BILBAO. UN pueblo dentro de la ciudad. Así es como describen Zorrotzaurre las personas que viven en la península bilbaina. Un oasis de tranquilidad en medio de la vorágine urbanita, una isla sin llegar a serlo -al menos de momento-; una extensión de 57 hectáreas rodeadas por las aguas de la ría de Bilbao y del canal de Deusto, sin duda, un lugar privilegiado. Quienes viven allí son conscientes de ello y trabajan para garantizar un ambiente familiar, tranquilo y de confianza en sus calles, no en vano, la práctica totalidad de los vecinos que residen en la península se conocen "de toda la vida". "Aquí siempre ha habido muy buen ambiente. Hemos vivido tranquilos, todos nos conocíamos y ni siquiera teníamos que cerrar las puertas cuando salíamos de casa porque nunca pasaba nada", explica Miren, vecina de la zona.
Sin embargo, en los últimos meses la llegada de un grupo concreto de jóvenes, "violentos y conflictivos", ha truncado esta tranquilidad tornándola en un sentimiento de inseguridad. "Los vecinos se sientes desplazados en su propia casa", afirma Ruth, una de las jóvenes integrantes de la asociación cultural La Hacería.
El corazón del barrio, donde se concentra la vida y la mayor parte de las viviendas, está en las dos primeras zonas de la península. Aquí se encuentra también la parroquia de San Pablo, el centro neurálgico de Zorrotzaurre donde Javier Oñati, el párroco que a su vez oficia en la iglesia de San Pedro de Deusto, una vez por semana, normalmente los domingos, se acerca hasta el corazón de la península para llevar a cabo el oficio. Son apenas una docena los feligreses que acuden a misa, sin embargo, Oñati los recibe afectuoso. "Es una iglesia con poca actividad, realizan un oficio semanal y no hay más ceremonias que algún funeral", confirma Jorge Torralbo, responsable del programa de empleo que Cáritas desarrolla en el edificio contiguo a la parroquia de San Pablo. Este es sin duda otro de los inmuebles relevantes de la zona, que concentra el club de tiempo libre, el centro de jubilados y el centro ocupacional de Cáritas. "Aquí también se realizan las asambleas y reuniones de la asociación vecinal, los encuentros entre vecinos y el Ayuntamiento para la creación del Plan Zorrotzaurre y en elecciones se monta aquí la mesa electoral para que los vecinos voten", enumera Torralbo.
En torno a estos edificios se desarrolla la vida en la Ribera de Deusto. Es también en esta zona, en las canchas de fútbol y baloncesto, donde todos los últimos fines de semana de junio se llevan a cabo las fiestas del barrio.
Es precisamente el hecho de encontrarse aislados del resto de la ciudad lo que ha llevado al medio millar de habitantes de la península a compartir un sentimiento de comunidad, de barrio. "Esto es muy tranquilo, vivir aquí es como estar en un pueblo, pero a dos minutos del centro de la ciudad", asegura Arantza, una joven de 26 años que desde hace cuatro cambió el barrio de Txurdinaga por Zorrotzaurre. El cambio de ubicación fue en realidad una decisión de su pareja. Blas, de 31 años, decidió adquirir un piso en la península hace ya 6 años. "Antes vivía en el Casco Viejo y la verdad es que me gustaba mucho, pero siempre he visto algo especial en la ribera y decidí venirme aquí. La verdad es que la vida es muy tranquila", asegura Blas, "el único inconveniente es que no hay ni una panadería", añade. "Para comprar cualquier cosa tenemos que ir a Deusto, así que andamos todo el día con la bici para arriba y para abajo, por lo menos así nos mantenemos en forma", bromea la joven.
Los contras Y es que la vida en la Rivera de Deusto no es todo ventajas. El principal inconveniente que padece este oasis es la falta de comercios y servicios. Pero no siempre fue así. En su día fue un lugar productivo, uno de los núcleos industriales más relevantes con que contaba la ciudad. Firmas como Artiach, Beta y Cromoduro, entre otras, desplegaban su actividad allí y junto a ella, pequeños comercios abastecían el día a día de los residentes. Con la crisis económica de 1980 y el cierre progresivo de las fábricas la península sufrió un periodo de degradación. "Las familias comenzaron a irse y los comercios fueron cerrando paulatinamente hasta que en la década de los 90 ya no había ni panaderías ni pescaderías ni ultramarinos. El único comercio que resistió fue una carnicería que cerró hace tres o cuatro años", rememora Eneko Herrán, portavoz de la Asociación de Vecinos Euskaldunako Zubia Ribera de Deusto Zorrotzaurre. "Aquí viven muchas personas mayores y se ven obligados a cruzar toda la ribera para ir hasta Deusto para comprar lo más elemental", añade. "Solo una línea de autobús, una lanzadera, recorre la península de punta a punta conectándola el barrio con Deusto y con el ambulatorio. Va y viene cada media hora", puntualiza Jorge Torralbo.
