TE echaremos de menos". "Gracias profe por ser paciente y enseñarme con amor". Estas son algunas de las cariñosas perlas que los alumnos de 5º de Primaria del Colegio Trueba le brindaron a Rosa el último día de clase, el pasado miércoles. Se las dejaron escritas en la bata que ha utilizado este curso y que previamente la habían conseguido con la complicidad de otros profesores. "Fue una sorpresa; la guardaré con mucho cariño", cuenta todavía emocionada. Rosa cerraba ese día un ciclo de su vida dedicado en cuerpo y alma a la enseñanza. Durante 40 años ha ejercido el Magisterio en el primer centro escolar bilbaino que abandonó el casco urbano para trasladarse a Artxanda. "He sido feliz en la profesión y en la vida", dice Rosa a la hora del balance . A partir de ahora se abre un nuevo mundo para ella que no piensa desaprovechar. "No me voy a quedar quieta en casa", advierte.
Rosa siempre quiso ser maestra. "Desde pequeña tuve claro, no se si es porque me gustaban los niños, que ésta iba a ser mi profesión", explica sobre su prematura vocación. Así que tras completar el Bachillerato en el colegio El Pilar de Indautxu se matriculó en la Escuela de Magisterio, "en La Normal de Deusto". En junio finalizó los estudios y en septiembre ya estaba trabajando en el Colegio Trueba. "En aquellos años, principios de los setenta, este era uno de los mejores colegios de Bilbao, estaba en un sitio privilegiado y tenía piscina", dice orgullosa. Tenía 20 años y se enfrentó a 50 alumnos, "algo impensable ahora". Y recuerda el primer día de clase como si fuera hoy. "Únicamente me hacía preguntas: ¿será verdad? ¿será posible que he conseguido lo que quería?". También le entraron dudas sobre si "valdría para el Magisterio". Pero se disiparon enseguida, ya que vio que "no me había equivocado". Pasados los primeros años de rodaje, la ilusión y el empuje de Rosa también fueron determinantes para que un reducido grupo de profesores, 12 y otros tantos trabajadores del centro, constituyeran en 1984 una cooperativa para hacerse cargo del colegio después de que el propietario liquidara la sociedad por jubilación. "Fue una decisión difícil y arriesgada porque tuvimos que poner dinero, pero creo que acertamos porque hoy en día somos más de cincuenta cooperativistas y el colegio está asentado con algo más de ochocientos alumnos".
Educación Durante todo este tiempo ha sido testigo privilegiada de la transformación del sistema educativo... "y de la sociedad". "El cambio ha sido total", dice, "pero no sólo en educación, sino en las familias y en los niños". Rosa cree que los alumnos "ahora lo tienen más fácil porque los padres son más permisivos, les dan todo lo que piden y no se les inculca la cultura del esfuerzo". Aunque reconoce que los alumnos son "más cercanos" "y no como hace 40 años, en tiempos de la dictadura, que cuando entrabas en clase se ponían todos de pie". Esa cercanía tiene, a su juicio, cosas buenas "porque los alumnos te cuentan cosas como si fueras su segunda madre", pero también inconvenientes. "A veces te pueden tratar como a una colega y eso tampoco es bueno, ellos deben saber dónde está la barrera".
Rosa siempre ha dado clases en Primaria y con los años se ha especializado en Lengua y Matemáticas. "Las dos me gustan mucho", señala, "pero quizá un poco más Lengua castellana porque, como con el euskera se estaba olvidando un poco, tenía que haber alguien para que incidiera más en ella". Su mayor satisfacción siempre ha sido "el reconocimiento de los niños", sobre todo el que le mostraron el último día de clase. "Decir que te van a echar de menos y que te van a recordar, viendo cómo lloraba la mayoría, es algo que no podré olvidar". Reconoce que ese día fue al colegio "preparada para no emocionarme, pero acabé llorando como una Magdalena".
jubilación El Colegio Trueba ha sido fundamental en su vida tanto desde el punto de vista profesional como personal. Durante el proceso de separación que vivió hace muchos años el trabajo y los compañeros le sirvieron para "no hundirme". "Me involucré mucho y esa fue mi salvación". Así que durante 17 años fue jefa de estudios, hizo lo indecible para reabrir la piscina, que estuvo unos años clausurada, y consiguió abrir una escuela infantil en el centro, que hoy en día es "la cantera" del colegio.
Rosa tiene muchos planes para el futuro: nadar, viajar, cuidar a los nietos... y "meterme en alguna colaboración relacionada con las personas mayores". Lo único que tiene claro es que no se va a quedar quieta en casa. "Quiero hacer cosas", dice, "devolver a la sociedad lo que a mí me ha dado". En el colegio Trueba va a dejar huella y continuidad en la saga, uno de los hijos también es profesor. Y su máxima ilusión es que sus nietos acaben el Bachiller en el colegio y disfruten tanto como ella lo ha hecho durante 40 años.