Manuela, frutera de Uribarri y bibliotecaria al mismo tiempo
Lleva más de treinta años vendiendo frutas y verduras en Uribarri, recibe un premio por su innovación
MANUELA sabe muy bien lo que es estar detrás de un mostrador y atender al público. Lo ha mamado desde que era pequeña. Sus padres tenían un frutería en la calle Trauko de Bilbao, y allí, cuando salía del colegio, se subía a una caja “para poder llegar al peso”. Era su forma de colaborar con el negocio familiar. Así que no le costó mucho seguir la tradición familiar, plagada de fruteros. En poco tiempo se convirtió en una gran profesional, algo que ahora le acaban de reconocer en la feria sectorial Fruit Attraction celebrada recientemente en Madrid. La frutería de Manuela ha recibido una mención especial de los Premios Golden Gold “por su capacidad de innovación”. “Es que siempre estoy dando vueltas a lo que puedo hacer”, reconoce Manuela. Su frutería confirma su carácter innovador. Tiene hasta un pequeña biblioteca con libros de recetas de cocina y un rincón para que los niños jueguen mientras sus padres compran. Manuela se esfuerza todos los días por tener “el mejor producto” para sus clientes. Por eso todos los días se pega el madrugón (4.30 de la madrugada) para ir a Mercabilbao. A pesar del sacrificio que ello supone, a Manuela le encanta su trabajo y está al pie del cañón en la frutería hasta las ocho de la noche. “Mi marido me suele decir que un día me va a traer el saco de dormir”, afirma riéndose.
Estaba escrito que Manuela iba a ser frutera. “Mis padres emigraron de Córdoba, como tantos otros, y montaron una frutería en Uribarri, pero mi familia ya tenía fruterías en el Valle de Trápaga y Sestao”, recuerda. Así que ella y sus dos hermanos siguieron la estela de sus padres. “Mi hermana tiene una frutería en la calle García Rivero y mi hermano, que ya está jubilado, tuvo otra”, cuenta, “pero yo he sido la más cañera en cuanto a las nuevas tecnologías y a no quedarme quieta”. Esa inquietud le movió a abrir en mayo de 2007 Frutas Manuela en la calle Uribarri. Durante unos años compaginó su frutería con la de sus padres, que ya se habían jubilado, pero en 2010 decidió dedicarse únicamente a su negocio. “Desde entonces”, dice, “esto ha ido cambiando, primero tenía un mostrador, pero lo quité porque me di cuenta de que en las tiendas había que quitar barreras”. Su filosofía de trabajo es que “hay que acompañar al cliente, aconsejarle y que esté cerca del producto”. Y si es necesario, “saco la navaja y le doy a probar el producto al cliente”, dice. Con una “navajita” también va todos los días a Mercabilbao. “Yo pruebo los productos que compro”, dice, “para saber lo que estoy vendiendo en la tienda”. Porque Manuela lo único que busca es “calidad”. “Esto no es un autoservicio”, aclara, “aquí hay una relación directa con los clientes y por eso tengo que tener mucho cuidado con lo que doy”. Por eso dice que lo que menos le gusta de su trabajo es que “todos los días nos examinan”. En el lado positivo de la balanza está el que “todos los días se aprende algo”. Y todo lo que aprende lo va a aplicando. De ahí la mención especial de los Premios Golden Gold. “La verdad es que me provocó dos sensaciones”, confiesa Manuela. “Por un lado, mucha ilusión porque eso significaba que tanto trabajar tiene su recompensa, pero por otra parte pensé: ¡oh, Dios mío!, qué responsabilidad, hay que seguir”. En la placa conmemorativa del premio se puede leer: “Por su actitud innovadora en el sector de la frutería, ampliando el área de negocio y creando iniciativas que refuerzan el vínculo con los clientes”.
Libros Dentro de esas iniciativas se encuentra la pequeña biblioteca que ha montado en el establecimiento. “Son libros de cocina para ser utilizados los clientes”, afirma, “porque hay mucho single que no sabe cocinar y tira de Google y You Tube, que está muy bien y para eso tenemos el ordenador, pero también hay gente de fuera que no conoce nuestros productos y no sabe trabajarlos, pues para eso están los libros”. También para personas que “se compran una licuadora y quieren tener ideas para hacerse zumos, para eso les dejamos el libro de forma gratuita, lo fotocopian y nos lo devuelven”. Es una buena forma de captar clientes, aunque Manuela tiene muchos fidelizados. “La mayor parte son del barrio, pero también vienen de otras zonas de Bilbao que viven lejos, pero que saben lo que les das”, dice orgullosa. También ha habilitado un pequeño espacio, “el rincón txiki, con pizarra, revistas y un dominó de frutas”. Y en cuanto a las nuevas tecnologías, detrás está su marido, “que me da caña”. Le anima a seguir innovando. “Siempre tengo una carpeta que se titula: proyectos”, concluye.