No pudo ser. David Rivas, el joven madrileño que una autoescuela vizcaina ha formado para poder conducir utilizando únicamente los pies, no logró superar ayer el examen práctico de conducción. La culpa la tuvo un ceda el paso en el alto de Artxanda, que David se saltó. Triste por no haber logrado su objetivo al primer intento, advierte ya de que no se dará por vencido. "Volveré para intentarlo de nuevo", prometía poco después de terminar el examen.
"Me da rabia porque ha sido en carretera, precisamente donde más cómodo y seguro me encuentro", se lamentaba nada más aparcar el coche de prácticas. El examen iba "perfecto", en palabras de su instructor, el director de la autoescuela Irrintzi José Mari Andrés, hasta que, en una incorporación en la subida de Santo Domingo desde el Txorierri, David Rivas -que nació sin brazos y ahora ha aprendido a conducir utilizando un sistema de joystick que maneja con sus pies-, superó el ceda el paso en lugar de detenerse en el, obligando al vehículo que circulaba por la carretera a frenar. "Lo ha visto, ha dudado, incluso ha hecho amago de frenar. Es un punto donde bastante gente suspende. Ha sido algo claro, no tiene más vueltas", explicaba José Mari.
Y eso que, hasta ese momento, el examen había ido sobre ruedas. David se presentaba media hora antes del examen en el Parque de Doña Casilda, donde había sido citado. Solo el cigarrillo que apuraba tras sus gafas de sol dejaba traslucir los nervios previos al examen que él mismo confesaba. Horas antes, incluso había atendido a los numerosos medios de comunicación que querían hablar con él tras la publicación en DEIA ayer de su historia. Concedió entrevistas, posó para los fotógrafos, mostró a las cámaras el sistema de adaptación con joystick del coche de prácticas... "No me gusta demasiado, pero sé que puedo ser un ejemplo para más gente", explicaba, algo abrumado por la expectación que había provocado. Concentrado en la prueba que le esperaba poco después, incluso se olvidó de las zapatillas -que se quita para poder accionar los mandos del coche con sus pies- en la acera junto a San Mamés. "No nos hemos dado cuenta hasta que hemos parado para ir a tomar una coca-cola. Menos mal que seguían allí", relataba, entre risas.
"Tranquilidad" Había dormido poco, apenas cuatro horas, con los nervios lógicos de ese primer examen práctico de conducir. A las dos de la madrugada todavía seguía con los "ojos como platos" y para las siete de la mañana estaba en pie. Un café con leche rápido -"no me entraba nada más en el estómago", sonreía, nervioso- y a la calle para realizar unos recados. Se sentía optimista, seguro de sí mismo, confiado de que podía superar la prueba. Tanto, que incluso reservó una noche más, la de ayer, en el hotel de Basauri donde se aloja con su pareja, Bea, con la intención de salir hoy hacia Madrid, donde reside. "Si apruebo habrá que celebrarlo como se merece, ¿no?", bromeaba.
Minutos antes de la prueba, José Mari le daba las últimas instrucciones previas a la llegada del examinador. "Ante todo, tranquilidad. Y observación, nos van a exigir mucha observación. Ya no hay más presión, no tienes que demostrar más que lo que has aprendido hasta ahora", le insuflaba ánimos. Él mismo se confesaba nervioso, pese a la confianza plena en las posibilidades de David. "No lo puedo evitar. Llevo años dando clase y no te acostumbras. En el fondo, es como si se examinara también una parte de ti", admitía.
Y a las 13.30 horas, puntuales como un reloj, salían del parque de Doña Casilda con el examinador en el asiento trasero. Por la Gran Vía, tomaron la rotonda del Sagrado Corazón y bajaron por el puente de Euskalduna, atravesando Deusto y San Inazio. David conducía seguro, atento al tráfico. "Ha ido con seguridad, comprobando, valorando, manteniendo las separaciones...", enumeraba José Mari. Incluso le dio tiempo a frenar ante un vehículo "que se metió antes de lo que debía" en la rotonda de Enekuri, antes de poner rumbo al corredor del Txorierri. Hasta que, en la incorporación a la subida de Santo Domingo, se topó con el fatídico ceda el paso. "He salido bien, con velocidad, pero el otro coche venía muy rápido. Me he dado cuenta enseguida, no es que no haya visto la señal. En cuanto he visto al otro coche pegarse a mí, he pensado la he fastidiado", explicaba tras bajarse del coche. Una pena, porque apuraban ya los últimos minutos de la prueba, pero el examinador no le perdonó que el vehículo que circulaba por la carretera tuviera que haber frenado tras su incorporación. "Significa que no le ha cedido el paso y es un motivo de suspenso claro, el típico me da tiempo...", admitía José Mari con pena.
Eso sí, el instructor y director de la autoescuela Irrintzi se mostraba convencido de que, si no ha sido a la primera, David aprobará el examen la próxima ocasión. "No tiene la obligación, como no la tiene nadie, de aprobar a la primera. Lo sacará a la segura, porque domina muy bien el coche", afirmaba. "Ya, pero sacarlo a la primera era un reto", contestaba David, apesadumbrado. "Bea -su pareja- ni siquiera se lo creía cuando la he llamado, pensaba que estaba de cachondeo. Fíjate la confianza que tenía en mí...". Eso sí, no se da por vencido, ni mucho menos. "Ahora no me puedo echar atrás. Volveré para intentarlo de nuevo", promete.
"No sé cuándo" Lo que no tiene todavía decidido es cuándo. Y es que, además del importante desembolso económico que tiene que asumir cada vez que se desplaza a Bilbao - "unos 400 euros entre gasolina, peajes, alojamiento, comidas..."-, David ha apurado gran parte de sus días de vacaciones para conseguir sacarse el carné de conducir. Se pasó todo el pasado mes de marzo en Basauri, donde está la autoescuela Irrintzi, preparando el examen teórico y recibiendo clases prácticas de forma intensiva. "A ver cómo lo podemos organizar, porque apenas me quedan días libres. Estaban todos los tiempos coordinados para haber aprobado a la primera. Venir otra vez supone, al menos, pedir dos días libres más en el trabajo", afirmaba.