de un kilo", recuerda.
Y es que la ría tiene una fauna muy rica, con diferentes especies conviviendo en el fondo, entre las que se encuentran también los centollos, que encuentran suficiente comida bajo el agua de Bilbao como para sobrevivir.
No entraba en la bolsa El camino de vuelta a casa de Paco no fue discreto. No por él, sino por su compañero de viaje, que no cabía entero en la bolsa de pesca en la que lo transportaba, llamando la atención de todo el que se cruzaba con ellos por la villa. "Llevaba todas las patas del centollo por fuera y él se movía. Era un espectáculo", describe. Como buen cazador -la segunda afición del santurtziarra es la caza y la tercera, la cocina-, cruzó la puerta mostrando orgulloso su presa. "Saca ese monstruo de aquí", cuenta que le dijo su mujer cuando realizó las presentaciones formales. "Con lo contento que iba yo con mi centollo", afirma divertido.
Esa fue la excusa perfecta para que Paco agarrase a su mascota crustácea y preparase un banquete en el txoko. Su sabor lo describe con una sola palabra: "Riquísimo". "El que cogí la última vez, de un kilo, estaba muy vacío, pero este... Tenía muchísima carne y estaba muy buena", cuenta, acostumbrado a comer el pescado que, "últimamente con mucha suerte" captura cerca de la desembocadura de la ría . De la comida disfrutaron algunos amigos de Paco, unos pocos afortunados que aceptaron encantados su invitación "porque cocino muy bien, sobre todo la paella de marisco", afirma, rotundo. El premio más grande que ha recogido de la ría de Bilbao se esfumó en apenas unas horas, "aunque aún queda alguna pata", reconoce. Así son los cento-llos de la ría, de tres kilos y medio. Centollos, de Bilbao.