Los músicos no hacen casting en Bilbao
Las principales ciudades de Europa controlan con audiciones a los artistas de calle La villa solo marca unos requisitos básicos, como repertorio y horario, para armonizar el arte y el descanso vecinal
Bilbao. Ambientan las calles de las ciudades en invierno y atraen la atención de los turistas en verano. Sus conciertos son gratuitos; su salario, la voluntad, y los aplausos son mudos. Pero, ahora, los músicos callejeros están en el centro de la polémica. Para los paseantes, su música da vida a la ciudad; para los vecinos, es un suplicio que martillea los oídos con sus horas de repertorio. Por eso, en ciudades como París y Viena, no todo el mundo puede tocar en la calle; previamente se les exige unos requisitos mínimos, entre ellos, que tengan cierto nivel. Casting, le llaman. Madrid ha avivado estos días la polémica al fijar la obligatoriedad de pasar un examen para tocar en la calle.
En Bilbao la situación es francamente más permisiva. Cierto es que la presencia de músicos callejeros está regulada en la ordenanza de Espacios Públicos, que el Ayuntamiento aprobó en pleno en 2010. Se les pide que cambien de escenario con una frecuencia estipulada y se les imponen unos horarios. Más allá de esto, nada. En Bilbao, no se hacen casting.
No obstante, la Policía Municipal suele hacer un seguimiento y, durante el pasado año, requirió a 15 músicos callejeros para que cambiaran de calle, aunque no registró ninguna sanción.
"A veces, al pasar una patrulla de la Policía Municipal nos hacen un gesto indicando que ya hemos superado los 45 minutos permitidos y que tenemos que cambiar de emplazamiento, pero nada más". Thon es un músico búlgaro que interpreta Bach al violín con gran dignidad. Su jornada laboral es de seis horas, lo que le permite recorrer prácticamente todos los puntos estratégicos de la ciudad. Llegó hace tres años a Bilbao y es la manera que tiene de ganarse la vida. Antes fue profesor, estudió en la escuela de música de Sophia y también tocó en un restaurante.
Pero los tiempos son duros y ahora su escenario es la calle. Respecto al público, se muestra resignado. "Hay para todos los gustos. Gente que aprecia lo que tocas y otros a los que no les gusta que haya gente tocando en la calle". Pero Thon va tirando y puede llegar a reunir, moneda a moneda, entre 15 y 20 euros al día. "Me da para vivir", dice. Otra de las normas que deben acatar estos músicos es que no se pueden instalar en zonas donde haya terrazas de hostelería. Ni tampoco pueden requerir la donación de dinero de forma activa.
Lo saben bien porque el maletín de su instrumento es en todos los casos, la bandeja en la que recogen los donativos, que muchas veces son demasiado escasos para el trabajo que realizan.
Fundamentalmente, se trata de que la música en la calle sea un espectáculo placentero y no un coladero de gente que hace ruido. Pero, aun en el mejor de los casos -cuando se trata de músicos con oficio como Thon, a quienes las circunstancias les ha llevado a ganarse la vida tocando en la calle-, hay personas que se sienten molestas por escuchar siempre el mismo repertorio. Lo decía un vecino del Casco Viejo: "Acabé odiando la canción New York, New York". Y no es que el cantante lo hiciera mal, es que no había gran variedad, según relata. "Todos los días las mismas canciones; era horroroso. Contaminación acústica, en serio".
La ordenanza
Por estos motivos, la ordenanza de Espacio Público regula desde hace tres años, entre otros tantos aspectos, los requisitos que deben cumplir los músicos que tocan en las calles de Bilbao. No es un contrato al uso, pero sí se consideran reglas que facilitan la convivencia entre la música y el descanso vecinal.
En lo que se refiere a los músicos callejeros, la ordenanza considera actuaciones musicales libres a aquellas "manifestaciones del uso común y pacífico del espacio público". No requieren autorización siempre y cuando actúen en espacios abiertos y amplios que permitan el tránsito peatonal y no afecten a la actividad comercial ordinaria. Además, deben garantizar la accesibilidad y la movilidad de la zona.
Otra de las cuestiones que se regulan se refiere al horario de actuación, que se establece entre las 10.00 y las 15.00 horas, y entre las 17.00 y las 22.00 horas, de manera que se respeten los momentos de descanso del vecindario.
Pero, a veces, el problema tiene que ver con el repertorio, así que otro de los aspectos que se regula está enfocado a conseguir que exista cierta variedad. De esta manera, los músicos no pueden actuar más de 45 minutos en cada lugar y tampoco se puede repetir actuación en el mismo punto el mismo día. Así que no es de extrañar que no sea fácil localizar en las mismas calles a aquellos músicos que nos han gustado y queremos volver a ver actuar.
Flexibilidad
Desde el Área de Obras y Servicios de Ayuntamiento de la villa explican que la ordenanza es una herramienta que existe por si hubiera que recurrir a ella para solucionar un problema de convivencia y que, por tanto, solo se aplica si hiciera falta una intervención de este tipo. Prueba de ello es que desde que en 2010 entró en vigor la ordenanza, no se ha puesto ninguna sanción a músicos callejeros.
Desde el Ayuntamiento precisan que a este último grupo de músicos se les hace, por el servicio de inspección, requerimientos verbales para que cesen su actividad bien por queja vecinal o por comprobar los inspectores que no cumplen la ordenanza con su actividad. Aproximadamente, se producen 15 requerimientos al año y es la Policía Municipal también quien actúa en estos casos.
Lilie no ha perdido la sonrisa ni tampoco los buenos modales. Junto a Thon, forma parte de esa orquesta libre de la ciudad. Este rumano de 67 años, de una ciudad muy cercana a una de las capitales turísticas de Rumanía, Brasov, intenta captar la atención de los paseantes con las melodías de su acordeón. "Toco de todo, me gusta la música y el folklore de todos los países", dice, mientras besa la mano de una señora que ha depositado unas monedas en la maleta de su acordeón.
Lilie dice que el Ayuntamiento le dio permiso para tocar en las calles de Bilbao, aunque en realidad no lo necesita expresamente. Aquí lleva ocho años intentando ganar mes a mes un dinero suficiente para poder pagar las medicinas de su mujer en Rumanía. Músico profesional desde hace 50 años, también fue profesor de música, tocó en orquestas y restaurantes y ahora, como dice él, toca al aire al libre para todos los públicos. Lo que más lamenta es que tantas horas interpretando melodías con su acordeón no dan para mucho. "Pero, no hay otra cosa". Lilie sabe de la polémica con los músicos en Madrid, pero no ve mal que se exija que los que tocan en la calle tengan un conocimiento.
Más en Bilbao
-
Hasta 15.000 euros por dormir en Bilbao el día de la final de la Europa League
-
BilbaoBizi paraliza el servicio del 31 de mayo al 15 de junio para sustituir las bicicletas
-
Betolaza estrena una nueva plaza para eventos del barrio
-
Fiesta Disney en Bilbao con canciones de High School Musical o El Rey León