Bilbao - Es el punto de la ciudad por el que cada año pasan más de siete millones de personas. Decenas de líneas regulares cumplen su horario a rajatabla y cientos de miles de turistas tienen sus instalaciones como primera presentación de Bilbao. Se trata de Termibus, la estación de autobuses que está a punto de convertirse en un pilar del futuro de la villa pero que durante los últimos 20 años ha mantenido su actividad con carácter de provisionalidad.
Sí, efectivamente, muchos bilbainos -al igual que la inmensa mayoría de los viajeros que parten o llegan a la villa- desconocen que las instalaciones de la terminal son provisionales y se inauguraron el 19 de diciembre de 1996. Ese día, el alcalde de la villa, Josu Ortuondo, y el diputado foral de Transportes, Martín Martínez, cortaron la cinta de inauguración de unas instalaciones que nacieron con la intención de darles carpetazo unos años después.
La temporalidad de este espacio obedecía al hecho de que estaba previsto ubicar las dársenas para los autobuses en la nueva estación intermodal de Abando, un proyecto que lideraba entonces la Diputación Foral de Bizkaia. La creación de una estación de autobuses era urgente por aquel entonces. Bilbao era un caos en cuanto a transportes por carretera se refiere. Había hasta media docena de paradas de autobuses distribuidas en locales de la capital desde donde operaban las compañías de transportes como la ya desaparecida Ansa, con sus rutas a Madrid desde la calle Autonomía; o La Unión, que desde sus instalaciones en la calle Henao conectaba Bilbao y Gasteiz varias veces al día. Su trasiego diario de buses por las arterias de la ciudad afectaban al tráfico local y el incremento de servicios año a año no auguraba nada positivo.
Había que tomar una decisión hasta que se construyera la famosa intermodal de Abando y se pensó en el viejo campo de fútbol de Garellano para concentrar todos los servicios de autobuses regionales y algunos de los locales.
Buena ubicación La ubicación era buena ya que se encontraba a una manzana de los viejos accesos viarios por la avenida Sabino Arana y así se anulaban de golpe y porrazo un montón de circulaciones diarias de transportes por la trama urbana. Contaba también con la recién estrenada parada del suburbano a pocos metros y en ciernes estaba el planteamiento de que la sociedad Bilbao Ría 2000 creara un hall común bajo la superficie para acoger también a los viajeros de Renfe Cercanías.
Aunque el terreno fue cedido por la Universidad del País Vasco, y no costó un duro de la época, las arcas municipales no estaban para demasiados dispendios. Así que el equipo municipal rescató de algún almacén perdido una gran carpa que el anterior alcalde de la villa, José María Gorordo, compró para cubrir la parte central de la plaza Nueva y darle más vida a ese espacio público.
En aquel plan de Gorordo para el recinto con arcos, la carpa no cubrió las expectativas creadas y en su nuevo uso y ubicación, tampoco. La solución sencilla de instalar esa lona con estética circense para proteger en los días de lluvia los 12.000 metros cuadrados de superficie que se habilitaron en pocos meses se demostró insuficiente para los requerimientos necesarios.
El viento y la lluvia empezaron a afectarle y las roturas provocaron goteras insoportables para los más de diez mil viajeros que en sus primeros meses utilizaban cada día el nuevo espacio. Cuando, un año después de la inauguración, un temporal rasgó parte de uno de sus laterales firmó su certificado de defunción. Además del rescate de la carpa, la estación para autobuses se habilitó con el asfaltado del viejo césped del estadio deportivo, la creación de una plataforma en medio del rectángulo con un perímetro de 30 dársenas y la apertura de dos accesos para los vehículos pesados. Curiosamente son los que hoy día se mantienen en servicio.
Dos datos de la provisionalidad con que se creó Termibus. El primero, se instalaron varios módulos contiguos de colores rojo y blanco para albergar las taquillas, una cafetería y una tienda. Los dos últimos todavía siguen prestando servicio; el segundo que se mantiene, es el suelo que instaló como soporte la tradicional baldosa modelo Bilbao que se usa para las aceras en la villa.
