La memoria mantiene intactos los paisajes urbanos y rurales de cada pueblo; este el caso de Amorebieta-Etxano. Otro ejemplo es la mente del pintor Mikel Berrojalbiz (1945) que se niega a despedir del todo a aquellos edificios que marcaron su niñez, incluso los protagonistas de fotografías anteriores del municipio.
Berrojalbiz cuenta en el presente con 41 cuadros de una serie que pretende reconstruir el pasado arquitectónico zornotzarra para que conviva con el futuro de la localidad. "En cuanto me entero que han anunciado que van a derribar algún edificio, voy antes con mi cámara de fotos y me pongo a pintarlo", valora este artista que empezó a pintar, tomen nota, a los 57 años.
De la escopeta al pincel Aunque los expertos del euskera descartaron en su día que el significado inocente del término Amorebieta fuera "entre dos amores", Berrojalbiz pasó hace ocho años de su mayor pasión de toda la vida a la que hoy más pinta en su vida; el amor a la caza evolucionó a la pasión pictórica. De este modo, en 2002 entregó el uso de armas en Galdakao y cambió los cartuchos por los óleos y los lienzos.
Ahora, Mikel se desvive por cazar en sus cuadros el Amorebieta que vivió y que aún hoy, en un paseo con este pintor por las calles, se mantiene muy vivo en los corrillos de calle. El de la familia de muebles Berrojalbiz "de toda la vida" pone el ojo en devolver a Amorebieta esos edificios que tuvo.
"Cazo lo que viene a mis recuerdos, algunos que tenía un poco olvidados. Ha sido, de alguna manera, volver a hacer mi Amorebieta y el de tiempos anteriores", subraya este jubilado que antaño fuera delineante.
El aitite Mikel -ya que la saga de nombre llega ya a su nieto- habla excelencias de aquel municipio de los zornotzarras que fue dibujando su vida. Era una localidad de chalets, caseríos, "de poco cemento -enfatiza- y donde la mayor trastada era ir a robar manzanas", sonríe mientras visita sus recuerdos. "Andabas, vivías, sin darte cuenta, en plena naturaleza", analiza y prosigue: "Tengo fotos de entonces, con sólo arbolados, donde hoy solamente hay cemento. Ahora bien, te diré que tanto entonces como hoy, Amorebieta está precioso". Y Berrojalbiz, zornotzarra de pro, va incluso, más allá. "Le digo a mi hijo que podíamos titular a la serie algo así como Raíces. Y me explico: De las raíces de un precioso pueblo ha crecido otro precioso pueblo. Para mí es de los pocos tan bonitos", valora.
Paseo de cuadro Las mismas calles que ven pasar a diario a este pintor son escenario un día entre semana cualquiera para una exposición de escasos minutos a solicitud de DEIA. El diario acuerda con Mikel sacar algunos de sus óleos al centro zornotzarra para conocer qué edificios hubo allí donde se instala el caballete.
La primera pintura se ubica en una isleta en Kaitana. En sus cercanías estuvo, como ilustra el cuadro, el ayuntamiento de Etxano. "Llama la atención porque conocemos hoy Etxano allí arriba y mira...", sonríe Mikel.
El Consistorio es un edificio especial para él porque allí estudió con Don Marcelo Lamikiz, un profesor de los que decían aquello de que "la letra con la sangre entra". La dureza del educador era maquiavélica. "El día de su cumpleaños nos mandaba regalarle varas para pegarnos y las rompía todas en el transcurso de ese año", rememora. Y lo mejor de todo: "No le guardo ningún rencor porque el sufría, y hacía sufrir, por enseñarnos. Luego, los escolares de hoy se quejan...".
En la pintura en la calle San Miguel, llegan a verse el bar Las Hermanas o el edificio del restaurante El Cojo.
La segunda parada del paseo es una vista panorámica de la calle Luis Urrengoetxea, zona del batzoki, la botica Aranburu, la casa en construcción del difunto Severiano Arregi, los camineros, el caserío Pique o las chabolas donde se hacía el pan de Intxausti.
Luego llega la zona de la fuente Urgozo, el icono por excelencia de Amorebieta-Etxano. "Yo soy de Urgozo, es el símbolo de los zornotzarras. Ahora bien, a mí me gusta también La Patata. A mí no me molesta, incluso ya es una referencia para los que vienen de fuera. Sé que el plan Topaketa quiere reubicarla, pero yo la dejaría ahí. La Patata ha vuelto a poner a Amorebieta en el mapa. Eso sí, ¡mi símbolo es Urgozo!", argumenta.
Mientras descubre otros cuadros con la herrería de Herrerito, el caserón Goikolea o el chalet de Legorgeu, todos los paseantes reconocen a Mikel y le agradecen que su retina pictórica mantenga vivos el pueblo de Amorebieta y el también pueblo de Etxano. Ahora, Mikel y su familia estudian cómo presentar sus raíces a toda la ciudadanía.