Shaila P. Rodríguez
Bilbao
EL verano es la época del calor, de la playa y del chiringuito, pero también es el momento en que afloran los complejos y los remordimientos por no haber cuidado mejor la línea durante el invierno. Para muchas personas, sobre todo para algunas mujeres, resulta complicado enfundarse el bañador con la llegada del calor. Los kilos de más, los michelines, algunas cicatrices, quemaduras o las secuelas de una enfermedad hacen que para muchas mujeres la llegada del verano sea un verdadero martirio y el bikini se convierte en la fusta que acentúa los complejos. Una forma eficaz para disimular esos pequeños defectos que las mujeres quieren esconder -aunque al mismo tiempo se busque potenciar los mejores encantos de la anatomía femenina- es la opción que Cristina Pérez Negro ofrece desde hace más de veinte años. Y es que, Cristina es una artesana, una profesional del diseño y la confección, y su especialidad son los bikinis y los bañadores a medida.
Más que vocacional, el destino profesional de Cristina fue casual. Se licenció en decoración de interiores. "Mientras estudiaba me sacaba una pelillas diseñando y cosiendo bañadores de chico", cuenta Cristina. En el último año de carrera, Cristina se quedó con una asignatura pendiente. "Siempre me ha gustado coser y como no puedo estar parada y tenía que cursar un año entero sólo con una asignatura se me ocurrió poner una tienda en una lonja de mis padres", explica Cristina. Así empezó a hacer bikinis, aunque en un principio también confeccionaba complementos y algo de ropa, y también diseñaba bikinis en colores lisos, "porque no encontraba quién me vendiese licra estampada en cantidades pequeñas", comenta. A medida que la tienda iba recibiendo clientela, fue introduciendo en su muestrario telas estampadas. Finalmente, se centró únicamente en realizar bikinis y bañadores para mujer, porque es lo que más demanda su clientela.
El proceso El proceso de confección comienza con una conversación entre la clienta y Cristina. "Me cuentan a qué le dan más importancia, que le tape el trasero o que le quede bien de pecho". Después, se elige un color entre un estampado o uno de los 45 tonos lisos con los que dispone. "Traigo poca cantidad de cada tela para que los bikinis no se repitan", explica. De este modo, todos y cada uno de los bikinis y bañadores que crea Cristina son únicos e irrepetibles, no sólo por las telas, aunque "hay estampados de los que sólo sale un bikini", sino por el diseño al que se pueden añadir complementos, abalorios y adornos que los hacen aún más exclusivos.
Por precios que van desde los 50 hasta los 80 euros, dependiendo de lo complejidad del modelo, Cristina parte de una muestra de bikinis "que sientan bien". Cada año, crea nuevos modelos con los estampados de la nueva temporada. La clienta se prueba los modelos que más le gustan y a la combinación que mejor le sienta se le modifica lo necesario para que le quede como un guante. "Combina las telas y los diseños que más le gustan, la parte de arriba de un bikini con la de abajo de otro", explica la diseñadora. Con los años y la experiencia, Cristina ha conseguido que sus patrones se adapten a las preferencias de las consumidoras. "Siempre son diseños prácticos. Busco que sean bonitos, pero sobre todo ponibles y cómodos", dice. El secreto del éxito de los Bikinis Ara -nombre de la marca de Cristina- es que sus clientas se sientan a gusto con sus diseños. Algunas llegan a la tienda con las ideas muy clara y se lo ponen un poco difícil a la costurera. "Quiero un bañador así y así, que me tape esto y enseñe lo otro y también que tenga no se qué complemento, pero en general no me vuelven loca", comenta Cristina mientras no deja de gesticular. En cambio, otras piden consejo y se dejan guiar por la experiencia de la modista.
El rey del verano Cristina confecciona cerca de 450 bikinis y bañadores por temporada estival. Aunque el número oscila dependiendo de la meteorología. "A mí no me afecta la crisis, pero sí el mal tiempo", bromea. Con cada modelo varía el tiempo estimado para la entrega del bikini. Primero porque cambia el tiempo que tarda cada clienta en elegir el diseño y segundo porque Cristina trabaja por tareas. "Aunque llevo un orden desde que se hace el encargo, no hago un bikini de seguido. Todas las mañanas me dedico a dibujar los patrones, a la tarde los cortos, a la noche corto los forros y durante el día los voy cosiendo por colores porque resulta más rápido", explica Cristina. El plazo de entrega depende también de la cantidad de trabajo que tenga la costurera. Por lo general, el proceso lleva entre una y tres semanas, después las modelos pasan nuevamente por la tienda para probarse el bikini y se ajusta el contorno y el tirante.