En total, el Ayuntamiento desembolsó para ejecutar aquellas obras 165 millones de pesetas de la época, poco dinero teniendo en cuenta que se esperaba que la estación solo tuviera una vida máxima de seis años. Con el fiasco de la lona, que tras su retirada fue sustituida por unas mini carpas blancas que cubrieron a los viajeros durante casi año y medio, el Ayuntamiento tuvo que sacar de nuevo la cartera para habilitar una cubierta en condiciones.
Eso sí, no se pensó en efectuar un cerramiento lateral muy necesario para el clima local. La temporalidad (sensación que sigue acompañando al complejo) fue de nuevo el argumento municipal para no levantar un edificio cerrado. El arquitecto inglés Nicholas Grimshaw fue el encargado de desarrollar la actual techumbre inaugurada en 1999 y que hoy persiste, basada en una estructura sencilla con las mismas dársenas perimetrales originales y cubierta por marquesinas semicurvas que dejan entrar la luz natural. Su coste fue entonces de 230 millones de pesetas.
Grimshaw utilizó materiales nobles como el acero inoxidable y el vidrio templado (ejemplo de que la sombra del metro era alargada en aquella época) y dejó abiertos sus cuatro costados. Un error, como se comprobó años después cuando se tuvieron que habilitar unos grandes paneles de vidrio en el lateral de la instalación que mira a la calle Luis Briñas para mitigar las fuertes corrientes heladoras que se generan en invierno y que provocan unos cambios térmicos que en días de invierno crudo pueden llegar a los 10 grados de diferencia.
Más rutas y más protestas A los seis años iniciales siguieron cuatro más de prorroga. En total, una década de vida y Termibus siguió en servicio con un crecimiento brutal en rutas y tráfico y, por ende, muchas protestas vecinales. Del apenas millón y medio de viajeros y 88.000 expediciones que se registraron en su primer año de funcionamiento se pasó en 2006 a superar la barrera de los cinco millones de pasajeros; es decir, cuatro veces más.
También en 2008 y ante las protestas de los vecinos por el creciente aumento del tráfico de autobuses -entre 300 y 400 unidades cada jornada- se tuvieron que colocar paneles antirruido de cuatro metros de altura en la calle mencionada. Más componendas provisionales a la espera de que finalmente se diera luz verde a la estación intermodal de Abando con la llegada del tren de alta velocidad e integrara dársenas para los autobuses. Una idea que finalmente fue descartada por el Ministerio de Fomento del último gobierno de Zapatero cuando excluyó los autobuses del proyecto de la entrada del AVE en la estación de Abando.
No fue hasta abril de 2011, en plena campaña electoral, cuando el alcalde Azkuna introdujo Termibus en su programa. Recordó cómo la parada se instaló en la zona de San Mamés de forma “provisional” en 1996 e ironizó rememorando cómo “Franco también fue provisional y se quedó cuarenta años”.
Azkuna esperaba ganar la apuesta de construir el nuevo nodo de transportes de Bilbao en esa legislatura pero no pudo ser. El ambicioso proyecto de soterramiento que quería acometer el Ayuntamiento, con la gestión incluida del servicio, no pudo salir adelante por la negativa de las entidades financieras a avalar a las constructoras que querían implicarse en la terminal de autobuses. La crisis económica marcó más provisionalidad y el municipio tuvo que plegar velas y estrujarse el seso para crear una fórmula que permitiera el tan necesario servicio para la ciudad.
La solución fue ceder parte de la parcela que va a quedar libre en superficie para que el consorcio de empresas pueda construir un edificio que haga rentable la operación. Y en esas estamos casi 20 años después, a la espera de que este otoño arranquen las obras. Habrá que rezar para que no haya más retrasos ni provisionalidades.