C UENTA la historia que la camisa, tal y como es conocida en la actualidad, proviene de principios del siglo XX, aunque a finales del XIX, ya se registrase en Inglaterra la primera camisa abotonada. De ese mismo libro de los hechos prodigiosos se extrae también el porqué los hombres abrochan de izquierda a derecha y las de las mujeres en sentido contrario. Los primeros lo hacían por herencia de otras tiempos y otras prendas de botonadura, cuando era preciso tener libre la mano diestra para sostener la espada mientras se soltaba con la zurda; en el caso de las mujeres, porque estas solían sostener al niño con la izquierda y desabotonar su camisa o blusa con la derecha.
Ya entrados en el pasado siglo, la camisa blanca, símbolo de la aristocracia al ser los nobles los únicos capaces de mantenerla limpia, cedió paso a las terribles camisas de colores: así pueden leerse páginas horribles de la historia a través de los camisas negras italianos (que a su vez tomaron la idea de los camisas rojas que impulsaron la Unificación Italiana a las órdenes de Garibaldi). Hubo, además, blackshirts en Inglaterra y camisas negras -y pardas...- en las SA nazis alemanas y en Finlandia. Más de cerca nos tocan las camisas azules y hay quien aún recuerda las camisas verdes de Rumanía, Hungría y Brasil y quien no olvida a los terribles camisas doradas mexicanos y los ridículos camisas plateadas de Estados Unidos, remedo absurdo de la Alemania nazi. No es extraño, por tanto, que todo ese universo de corte fascistas acabase con una camisa de fuerza y que a sus enemigos se les conociese, en uno y otro territorio, como los descamisados.
Pero más allá de esta visión a vuelapluma, la camisa ha sido, desde comienzos del siglo XX y hasta nuestros días, signo de distinción. Así lo entienden, por ejemplo, en la tienda 7 Camicie que acaba de inaugurarse en el número 11 de la calle Máximo Aguirre, con entrada por el 45 de la Gran Vía, junto al hermoso edificio Sota. Allí se respira, como tanto demanda Bilbao pese a la pérdida de cierta elegancia innata de la ciudad, el incienso de la clase y el buen estilo, entre camisas y corbatas de corte italiano. El secreto salta a la vista en las estanterías: combinar la tradición con diseños vanguardistas. Testigos de todo cuanto les cuento fueron Joseba Elguezabal, Pedro Luis Fernández, Mikel Corral, las dependientas Atxarte Magrach y Zuriñe García; Pilar Bonilla, Javier Martín, Iban López, Mikel Ayestaran, José Luis Rubio, Olatz Bengoetxea, José María Hernández, José Luis Fernández y todos cuantos se acercaron a conocer, de primera mano, el desembarco de una firma de creación reciente que crece a un ritmo vertiginoso: ya posee 200 tiendas en 26 países sobre la faz de la tierra y su tendencia es a mantener el pulso contra un estilo de vida trepidante y globalizado; un estilo que nos iguala por la sudadera antes que por la elegancia de una prenda de señalada distinción.