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La montaña de Reims, situada en el extrarradio de Ambonnay, en pleno corazón de la región de Champaña-Ardenas, es una tierra prodigiosa. En sus fecundas laderas, tapizadas por viñas de champán, florece un pago de 0,685 hectáreas, el Krug Clos D"Ambonnay. Entre sus vides deslumbra la uva tinta borgoñesa, pinot noir, masa madre de los grandes champanes del mundo.

Allí nació la protagonista de esta historia, una apreciada botella bautizada con el nombre de Krug Clos d"Ambonnay 1996 Blanc de Noirs Grand cru que contiene en su interior un vino espumoso elaborado con uvas de un único pago, algo insólito en las grandes maisons de champagne. Su ficha de cata recuerda a un pasaje leído por Sherezade en las Mil y una noches. Reza de esta manera. "de color pajizo, con reflejos dorados brillantes, en nariz es cremoso y contundente a la vez que delicado con aromas sutiles a flores blancas y especias de Oriente. Evoca la carne suculenta de la fruta roja y tiene en su memoria el olor a tierra mojada. En boca es sabroso, con altas dosis de frescura, especiado, con un envejecimiento en botella ejemplar (clavo, con acidez, mantecado), tremendamente diferente y elegante."

No es extraño, por tanto, que no llegasen a 2.000 las botellas envasadas en todo el mundo: es bebida de reyes. Hoy dos de ellas reposan en el restaurante Porrue de Bilbao a la espera de un cliente que las aprecie. No será fácil que aparezca, porque el precio de cada una de ellas, venta al público, alcanza la estratosférica cantidad de 2.500 euros. ¿Una barbaridad...? Unai Campo, el hombre empecinado en llevar hasta el local de la Alameda Rekalde (a la altura del portal número 4, para más señas...) las Siete Maravillas de la gastronomía, entiende que se trata, sobre todo, "de una apuesta arriesgada. Es el champán más grande que se comercializa en España... ¡Teníamos que tenerlo!".

"YA HAN PEDIDO VERLA" Se diría, no obstante, que es una pieza de museo; un Van Gogh inalcanzable para el común de los mortales. "No, hombre, no. Estas botellas se descorcharán", corrige Unai Campo, mientras desviste una de las dos del negro papel satinado que la cubre. "Ya hay quien ha preguntado por su precio y quien ha pedido verla. Otros, también lo digo, se lo han tomado a risa...".

No parece fácil la inversión: el sueldo de un profesor con antigüedad o de un médico de Osakidetza; la suma de dos o tres sueldos medios o el precio de un bolso de Louis Vuitton, esfumándose en un descorche, bebido en un santiamén. Unai Campo lo tiene claro. "Hay mercado para ello, las botellas se abrirán en una mesa de cuatro o cinco personas". ¿Dolerá no probarlo...? El cocinero de este rincón de las maravillas confiesa que hará lo posible y lo imposible para que le dejen "siquiera mojar los labios".

queso de campeonato Siendo como son, las joyas de la corona, las dos botellas no desentonan en el lugar donde duermen, a la espera de que un príncipe las despierte con un beso. No por nada, el restaurante Porrue sirve copas de un Napoleón añejo a 200 euros y alcanzó notoriedad el pasado año, al pagar 5.000 euros por el medio queso más caro de estas tierras en la subasta del Último Lunes de Gernika."Quince días después ya no quedaba ni rastro; lo comimos entre clientes y amigos". Si es verdad que compró "quince o veinte piezas completas al mismo artesano... ¡Todas fabulosas!".

¿Qué peaje ha de pagarse por estar rodeado de tantos productos elegidos...? "Una dedicación apasionada que va desde los madrugones para estar en Merca Bilbao al abrir de las persianas hasta la visita a caseros, aldeanos y arrantzales que suministran materias primas recién extraidas de la tierra". El local, hermano de sangre de La Compañía del Ron y La Antigua Cigarrería, tiene la vocación de convertirse "en un reino de sibaritas". No en vano, Unai Campo repite una letanía como leyenda del escudo de armas de la casa: "Pase lo que pase y cueste lo que cueste, si es bueno, tenemos que tenerlo". Es pasión de coleccionista de delicias.