Decía Hemingway, a principios del siglo XX, que las ciudades industriales no necesitaban ser bellas pues ya eran ricas. Sin dejar de atender al bienestar económico tan necesario para llevar a cabo obras de entidad, Bilbao ha sabido sortear la argumentación del escritor estadounidense haciéndose cada vez más digna de admiración por su atractivo como urbe. Dicha transformación, objeto de estudio de decenas de delegaciones extranjeras cada año, se detalla en un monográfico de la Revista de Obras Publicas, que le dedica su número de junio. La coordinación de la publicación, que fue presentada la pasada semana, ha corrido a cargo de Pablo Otaola, uno de los máximos conocedores de la metamorfosis de la ciudad.

“Hablamos mucho de ello en conferencias o en prensa, pero no hay documentación consolidada, solo parcial”, detalla Otaola, actual gerente de la Comisión Gestora de Zorrotzaurre, sobre el valor de la revista. “Esto pretende ser una visión poliédrica, con una visión global”, concreta. Otaola explica que la publicación está dividida en 11 artículos y 17 entrevistas en las que se refleja el punto de vista de aquellas personas que permitieron que la transformación de la villa se fraguara. Así, la impronta de Josu Bergara, José Luis Burgos, José Miguel Eizaguirre, Manuela Gatto, Josu Ortuondo y muchos otros se va sucediendo en las 60 páginas.

Aunque admite que se trata de una publicación de uso interno del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, defiende que se ha realizado de forma divulgativa por lo que puede ser de interés para el público en general. “Además, hemos contado con la aportación de Aitor Ortiz, un fotógrafo de aquí que ha puesto su archivo al servicio de la publicación”, concreta el gerente de la Comisión Gestora de Zorrotzaurre, quien indica que el documento está dividido en tres apartados. Por una parte, se repasa el proceso de transformación de la villa, buscando las claves de su funcionamiento. Por otra, se citan las obras públicas de más calado, como fueron el saneamiento de la ría, el puerto o el metro. Por último, se da protagonismo a las actuaciones urbanísticas, con la creación de nuevos espacios públicos, lo que más efecto tiene sobre los ciudadanos.

Algunas claves En su introducción, Otaola destaca como claves para la transformación de la villa elementos como la necesidad imperiosa, el consenso político o la creación de empresas públicas. Personalidades como José Borrell, ministro de Obras Públicas de 1991 a 1996, recalcan en su entrevista que cuando se decidió dicho cambio “Bilbao era el ejemplo más claro de un puerto que se había quedado dentro de la ciudad, impidiendo el acceso de la ciudad al agua. Era demasiado pequeño para lo que tenía que hacer como puerto y demasiado incómodo para el desarrollo urbano”. Así, en 1992 se fraguó Bilbao Ría 2000, el mejor instrumento que ha tenido la villa para su reconversión.

Ese consenso político con el que se acaudilló toda la obra ha sido objeto de sorpresa por parte de expertos extranjeros. “Hay una opinión muy buena sobre la transformación de la villa”, expone el gerente de la Comisión Gestora de Zorrotzaurre. De hecho, según afirma Gerd Seltmann, natural de la ciudad alemana de Ruhr y gran conocedor de los principales proyectos urbanos del mundo, “el área metropolitana de Bilbao tiene que ser vista como un miembro permanente de la Champions League de las ciudades europeas que se están enfrentando a un proceso de transformación”.

El monográfico también permite conocer cómo se gestó el Museo Guggenheim, seña de identidad de la villa. Cuenta Frank Gehry que el concurso que se organizó en la villa “hablaba de hacer un museo en la Alhóndiga”. Explica que a raíz de una vuelta en moto con Tom Krens, director de la Fundación Guggenheim, todo cambió: “Miré sobre el Nervión hacia la ciudad y divisé un lugar justo en el borde del río que llamó mi atención. Cuando preguntamos acerca de aquel lugar, resultó que era posible conseguirlo para ubicar allí el museo”. Ese fue el origen del efecto Guggenheim.

Otro gran arquitecto de nombre y apellido, Norman Foster, reivindica el poder del metro en el inicio de dicho efecto: “El nuevo Museo Guggenheim se ha convertido en un icono para la revitalización cultural de Bilbao, pero es interesante hacer notar que el proceso de renovación empezó bajo tierra, con la infraestructura de la ciudad”. Dicha afirmación la avalan los impulsores del suburbano como Julián Ferraz, José Luis Burgos o Agustín Presmanes. Este último, de hecho, rememora ciertos mitos a los que tuvieron que enfrentarse, como que “el metro es una bilbainada”, ya que “pensaban que iba a servir solo a Bilbao y en Bilbao no había distancias para un metro”.

Otras obras públicas de gran calado se refieren, por ejemplo, al traslado del puerto al mar o a la recuperación ambiental de la ría bilbaina, una labor en la que el Consorcio de Aguas de Bilbao Bizkaia, creada en 1967, tuvo mucho o casi todo que ver. Manuel Fernández, “ingeniero del agua por antonomasia”, va más allá y apunta mejoras aún por realizar: “¿Qué diferencia hay entre el Bilbao de 1963 y el Bilbao actual? Ninguna”. Por ello, afirma que “aunque es imprescindible abrir el canal de Deusto, la solución para Bilbao es que el agua, que no cabe por el Casco Viejo y El Arenal, se desvíe aguas arriba de La Peña”.

Tendiendo puentes Punto y aparte merecen la edificación de los puentes que favorecieron la unión de las dos márgenes. Los que ya están y los que vendrán. La revista repasa el levantamiento del puente de Euskalduna, la pasarela Pedro Arrupe, el puente de Frank Gehry y el futuro puente de San Ignacio. Los cuatro autores consisten en recalcar que “en Bilbao, como capital industrial, el puente ha de ser de acero”.

Pablo Otaola subraya la importancia de las personas en la transformación de la villa y, en ese sentido, incide en que el monográfico “permite recuperar a todas esas personas”, como Josu Ortuondo, alcalde de Bilbao entre 1991 y 1999, mientras él fue director general de Bilbao Ría 2000. Como actual gerente de la Comisión Gestora de Zorrotzaurre ha tenido opción de seguir de cerca el “futuro Manhattan de Bilbao”, un proyecto cuyo Máster Plan corrió a cargo de Zaha Hadid, fallecida el año pasado. La impronta de la arquitecta quedó plasmada en maquetas, a la espera de erigirse a escala real.

Uno de los mayores conocedores de la arquitectura bilbaina, el exalcalde Ibon Areso, rememora la llegada de la “star-system de la arquitectura” a la villa, un elemento que favoreció a que los arquitectos locales aprendieran de ellos. La ampliación del Museo de Bellas Artes, el Palacio Euskalduna, el polideportivo de La Peña, la sede del Gobierno vasco en Bilbao, el Conservatorio de Música de Ibarrekolanda, el nuevo estadio de San Mamés, el edificio de Auzo Factory de Matiko... son algunas de las edificaciones que merecen su mención.

Mientras la villa sigue adelante en su eterna metamorfosis hacia la mejora, una reflexión recogida en el monográfico de Ariella Masboungi, arquitecta francesa, invita a pensar en el futuro: “¿Puede Bilbao seguir siendo la Meca del urbanismo, como ha sido en los años 2000? ¿Se puede ser, después de haber sido? Esta es la apuesta de las ciudades del siglo XXI que deben reinventarse constantemente, para mantenerse como punta de lanza de lo que nos afecta y nos interesa a todos: la ciudad europea”.