Iconos humanos del sentir popular
Aita Gotzon, párroco de Barrika ya fallecido, y Roni, vecino de Gorliz, recibirán el Omenaldi Saria
SUS figuras se mantienen impresas en la memoria colectiva de dos municipios de por su entrega a los demás. Barrika todavía llora el recuerdo de Aita Gotzon, su querido párroco, fallecido el pasado mayo a los 72 años. En Gorliz, las fiestas de Andra Mari siguen su curso como uno de sus referentes populares gracias a los desvelos de José Luis Arriaga, Roni, su organizador durante más de medio siglo.
La labor de ambos será reconocida con el Omenaldi Saria en la gala de los III DEIA Hemendik Sariak Eskuinaldea que se celebrará mañana a las ocho de la tarde en la Kultur Etxea de Sopelana.
Aita Gotzon nació en un baserri de Abadiño, adoptó a Barrika como parte de su vida desde que llegó a los 31 años y se convirtió en un hijo más del pueblo. Tanto que, tras su jubilación, permaneció viviendo en la localidad. "Era toda una institución, un referente moral que se ha hecho querer", relata el alcalde, Juanjo Ezpeleta.
Por este motivo, el galardón que reconoce su valor ha sido recibido con mucha emotividad por el torrente de recuerdos que genera. "Se siente ilusión y añoranza. A Aita Gotzon le sentimos muy presente, vivo entre nosotros", confirman sus numerosos amigos.
El párroco era una leyenda en el pueblo por su compromiso ilimitado con los vecinos. "Siempre ha estado al servicio de los demás, cuando hacía falta acudía", relatan sus amigos. Este hombre ha sido una referencia constante para generaciones enteras de barikatarras que han disfrutado de su presencia cercana. Asistía de forma habitual a comidas y actos populares de los vecinos como un miembro más de los grupos por su carácter campechano.
Su espíritu participativo le llevó a abrir las puertas de su casa a los vecinos al modo de un centro lúdico. De hecho, la planta baja se convirtió en un txoko para acoger todo tipo de actividades sociales entre los habitantes.
El propio sacerdote jugó un papel fundamental en el apoyo a los jóvenes a través del equipo de fútbol, Gure Izerdia, que tenía la sede social en la casa cural. Además, participó en grupos muy arraigados como el coro local que realizó una colecta popular para restaurar el reloj de la iglesia.
Su pérdida ha dejado huella porque quienes le conocieron se deshacen en elogios. "Es que no se puede decir nada malo de él", apuntan. Algunos de los momentos más emocionantes de los vecinos han sido oficiados por Aita Gotzon, aunque muchos recuerdan más su labor humana.
El clérigo permanecía dispuesto a prestar cualquier ayuda. En concreto, apreciaban mucho sus mediaciones en las discusiones familiares. "Se le hacía caso como consejero porque sabía muchas cosas y siempre quería llegar a un acuerdo", apuntan.
Roni
Referente de Andra Mari
José Luis Arriaga, Roni, es a sus 76 años toda una institución, una leyenda popular que ha sabido canalizar el sentimiento del barrio de Andra Mari. Roni vive en la muga entre Plentzia y Gorliz. "Esto es república independiente", bromea socarrón.
Él encarna este espíritu integrador como símbolo de las fiestas de Andra Mari, programa que organizó durante 55 años ininterrumpidos. Por este motivo, merece un reconocimiento a su popular trayectoria y trabajo desinteresado. "Me hace mucha ilusión, es un homenaje a tantos años de trabajo", señala Roni orgulloso.
Ni siquiera Roni llegó a conocerlo, pero comenta que, hace mucho tiempo en la ermita de Andra Mari, la de Nuestra Señora de Agirre y de las Nieves, se realizaban las celebraciones de los cuatro municipios vecinos, Gorliz, Plentzia, Lemoiz y Gatika.
Por este motivo, no extraña que un plentziarra haya encarnado la fiesta más de cinco décadas. De hecho, pocas personas más pueden ofrecer su pedigrí de pertenencia a un enclave tan señalado. Nació en un caserío de Barrika y se trasladó a Plentzia de crío llegando a los once años a Andra Mari con su familia.
Su protagonismo en el barrio se inició con la organización de las fiestas a los 18 ayudado con el paso del tiempo por la Sociedad Recreativa Andra Mari. Hasta entonces, su carácter bullicioso le permitió hacerse notar y cobrar un mote, que respondía a un célebre acróbata de su juventud, por sus volatines en el mítico casino de Plentzia.
Lo cierto es que con Roni las fiestas de Andra Mari no volvieron a ser las mismas. "Eran las mejores en la zona", destacan los vecinos. Fue el responsable de introducir en el programa festivo herri kirolak con la presencia de figuras emblemáticas como Iñaki Perurena, que acabó participando con su hijo.
Tampoco faltaron los ases del ciclismo aficionado en la carrera de las fiestas, un circuito de cinco vueltas que recorría el entorno de Uribe Kosta. En la salida se presentaron Marino Lejarreta o Julián Gorospe. También fueron pioneros en los festivales de música vasca lo que les obligaba a superar la censura en tiempos de la dictadura.
En el recuerdo está el trabajo duro de su cuadrilla visitando caseríos y zonas de veraneo para recaudar dinero con el que sufragar las fiestas. Hoy en día, Roni disfruta de su merecido descanso con una cierta nostalgia de la época dorada de las fiestas. La misma que sienten los que recuerdan a Aita Gotzon.