Rekalde es por historia y naturaleza un barrio con raigambre. Una zona que, aunque parezca mentira, ya existía a finales del siglo XIX (hay referencias escritas que lo avalan) pero que solo era un asentamiento rural cercano a la villa, con campas, huertos, caseríos agricultores y zonas ganaderas. Fue con la industrialización de finales de los años 50 y principios de los 60 del pasado siglo cuando se formó el nuevo Rekalde, de ahí su bautizo como Recaldeberri, y al que la población local de entonces modificó popularmente a Rekaldebarro por la cantidad de calles y zonas todavía de tierra y barro que pervivieron durante años en una urbanización ácrata y sin ordenamiento.
Prueba de ello es la imagen de arriba. Se puede datar a principios de los años 60 en ese maremagnum en el que se aprecian grandes edificios residenciales recién construidos, viejos caserones, una calle Gordoniz ya trazada y la plaza central del barrio en ciernes.
La instantánea es un testimonio perfecto del cambio que estaba protagonizando un barrio que vivía semiaislado del centro de Bilbao por el mítico puente que sobrevolaba las instalaciones ferroviarias de mercancías de Ametzola inaugurado en 1958.
A pesar de que eliminaba la peligrosa travesía por la gran playa de vías y sus cuatro pasos a nivel, se convirtió en una gran barrera psicológica, además de física por su pendiente.
Trolebús
La fotografía tiene como centro el mítico trolebús, el número 4, que servía para salvar el viaducto antes descrito y acceder no solo al Ensanche sino que bajaba a sus ocupantes hasta El Arenal y el barrio de Castaños. Todavía no habían llegado los troles de dos pisos y el transporte público se quedaba en su última parada en esa plaza semicircular carente de asfalto aún, al lado de una de las casas más vetustas del barrio, donde se encontraba el bar Garrote.
Un bloque que servía de esquina a la carretera que subía hacia la zona de Larraskitu, también sin asfaltar, y que no tenía nada que ver con la hoy calle Ciudadela. La artería principal del barrio, Gordóniz, sí estaba ya pergeñada aunque todavía lucía un estrecho carril para el tráfico. Era el destino habitual de muchos de los vecinos que se asentaban en chabolas de mala muerte que crecían en tan solo una noche para no ser derribadas en las laderas cercanas de los montes Arraiz, Pagasarri y Arnotegui. Esas que luego compusieron los barrios de Iturrigorri, Betolaza, San Antonio, Uretamendi o El Peñascal. Si no había asfalto en muchas arterias de Rekalde tampoco había semáforos, ni guardias urbanos o señalización vertical para un tráfico que iba creciendo año tras año. Un dato recogido en el famoso Libro Negro de Rekaldeberri de la Asociación de Familias del barrio indicaba que en 1969 existían “20 agencias de transportes”, un “número grande de talleres, comercios y almacenes” a los que sumaban “el abundante tráfico pesado que generaba la cantera del Peñascal”, que, por cierto, se ve observa arriba de la imagen.
Años después, la construcción de la autopista, la conocida como Solución Sur, partió en dos el barrio en un trazado que sobrevolaba la plaza de Rekalde. Incluso se llevó por delante varios edificios destacables dejando gran pena entre los vecinos la demolición de la parroquia del barrio, la de Nuestra Señora del Rosario, obra del afamado arquitecto Ricardo Bastida.
Ya entonces el fuerte movimiento vecinal se opuso a la construcción de aquel monstruo de hormigón, sin embargo sus protestas continuadas cayeron en saco roto aunque aquella espinita sigue clavada en el corazón de Rekalde. De hecho, hijos y nietos de aquellos vecinos son los que llevan años en la actualidad solicitando a la Diputación Foral y al Ayuntamiento bilbaino la demolición del viaducto que ensombrece a diario la plaza.
Un espacio abierto de casi 35.000 metros cuadrados de superficie que tardó en tomar cuerpo y diseñarse como la que hoy conocemos. Fue inaugurada el 10 de julio de 1987 con el entonces alcalde José Luis Robles. Ahí es nada.
Virado a sepia
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