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Maratón mental

Maratón mental

E n un pleno de doce horas de duración se pueden llegar a tratar tantos temas y tan variados que una al final no sabe ya de qué escribir o qué es lo que realmente más interesa a los vecinos. Hay asuntos en los que no hay duda. Propuestas contra las agresiones machistas o convenios con proveedores de energía eléctrica y gas para evitar que a los más desfavorecidos les corten el suministro no hay duda de que son asuntos mayores. Pero hay otros temas que dependen más de la propia sensibilidad de cada cual. Ahí es donde la habilidad y el trabajo del político pueden cambiar la valoración de un asunto. Lo digo porque ayer, por ejemplo, reconozco que, a priori, cuando llevábamos más de ocho horas de sesión plenaria no me pareció de lo más apasionante hacer un censo de los gatos callejeros, y eso que mis compañeras son activistas de la causa felina. Pero después de un largo debate sobre la cuestión y los posibles peligros que además entraña su propagación indiscriminada creo que el asunto es más importante de lo que pensé en un primer momento. Parecido me pasó con la idea de que el italiano o el alemán se incorporen en el carné de la red bibliotecas y hasta hubo un momento en que pensé erróneamente, lo confieso, para qué quieren los de Abando un centro de distrito. Conclusión: tantas horas enturbian la mente.