Alejado de la zona centro está el quiosco de Karlos López, ubicado en el barrio de Otxarkoaga. Es uno de esos quioscos en los que su dueño se ha tenido que reinventar para seguir adelante. “Ahora además de prensa y revistas damos otros servicios, como paquetería, venta de tabaco...”, comenta al otro lado del mostrador Karlos. En relación a la situación de estos negocios en Bilbao asegura que “me da mucha pena porque están desapareciendo a medida que se jubila la gente”.

En su caso, además, “es algo que he mamado desde pequeño, ya que mi madre y mi padre comenzaron vendiendo prensa en la calle, y fue después cuando cogieron un quiosco, forma parte de mi vida”. Su familia por tanto, lleva vendiendo prensa “más de 50 años, y yo tengo un quiosco desde hace 33 años”.

Como Carreño, destaca como principal problema que “la gente, en general, de los 50 años para abajo, no lee prácticamente prensa escrita en papel, triunfa lo digital y eso nos pone las cosas difíciles”. También opina que "una vez se jubilan, se opta por no dar otra vez esa concesión". En este sentido, “el espacio público lógicamente no es nuestro pero el puesto físico si, pero una vez te jubilas, no puedes ni ceder, ni vender ni regalar esa concesión, lo cual nos parece que no ayuda”, comenta. Para López, los quioscos “pueden ser rentables haciendo ciertos cambios” y cree que “son algo más que un negocio, han formado parte de las ciudades y tienen un encanto especial, creo que habría que hacer algo por intentar mantenerlos de alguna manera”.

Pero no ve con demasiadas esperanzas el escenario que se presenta, ya que “si no desaparecen del todo, si todo sigue como hasta ahora, sí que desaparecerá el concepto de estos negocios que conocemos ahora”. La clave, según López es “apostar por los quioscos y que nosotros nos adaptemos, como hago yo ahora, mi quiosco está lleno, la gente me comenta que no sabe cómo puedo meter tantas cosas en tan poco espacio”.