TENED cuidado con los selfis, que así se contagian los piojos”. Esta es la advertencia que María Eugenia y Alicia les hacen a las jovencitas con largas melenas que acuden al Centro de Pediculosis (afección cutánea producida por la infestación por un piojo), abierto este verano en el Casco Viejo. Aunque todavía no es muy conocido, “porque se confunde con un establecimiento de pedicura (uñas) y cosas peores”, señala Alicia, las dos están contentas por cómo marcha el negocio, “ya que la gente de aquí sale contenta y con la cabeza limpia de piojos y liendres”. Lo logran aplicando un “tratamiento por deshidratación”, a través de una máquina “que está avalada por la FDA en Estados Unidos, algo así como la Agencia del Medicamento”, señala María Eugenia. “No utilizamos ningún producto químico”, destaca Alicia, “únicamente aplicamos calor, que mata a los piojos”.
La idea de montar el negocio fue de María Eugenia García, que antes de convertirse en experta en piojos, fue visitadora médica. En uno de sus viajes por su profesión, hace cinco años, vio en Alcorcón un local que le llamó la atención. “Era oscuro, pintado de color verde, ponía Centro de Pediculosis, y pensé, como todo el mundo, que era de uñas”, recuerda, “así que entré por curiosidad y me enteré de lo que era”. A partir de ese momento comenzó a mirar en Internet. “Había muchas franquicias”, dice, “pero seguí investigando hasta que vi en Linkedin a un señor que tenía una máquina muy interesante”. Tras una reunión en Madrid con los representantes comerciales del aparato en cuestión, decidió lanzarse a la aventura. Pero María Eugenia tenía claro que iba a montar algo diferente al establecimiento de Alcorcón y a otro que hay en Bilbao y que utiliza el mismo sistema. “Está en un piso”, dice, “y yo quería que esto fuese como una juguetería”. Por eso, el local que ha montado en la calle Artekale cuenta con televisión, juguetes y muy pronto con sillones infantiles. “Queremos que no sea una clínica, sino un lugar de diversión”, dice Alicia. Porque son muchos minutos lo que tienen que estar sentados los niños. “La sesión normal suele durar una hora y media aproximadamente”, explican. Y ese tiempo se distribuye entre “la media hora de calor” y el resto para “retirar los piojos y liendres”.
Jóvenes
Aunque llevan pocos meses, el perfil mayoritario de la clientela responde al de “chavalitas de 13 a 15 años con melenas largas”, dice Alicia. Precisamente, con una de esas chicas tuvieron que estar casi cinco horas trabajando sobre su cabellera. “Vino cargadísima de piojos, pero el problema es que estaba traumatizada y malhumorada”, dice Alicia, “porque nadie quiere decir entre las amigas que tiene piojos”. El único consejo que le dieron a la joven fue que “se olvidara de los selfis”. ¿De los selfis? “Sí, porque en los selfis lo que se hace es juntar las cabezas y el piojo no salta ni vuela, pasa por el contacto de pelo a pelo”. De ahí que tanto Alicia como María Eugenia están convencidas de que “piojos ha habido toda la vida, pero ahora hay más por los selfis”. “Y otro de los problemas”, según señala María Eugenia, “es que antes las madres te cortaban la melena si tenías piojos, pero ahora las chicas no te dejan porque prefieren estar “antes muertas que sencillas”.
La experiencia hasta el momento está siendo bastante satisfactoria en el centro Pipiskao. “Es un trabajo súperameno y divertido” dice María Eugenia, “porque a mí me encantan los niños, pero lo más bonito es que alegras la vida a la gente”. “Acaban la sesión y te dan un beso”, dice. Eso le pasó con una clienta que “dejó de ir al gimnasio porque tenía miedo de que le descubrieran que tenía piojos”. Lo único que pueden garantizar María Eugenia y Alicia es que “de aquí la gente sale con la cabeza limpia de piojos, pero no podemos asegurar que los vuelvan a coger”. Por eso, recomiendan que “en casa sigan peinándose con la liendrera durante unos días y luego vengan aquí para hacer un seguimiento”. Por ahora, pueden presumir de que “la gente no ha vuelto con piojos después de la sesión”. Una sesión que no supera los 70 euros, si es de deshidratación, y 40, el de aspiración.
Por ahora, lo único que les preocupa es que “la gente sepa lo que hacemos”. “Cuesta arrancar”, dice María Eugenia, “por el desconocimiento que hay”. Para combatirlo, ha ido por colegios, “que es donde cogen los niños los piojos mayoritariamente”, y ha patrocinado un equipo de fútbol de las categorías inferiores del Amorebieta donde se puede leer: Pipiskao. Centro de Pediculosis.