Bilbao - No hay que observar mucho para darse cuenta de que la diversidad cultural lleva muchos años afincada en Bilbao. Por eso, desde hace varias décadas, el centro Hargindegi atiende a un porcentaje alto de este grupo con diversos talleres para que se puedan formar e introducirse, en un futuro, en el mercado laboral.
El objetivo de este proyecto es la consecución de un mayor grado de inclusión social por parte de las personas atendidas, quienes participan de manera activa en todo el proceso.
Pero, además de los socios, los voluntarios del centro también tienen un papel importante en todo este proceso para acompañar a los que tocan sus puertas. Francisco Balaguer lleva 10 años como voluntario en Hargindegi impartiendo clases de cocina. “Estar en este centro me produce una gran satisfacción y me da mucha paz”, dice, además de que también asegura que le “ha abierto al mundo” de una manera increíble. “Las socias, que la mayoría son mujeres, están en una situación de mayor precariedad y más vulnerabilidad”, explica, algo que le ha servido también para crecer como persona.
A pesar de no ser cocinero, les enseña todo lo que sabe de gastronomía a sus alumnos. “Es mi mayor hobbie”, dice. Por eso se ofreció para impartir esas clases y poder enseñar la cocina de aquí. “Algunas veces les digo que cada uno cocine algo típico de su país para que lo puedan comer todos, así todos tienen un pedacito del otro y pueden conocer las tradiciones de una manera diferente”, concluye el voluntario Balaguer. - L. Fernández