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Santa Ana paga el progreso

El barrio pierde la calma que le caracterizaba por el ruido de las obras de los nuevos accesos a Bilbao

DESDE hace algo más de dos años, la vida del barrio bilbaino de Santa Ana ha cambiado radicalmente. En esta zona, situada a tan sólo cinco minutos del centro de la villa y, a pocos metros de Basurto, el canto de los pájaros y el sonido del silencio se han visto interrumpidos por el ruido de las máquinas, el trasiego de camiones y la polvareda que levanta la construcción de los nuevos accesos a Bilbao. Tras poco más de dos años de trabajos, el barrio ha llegado al ecuador de este particular periodo de asedio que vive. Las excavadoras han acabado con algunas de las casas que formaban parte de este peculiar barrio y también han roto parte del ambiente familiar que allí se vivía.

Santa Ana era un lugar muy especial, ya que a un paso del centro de la villa se podía vivir en un ambiente rural, alejado del mundanal ruido, con unas vistas incomparables y sin problemas de aparcamiento. "Este barrio es una clara muestra de que el bien de unos, trae el perjuicio de otros", afirman algunos vecinos. Ellos han sido los grandes perjudicados del avance de una sociedad que confecciona un nuevo modelo de ciudad que estrenará accesos en 2012.

Los vecinos saben que no recuperarán la atmósfera que se respiraba antes de las obras. Iratxe Martín lleva toda su vida viviendo en el barrio y conoce de primera mano de lo que habla: "Es imposible compensar e igualar la calidad de vida que teníamos antes". Ella junto a su familia ha sido una de las mayores afectadas por estos trabajos, puesto que su casa fue derruida. Los Muñoz Ezenarro no quisieron abandonar el barrio y ahora viven en otra casa a la espera de que esté preparado su hogar definitivo. "Decidimos quedarnos porque es nuestro lugar, donde nos hemos criado", comenta Iratxe. Aunque por el hecho de quedarse en Santa Ana también vivieron momentos difíciles: "Es muy duro ver cómo la excavadora acaba con tu casa", se lamenta. Tampoco es agradable para esta familia ver cómo en la actualidad su antiguo hogar es "un agujero". Pese a todo, Iratxe reconoce que la situación está mejorando, "lo peor fueron los primeros meses; al principio lo pasamos muy mal". Por su parte, Juli está viviendo en primera línea las obras de Santa Ana. Por ello, su casa está siendo una de las más afectadas por la evolución de los trabajos: "Los temblores y las grietas han sido tremendos, había días en los que pensaba que todo esto se venía abajo".

Esta amable mujer muestra a DEIA las grietas que pueblan su habitación, mientras admite que prefiere no mirarlas "ni pensar si crecen". El estridente sonido de las obras se ha convertido en la peculiar banda sonora de la vida de esta mujer. "Las máquinas montan un escándalo tremendo y se hace muy pesado", comenta. Por su parte, Charito, una dicharachera vecina de 84 años, también ha sufrido los efectos del ruido. "Es bastante molesto", explica. Pero Juli encuentra el lado positivo a todo, también del ruido: "Estoy un poco sorda, pero con este ruido parece que estoy recuperando el oído", bromea.

Esto es una señal de que pese a la nueva e incómoda situación, en Santa Ana no se pierde el buen humor. La confirmación se produce al continuar charlando con Charito, un torbellino de mujer que ha hecho del buen humor una manera de vivir. "Tengo mucha marcha", reconoce. Las grietas también han encontrado su lugar en el hogar de esta señora, pero se lo toma con resignación. "Tengo grietas en casa, es normal con tanto movimiento".

El desalojo de algunos vecinos se ha notado en el barrio. "Se les echa de menos. Sin ellos, esto no es lo mismo", comenta Juli, mientras gira la cabeza para ver las obras desde la ventana. Pese a todo, Santa Ana continúa siendo un lugar alegre, aunque las excavadoras y las obras se hayan inmiscuido en sus vidas. No variará el espíritu de los vecinos que habitan en este barrio y que en sus 78 años de historia han caracterizado por ser un punto diferente y tranquilo dentro de Bilbao. El silencio de antaño, el cantar de los pájaros permanece en el recuerdo de los vecinos. No hay excavadora que pueda con ello.