EL sueño de Lander Iraragorri, como el de cualquier niño bilbaino, era ser jugador profesional del Athletic. El destino quiso que lo que anhelaba se hiciese realidad con 19 años. Este ingeniero técnico de ahora 83 años comenzó demostrando sus dotes futbolísticos desde muy pequeño. Primero jugando en la Sociedad Deportiva Deusto y después, en el club deportivo de Getxo, desde donde pasó a formar parte de la cantera rojiblanca. Este vecino de Deusto de toda la vida dejó al equipo de sus sueños tras sufrir una lesión y retomó sus estudios, los consiguió terminar y a ellos se ha dedicado gran parte de su vida.

Iraragorri confiesa que nació siendo un apasionado del fútbol. Golpear el balón de cabeza no era lo que más le entusiasmaba, por lo que tomó la decisión de defender la portería del equipo de su barrio y el que le vio crecer: el juvenil de Deusto. “Entré con 14 años y creo que ser portero era lo que más me gustaba. Antes, en el barrio de Deusto, había unas campas y allí jugábamos a fútbol entre los compañeros del colegio”, recuerda el exguardameta.

Para Iraragorri jugar en el Athletic era algo inimaginable hasta que un día su vida dio un giro y la suerte se puso de su parte. “Cuando tenía 19 años vino un directivo del Athletic a uno de los partidos y me dijo si quería jugar en el club y no me lo pensé. La condición era que tenía que pasar primero al Getxo y después firmaría un contrato por tres años. Y así fue”, relata.

Durante este periodo, el portero tuvo que dejar de lado su carrera universitaria. “Solía matricularme de algunas asignaturas pero no podía compaginarlo todo”, explica. Confiesa que fueron tres años intensos por ese mismo motivo. No podía hacer ambas cosas a la vez aunque sus tiempos libres los dedicaba a estudiar.

Y es que son muchas las cosas que han cambiado en el fútbol desde que Iraragorri formó parte del club rojiblanco. “Antes se entrenaba mucho menos que ahora y no se vivía de esto. Era más de fuerza y no tan técnico como hoy en día. Los desplazamientos eran de hasta tres días”, recuerda. Pero lo que no ha cambiado durante estos años es la afición. “Sobre todo los comienzos los recuerdo con una afición terrible. La gente reconocía que hicieses las cosas bien y eso se agradecía”, añade. Iraragorri guarda en su memoria uno de los momentos más entrañables que vivió dentro del club. “Recuerdo muy bien cuando ganamos la final del 56 en Madrid. La fiesta que se vivió después del partido fue emocionante”, recuerda.

La lesión que le rompió el sueño Nunca imaginó que, en uno de los entrenamientos, su sueño se hiciera añicos. “Me rompí el dedo meñique de una mano y esto hizo que saliese del club y retomase contacto con mis estudios”, dice. A los 26 años ya era ingeniero técnico pero nunca dejó de lado el fútbol. Después, pasó a formar parte del Sestao Sport Club, la S.D. Erandio y volvió al equipo donde comenzó a dar sus primeros pasos en este mundo: la S. D. Deusto. “Cuando dejé el Athletic tuve la oportunidad de ir al Zaragoza y al Betis pero no me fui a ninguno porque quise acabar mi carrera”, cuenta. Ahora lo vive de una manera diferente pero no olvida los momentos que pasó en el club donde cumplió su sueño. Continúa yendo a ver los partidos y mantiene contacto con algunos de sus compañeros. “Fue una etapa muy bonita”, declara.

El exguardameta ha trabajado durante muchos años como ingeniero técnico y ha impartido clases 30 años como profesor de cálculo de estructuras. Pero nada le ha impedido abandonar el que ha sido durante estos 84 años su hogar.

Fue en el barrio bilbaino de Deusto donde nació y donde ha crecido tanto profesional como personal. Allí dio sus primeras patadas al balón y ha visto cómo el barrio ha crecido en población, “cómo se ha vuelto más moderno” y cómo las cosas han mejorado para bien. Incluso tres de sus hijos han seguido sus pasos y no han querido abandonar el mismo lugar donde su padre echó raíces.

Tal es su afán por el barrio que, en la actualidad, Iraragorri forma parte desde hace 50 años de la asociación de familias de Deusto, prácticamente desde que se fundó. La ha visto crecer y durante 25 años formó parte de la junta directiva de la agrupación. Hasta el año pasado.

Sin embargo, este hecho no le ha impedido continuar siendo un miembro más de la asociación. “Yo creo que me he quedado en Deusto por costumbre. Te echas novia, piensas en casarte y miras por el barrio. He seguido por inercia y nunca he pensado en dejarlo”, concluye.