Javier Carreño lleva “casi 40 años” atendiendo a su clientela en un quiosco, primero en Santutxu y ahora en Indautxu. “No cabe duda que las ventas han bajado, pero sigue habiendo puntos de venta viables, yo me gano la vida dignamente y creo que si recibiéramos un poco más de apoyo podrían mantenerse algunos de los puestos que cierran”. En opinión de Carreño, “Bilbao merece tener quioscos, yo creo que son fundamentales y cumplen un papel importante”.

El propio Carreño achaca esta falta de quioscos principalmente a que “han cambiado mucho los hábitos de compra y también de lectura de la prensa”. No en vano, la clientela “no baja de los 45 años en general”. Sobre todo “está el cliente fiel que compra el periódico todos los días, y gente que compra revistas...”. Sin embargo, desde los propios negocios ofrecen también más razones para esta imparable desaparición de estos pequeños negocios.

Entre otras, la falta de relevo. En este caso, Carreño opina que “muy poca gente optaría ahora por abrir un quiosco o quedarse con uno, pero es que además es prácticamente imposible, porque no podemos traspasarlos así como así”. Para Carreño, después de “casi 40 años en este trabajo, creo que tendríamos que poder contar con una licencia parecida a las de los taxis, no digo lo mismo porque son casos diferentes, pero podrían darle una vuelta y poder hacer algo similar”.

Además recalca que "es un trabajo muy esclavo, hay que abrir los siete días de la semana y desde bien temprano, y se meten muchas horas". Eso, unido a que "si con esas condiciones de trabajo, no sacas un beneficio que compense", pues "las cosas se ponen muy difíciles, más aún cuando los gastos suben".

En cuanto al futuro en Bilbao, “aunque los quioscos cambien y evolucionen, creo que tienen que tener su sitio, y podrían dar facilidades para que pudieran seguir abiertos”. Para ello "sería fundamental más apoyo y también que nosotros nos adaptemos, porque ahora hay que vender un poco de todo y ofrecer otros servicios para que siga siendo rentable", concluye.