Pacita vive, a sus 92 años, en pleno centro de Bilbao, en María Díaz de Haro, aunque bien podría estar en Salamanca, Madrid o en Tokio, da igual, ya que lo único que ve en su día a día son las cuatro paredes de su casa. Y es que para ella, la distancia entre su piso y el ascensor es abismal. Lleva ocho años esperando que suban el ascensor hasta el séptimo, ya que cuando se instaló en su portal, hace ya 40 años, solamente se hizo hasta el sexto. Esto le supone, que en caso de querer bajar a la calle tenga que subir y bajar ocho escalones para llegar al ascensor. Algo relativamente sencillo para muchos, pero que para Pacita, a sus 92 años y con un tercer grado de dependencia, le supone vivir en una especie de arresto domiciliario

Esta bilbaina no puede más, y tampoco su hijo, Aitor, que vive la situación de su madre con desesperación. “Lo que está viviendo es inhumano”, asegura. Y es que desde 2020 la situación de Pacita ha empeorado y el hecho de no poder salir a la calle le ha generado una “severa depresión”. “No quiere casi ni salir de la cama”, explica su hijo. “Antes bajaba a la calle, daba paseos, incluso iba a Haro a pasar unos días, pero empeoró tras la pandemia y a partir de entonces no ha levantado cabeza”, lamenta. 

Al principio, cuenta, bajan y subían a Pacita en brazos entre Aitor y su sobrino, sin embargo, llegó un momento en el que ella misma dijo que “ya no podía más”. “Estaba agotada, y se dió cuenta de que lo que vivía era sumamente injusto porque el ascensor lleva aprobado desde 2016”, indica Aitor. 

Complicaciones durante el proceso

Fue hace ocho años cuando se aprobó en junta de vecinos subir el ascensor hasta el séptimo, sin embargo, aún no se ha puesto ni la primera piedra de la obra. Llevan, además, desde enero pagando 500 euros al mes cada vecino por la obra, y ni aún con esas comienza. ¿La razón? Varias complicaciones durante el proceso. Discusiones entre los vecinos, impugnaciones a juntas, cambios de arquitectos, dificultades a la hora de elegir un presupuesto... Una gran variedad de ‘problemas’ que parecía que ya estaban solventadas, solamente quedaba el visto bueno por parte del Ayuntamiento de Bilbao. Tras ocho años de idas y venidas, finalmente este año pidieron el permiso de obra al Consistorio.

Sin embargo, este mandó rehacer el proyecto, ya que se planteaban dos obras y debería ser una sola obra de accesibilidad conjunta. Por una parte el vecindario pretendía subir el ascensor al séptimo y por otra, poner una plataforma móvil en las escaleras del portal. Finalmente, tras rehacerlo, han planteado una nueva versión ante el Ayunamiento: una sola obra en la que se pondrá el ascensor a cota cero y, a su vez, lo subirán al séptimo. 

"Al final voy a tener que sacar a mi madre de su casa"

Aitor espera que tras esta nueva propuesta no haya más inconvenientes para realizar la obra, ya que teme que su madre no pueda ver la subida del ascensor hasta su piso. “O esto se pone en marcha o al final voy a tener que sacar a mi madre de su casa y eso no es justo. No es normal lo que está ocurriendo y habrá que ver de quién es la responsabilidad de que mi madre tenga que estar encerrada en casa por una obra que no empieza nunca”, señala. 

Por ello, ante esta “injusticia”, ha decidido pegar carteles en el portal para hacer reflexionar a los vecinos sobre lo que está ocurriendo, y además, se plantea hacer concentraciones frente al portal. “Aunque esté yo solo, me da igual. Lo importante es que esto se solucione”, indica.