Bilbao - La última vez que la procesión de El Borriquito tuvo que suspenderse fue en 1991, coincidiendo con el 50 aniversario de la cofradía de La Pasión. Ayer, tras 27 años sin faltar ni una sola edición a su cita con los bilbainos, la lluvia jugó una mala pasada a sus organizadores. Tras más de media hora dilucidando si salían en procesión, barajando incluso la posibilidad de hacerlo sin pasos, un intenso chaparrón echó por tierra todas sus esperanzas. “Habíamos tomado la decisión de hacer un pequeño recorrido sin los pasos pero se ha puesto a llover de una forma terrible”, explicaba el hermano abad de La Pasión, Jesús Espinosa de los Monteros. También la Cofradía de Begoña decidió suspender la procesión de La Caridad por la tarde, limitándola a un Vía Crucis en el interior de la iglesia de La Cruz. La Semana Santa no ha podido comenzar de peor forma en Bilbao: las cuatro procesiones que tenían que haberse celebrado este fin de semana se han tenido que suspender por la meteorología adversa.

Begoña Barturen esperaba, junto a su hija María, su cuñada Ana y su sobrina Blanca, en el interior de la iglesia de San Vicente. Se estrenaban este año como cofrades. “Hemos venido por las niñas, les hacía mucha ilusión. Siempre han visto las procesiones y querían participar. La verdad es que la acogida ha sido estupenda”, reconocía esta bilbaina, a la espera de la decisión que tomara la cofradía. “Es una pena pero pinta bastante mal...”. Decenas de niños, auténticos protagonistas de una de las procesiones más multitudinarias de la Semana Santa bilbaina, preguntaban impacientes a los adultos si finalmente iban a salir. La lluvia, que había cesado durante gran parte de la mañana, volvió a arreciar media hora antes del inicio de la procesión. La decisión no se tomó hasta última, ultimísima hora; un aguacero dio al traste incluso con la opción alternativa de procesionar, sin pasos pero sí con las tradicionales palmas, alrededor de los Jardines de Albia. “Hacía 27 años que no sucedía algo así; hay niños, y no tan niños, que no han conocido una procesión del Borriquito suspendida”, reconocía el hermano abad. Además del daño que el agua provocaría en los valiosos pasos -Hosana y Nuestra Señora de Ramos y del Rosario- el cofrade reconocía que incluso para los propios participantes es incómodo salir en procesión lloviendo. “Una cosa es un sirimiri pero esto... Nuestras casullas y capirotes son de terciopelo, y tardan mucho en secar. Me da pena, no por mí, sino por ese niño que viene con toda la ilusión del mundo”. Y es que, para Espinosa de los Monteros, esta es “la procesión que marca el inicio de la Semana Santa: es de mañana, con muchos niños, con mucha luz... Y el olor tan característico de las palmas”. Palmas, artesanales, que se despachaban a 10 euros las trenzadas y a cinco las simples, y que, junto a las ramas de romero que se ofrecían a cambio de la voluntad, estuvieron muy demandadas. Finalmente, la banda de cornetas y tambores interpretó algunas piezas en los soportales de la iglesia.

Al otro lado de la calle, María Jesús Fernández, su hija Verónica y su nieto Oier confiaban en poder ver una de sus procesiones favoritas. “Solemos venir siempre, es muy bonita. Me da pena, sobre todo por el niño pero con este tiempo que tenemos...”, reconocía. “¡Si está dejando de llover!”, aseguraba, esperanzado, el pequeño. Fueron decenas las personas que se acercaron para seguir el paso, como Bernardo Cifuentes y Mª Ángeles Camba, de Astrabudua. “Es la primera vez que venimos, después de muchos años, porque nos coincidía estando fuera. Contra la lluvia no se puede hacer nada”, reflexionaban resignados.

También la cofradía de Begoña tomó la misma decisión para su procesión de la tarde. “El pronóstico es además con viento”, reconocía Javier Diago, hermano abad.