El mar. La mar. El mar. Solo la mar ha sido capaz de inspirar en el hombre una atracción tal que podría traducirse en el indómito deseo de naufragar la mirada en su inabarcable horizonte. Emular a los navegantes añejos, surcando los mares a la antigua usanza, es un sueño a medida para muchos aspirantes que optan por embarcarse en el barco escuela internacional Atyla. La clásica goleta, de dos mástiles, una eslora de 31 metros y 7 metros de manga, posee un programa de formación para adiestrar a grumetes en materia de navegación. Desde ayer, su oferta, así como la visita a sus entrañas, estará al alcance de todo curioso en el Museo Marítimo de Bilbao, donde permanecerá hasta mayo tras haber firmado un acuerdo con la institución para instalar en la ría bilbaina su puerto base para atracar.
Mecido con el vaivén que provocan las olas al encontrarse con la goleta ha crecido Rodrigo de la Serna, armador de la embarcación desde hace dos años. Madrileño de nacimiento -“por cosas de la vida”- su pasión por la mar le viene de familia. De hecho, la construcción del Atyla fue producto de la tenacidad de su tío, Esteban Vicente, quien comenzó a bosquejarlo en 1980, siguiendo los estándares artesanos de los carpinteros de ribera. A pesar de que su cimentación comenzó en Soria, la mayor parte del barco fue construido en Lekeitio y botado en mayo de 1984. “Se puede considerar vasco”, dice el naviero de 25 años.
Tras estancias prolongadas en Lanzarote y Cantabria, donde tuvo diferentes usos, la goleta fue reinventada con el propósito de formar navegantes para que “vivan una aventura”. “Queremos abrir el barco para que se vea que la náutica no es solo para gente rica”, indica De la Serna desde la cubierta de la que considera “su casa”. De esa forma, desde el 3 de mayo al 24 de octubre el Atyla viajará por toda Europa tomando parte en distintos eventos de veleros y barcos escuela con el fin de que los aprendices puedan formar parte de uno de estos acontecimientos marítimos.
“La tripulación habitual es de cuatro profesionales y dos estudiantes; tenemos convenios con varias facultades de estudios de Náutica para que los estudiantes hagan prácticas aquí”, explica el armador, especificando que suelen buscar gente joven -de 15 a 25 años- para embarcar, aunque aceptan gente de todas las edades. “No se requiere ninguna experiencia, lo que se trata no es solo que se aprenda a navegar, sino que se aprenda a convivir y a trabajar en equipo”, señala aquel que habla de su tripulación “como una familia internacional”.
El Atyla tiene capacidad para alojar hasta 80 personas en salidas costeras y tiene camas para un máximo de 23 personas en viajes por alta mar. “Los recorridos que hacemos son para enseñar a la gente, ellos participan como uno más. Al principio se hace un breve curso con explicaciones y la tripulación profesional está pendiente de ellos. Después toman decisiones, cogen el timón, interpretan las cartas náuticas, manejan las velas... Todos los que se han montado hasta ahora con nosotros van a repetir este año”, concreta el naviero madrileño.
Lo máximo que están sin atracar suele ser unos quince días, aunque lo habitual es que los trayectos sean de diez días. “Si hay mucha mar al principio lo puedes pasar mal, pero al cabo de 24 horas el cuerpo se acostumbra a la inestabilidad”, señala De la Serna, quien considera que vivir en un barco “tiene sus pros y sus contras pero es totalmente factible”. Morbihan en Francia, Bremerhaven en Alemania, Alesund en Noruega o Gloucester en Reino Unido son algunos de los puertos a los que tienen previsto arribar durante los próximos meses.
Fondear en Bilbao Mientras tanto, en base al convenio firmado con el Museo Marítimo, el Atyla mostrará los secretos de sus camarotes de forma gratuita a todos aquellos que adquieran la entrada al museo. El horario del barco será de miércoles a viernes (de 12.00 a 14.00) y los sábados, domingos y festivos (de 12.00 a 14.00 y de 17.00 a 19.00). “Aposté por Bilbao, es un buen puerto para asentarse”, señaló ayer con seguridad el armador en un visita tras la presentación de la iniciativa en la que también estuvo presente Jon Ruigómez, director del museo.
“Atyla es una goleta clásica con velas cangrejas de aparejo clásico. Está hecho siguiendo los cánones de construcción clásica: cuadernos de roble, tracaniles con estructura de madera de acacia...”, indicó De la Serna, quien dirigirá cursos de actividades educativas para los jóvenes de la ciudad durante los meses que estén en tierra. Teniendo en cuenta las características del barco, las iniciativas incluirán cursos de carpintería de ribera y de cosido de velas abiertos al público.
Las piezas que se elaboren, además, ayudarán al Atyla a navegar por toda Europa. “Recorremos unos 6 nudos con el motor, a vela un poco menos; pero esperamos que este año cambie, vamos a meter alguna verga más para ir más rápido”, concreta el joven naviero sobre las mejoras previstas.