Apareció en escena Dani Martín de cuerpo entero (cabeza incluida, quiero decir...) y el auditorio del Palacio Euskalduna rompió en aplausos. No por nada, quien llevara la voz cantante de El Canto del Loco arrastra consigo una legión de seguidores que le acompañan como a un predicador en la montaña, vaya solo o acompañado. Ayer apareció, insisto, en solitario para presentar su disco Pequeño con el que ha conseguido agrandar su nombre en la corte de los reyes adolescentes. Pese a que son numerosas las voces críticas que se han alzado para acusarle de artista fácil -y no cabe duda de que toca ese registro que alcanza a los corazones aún en formación, máxime si uno firma e interpreta canciones con títulos tan merenguetes y blandiblús como 16 añitos o Los valientes de la pandilla...-, lo cierto es que el cantante tiene eso que se ha llamado, en tono despectivo, su público. Otro tanto ocurre, recordémoslo, con los escritores de best seller. A menudo se escucha, entre el gremio de letrudos, aquello de que "aplicándose la fórmula, cualquiera escribe un superventas". Me extraña que no lo hagan con lo que aprietan y aprietan las facturas a fin de mes, pero en fin.
Hecha la reflexión, habrá que contar lo sucedido ayer. En los preámbulos del concierto aún se escuchaban comentarios sobre la decapitación full vivida por el artista en El Hormiguero, el programa de Pablo Motos. Salvando la distancia, válgame Dios, aquel truco de magia interrumpido de manera abrupta cuando la cabeza del cantante caía sobre una bandeja recreó el fenómeno del lejano 30 de octubre de 1938, cuando Orson Welles y el Teatro Mercurio, bajo el sello de la CBS, adaptaron el clásico La guerra de los mundos, novela de ciencia ficción de H. G. Wells, a un guion de radio. En él se relataba la caída de meteoritos que posteriormente corresponderían a los contenedores de naves marcianas que derrotarían a las fuerzas norteamericanas usando una especie de rayo de calor y gases venenosos. El pueblo americano se creyó la ficción y se desató una alarma social de primera magnitud. Otro tanto ocurrió con la cabeza de Dani Martín en Facebook y Twitter, donde durante un tiempo se dio por cierta la muerte del autor.
A no ser de que se tratase de un fenómeno parapsicológico (no tengo claro que se pueda decir así...) propio del día de Todos los Santos, Dani Martín apareció vivo y coleando en el escenario del Euskalduna. Jalearon sus canciones diversas generaciones, aunque, para ser sinceros, el retrato robot del fan es mujer, entre 16 y 26 años. Eran mayoría.
Asistieron al espectáculo Beatriz Manrique, Inés Castro, Noelia Merelas, Igone Ortiz, Yolanda Ugarte, Cristina Martín, quien se ha memorizado ya ¡todas! las canciones del disco; Saioa y Naiara Beltrán, Miren Agirre, Irune Idigoras, Batirtze Montalbán, Jone Zamora, Maitane Pacheco, Olaia Laiseka, Nerea Heppe, Kepa Iruretagoiena, Aitor Iruretagoiena, Amalu Marcos, Idoia Amorós, acompañada por Lucía Salga, recién llegada de Lugo para vivir el concierto en primera persona del plural, Jaime Urrutia, Nagore Zarate, Nerea Amorrortu, Mikel Salcedo, Mirian Purroy, Sandra Atxalandabaso, Xira Martínez, Nerea Alonso, Gloria Escalza y un buen número de fans del artista.
Al calor de su música también se acercaron el que fuera alcalde de Bilbao, Josu Ortuondo, Fátima del Río, Carlos Isasi, Ane Igartua, Mabel García, Olaia Martínez, June Muñoz, Sandra Etxebarria, quien aguarda con expectación la presentación del libro Soñar no es de locos. Mi pequeño recorrido, la biografía del artista escrita por Javier Menéndez Flores, Bego Solabarrieta, Jone Salazar, Ana Marroquín, Karla Azkarate, Daniel Olmos, Joseba de los Santos, Beatriz Markaida, María José Zulaika, Arantza Postigo, Nekane Ortiz de Zarate y un buen número de asistentes que corearon las canciones durante toda la tarde. A eso había ido. A eso y para ver si había perdido la cabeza.