Fiesta y conciencia racial con el gran Michael Kiwanuka en el Bilbao BBK Live
El británico de origen africano convenció con su mezcla de soul clásico, folk y efluvios psicodélicos
Habitual de los escenarios vascos, donde ha actuado con cierta regularidad, el británico Michael Kiwanuka volvió a convencer ayer en Kobetamendi con un concierto que abundó más en sus éxitos, a caballo entre el soul clásico y la música de cantautor folk, que en el estreno de su último, reciente y cuarto disco, Small Changes. El recital, en el que el músico de origen africano repasó sus cuatro discos centrándose en sus éxitos, fue la nota exótica de la primera jornada del festival. Arropado en una cuidada puesta en escena y un sólido y nutrido grupo de 10 instrumentistas, a caballo entre el soul y el funk , no ofreció concesiones y sí largos desarrollos instrumentales
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Guitarrista personal y cantautor soul, Kiwanuka, ciudadano británico aunque de origen africano, volvió a mostrarse como un cruce de souleros como Otis Redding, Curtis Mayfield y el Marving Gaye más comprometido con su entorno y su raza, pero sin renunciar a las enseñanzas de Joni Mitchell y Bob Dylan. Sin cambios, como reconoce en su último trabajo, pero tan convincente como siempre.
Entró con un guiño al soul de los 60 con Place I Belong y se sintió pronto tan a gusto que pronto empezó, con One More Night, a regalar sus ya numerosos éxitos entre guitarras con trémolo, bajos marcados y profundos en primer plano, ráfagas de teclados, arreglos psicodélicos y largos desarrollos instrumentales entre el jazz y la jam session.
Arropado por nutrido grupo de hasta diez instrumentistas, con violín, percusiones y gloriosos coros, su voz dotada, potente pero sensual y emotiva, especialmente cuando alcanzaba el falsete, solo interpretó Floating Parade y la folk One and Only de su disco reciente.
Fue a lo fácil… y bonito en la elección del repertorio entre efectos visuales coloristas y psicodélicos, y una acogedora puesta en escena, con lámparas incluidas... que pasaron desapercibidas porque la mayoría del set tuvo lugar con luz solar. ¿O no son bonitas You Ain’t a Problem, con sus ecos africanos; Home Again, con percusiones de refuerzo; el baladón Solid Ground o los temas de su maravilloso Love and Hate, caso de los 10 minutos escalofriantes de Cold Little Heart; el antirracista Black Man in a White World, una fiesta con palmas y ecos gospel, y el tema titular con sus “parapapás” casi pop?
Elevada nota
El balance final deja un recital marcado por el exotismo en una cita festivalera como la de Kobetamendi, y de elevada nota a pesar de la habitual mala educación de un público cada vez más numeroso que vive los conciertos como un acto social, sin apenas mirar al escenario y a voz en grito.
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