Años después, el boom inmobiliario y el elevado coste de la vivienda en el resto de la ciudad propiciaron que muchos jóvenes optaran por vivir en Zorrotzaurre aunque los precios de los pisos tampoco distan demasiado del resto de la ciudad. "Un piso de unos 60 metros cuadrados costaba en torno a 30 millones de pesetas y se ha llegado a pedir hasta 50 millones por un apartamento reformado en el torreón", aclaran.
Entre los pocos servicios con los que cuentan los vecinos y trabajadores de la zona están los "cinco o seis bares de comida", puntualiza el responsable de Cáritas, que mantienen la esencia de su pasado industrial. Por sus mesas pasaron los operarios de las innumerables empresas que desplegaban su actividad en la zona. Actualmente, aunque en menor medida, la actividad continúa y hay nuevos trabajadores que llenan sus estómagos en estos bares a 7,50 euros el menú del día. "Son bares que están como hace 40 años. Son estrechos y alargados, con una barra larga y cuatro mesas para los servicios. Al entrar huele a comida y hay buen ambiente", narra Torralbo.
"Yo llevo 11 años aquí, antes había mucho más movimiento. Para las 8.00 horas ya había vendido dos tortillas, ahora igual vendo una en toda la mañana", lamenta la cocinera del bar Begoña. También Tania, camarera del bar Santi, reconoce que el volumen de trabajo ha disminuido en los 10 años que lleva trabajando en la península. "Antes había mucho más trabajo, aunque ahora tampoco nos podemos quejar porque vamos tirando con los trabajadores que quedan por aquí. No se cómo sería cuando todas las fábricas estaban en funcionamiento pero por lo que cuentan esto estaba lleno de gente" matiza. "Las mujeres mayores cuentan que esto era como la Gran Vía, había muchísimo trajín. Todo estaba lleno de hombres con buzos y comentan que era una gozada ver a todas las galleteras cuando salían de la fábrica de Artiach vestidas con sus batas blancas. Ahora solo hay gente de paso", recuerda con nostalgia la cocinera del bar Begoña.
Muchas fábricas cesaron su actividad dejando el barrio de Zorrotzaurre desolado. Sin embargo, con el paso de los años las antiguas fábricas industriales dejaron paso a otro tipo de factorías. Son las fábricas de creación cultural. Ibai y Beñat son dos de los nuevos trabajadores que cada día comen en uno de estos locales, el bar Begoña. "Llevamos un año y medio aquí -en los pabellones dedicados a actividades culturales- haciendo nuestras cosas. Es una buena zona, la gente es maja, aunque sí que hay algún pieza", comentan.
Otro de los acontecimientos que dio un giro positivo y llenó de vida el barrio fue la llegada de asociaciones y grupos culturales a Zorrotzaurre. Zorrotzaurre Art Working Proyect (Zawp Bilbao) o Pabellón Seis (P6), son algunos de los centros dedicados a la actividad cultura y a las artes escénicas junto a la parroquia. Más conocida es La Haceria cuyos miembros, después de tres lustros de actividad cultural en el barrio, son ya parte de él. Entre los muchos proyectos que ofrecen se encuentran las exposiciones y, cada fin de semana, conciertos, el club de jazz y actuaciones que animan a la participación ciudadana. "No se puede hablar de este barrio sin hacer mención de La Hacería, es parte de él", garantiza una joven al preguntarle por esta sala. "La Hacería lleva quince años en el barrio, yo llevo cuatro aquí. El problema del barrio es que le faltan servicios, no hay un cajero ni una panadería, pero por lo demás lo tenemos todo: destrozos los fines de semana por la actividad de la Mao; tenemos miedo por los jóvenes conflictivos que han llegado con los últimos asentamientos; tenemos más presencia policial, aunque esa no sea la solución al problema de base. La situación es complicada", manifiesta Ruth, miembro de La Hacería.
Los vecinos iniciaron su particular cruzada contra los destrozos que cada fin de semana originan los jóvenes que se acercaban a divertirse a la conocida discoteca -primero fue el Columbus y ahora la Mao Mao Beach-. A esto se suma ahora el problema de asentamientos de jóvenes violentos. Zorrotzaurre ha dejado de ser un barrio tranquilo.