Bilbao. Un intenso día de trabajo, de nervios y de tensión fue lo que vivieron ayer los empleados del Barceló Nervión. "Apenas he dormido. Llevamos diez días trabajando para embalar todo, pero hoy -por ayer- será una jornada muy larga. Una vez que se vayan los clientes cerraremos las puertas y estaremos trabajando dentro sin parar", explicaba la subdirectora del hotel, Leire Aramburu. El alojamiento bilbaino colgaba temporalmente el cartel de cerrado para, tal y como adelantó DEIA, someterse a un intenso lifting que lo transformará en un hotel "moderno y funcional", explican los responsables. Los últimos clientes abandonaban por la mañana las instalaciones que permanecerán cerradas durante seis meses. El hotel más grande del País Vasco -con 355 habitaciones- será reformado para reconvertirse en un cuatro estrellas superior. Según el proyecto, todas las habitaciones serán completamente reformadas, los salones se vestirán con un diseño más vanguardista -se retirarán las molduras- y el hall se transformará en un espacio acogedor, cálido, a la vez que funcional, cascadas de agua crearán un ambiente relajante que transporte a los clientes a la naturaleza que se identifica con el paisaje del País Vasco. "Lo que pretendemos es que sea un hall cómodo. Habrá zonas de relax, con una fuente de agua que caerá en cascada y con un pasillo de madera. De lo que se trata es crear un espacio agradable integrado en la naturaleza", describieron responsables del hotel.

Los responsables del Barceló realizaron el cierre con discreción y de manera ordenada, sin desatender a los más de 200 clientes que todavía ayer permanecían alojados en sus instalaciones. De hecho, la celebración de una boda el sábado por la noche complicó el cierre de las estancias que han estado operativas hasta el último momento. "Hemos tenido que ir cerrando las reservas poco a poco, pero hasta el último día hemos estado a pie de cañón, atendiendo a los que estaban hospedados", explicaba Aramburu.

En el hall apenas se percibía que a este hotel bilbaino, ubicado en el Campo Volantín, le restaban pocas horas para iniciar un cambio integral. Mientras que los últimos clientes desayunaban en la cafetería y esperaban la llegada de los taxis, los responsables del hotel controlaban el check out. A las doce del mediodía, todavía eran veinte las habitaciones que permanecían ocupadas. "Hemos pedido a los clientes por escrito que abandonen la habitación antes de las doce para facilitarnos el trabajo. Imaginamos que los últimos en salir será la pareja que se casó ayer -por el sábado-", aventuraba Aramburu.

En las plantas superiores la imagen era completamente diferente. Los empleados desmontaban las habitaciones, apilaban los colchones en los pasillos y retiraban sábanas, almohadas, cortinas, toallas y sofás para ir dejando vacías las estancias. "Algunos enseres vamos a donarlos a asociaciones", añadía la subdirectora del Barceló. Había que hacerlo rápido, para que en el menor tiempo posible los operarios puedan iniciar el derribo interior del hotel. La fachada se mantendrá de momento igual, "en una segunda fase también cambiara de look", relataba el director de la zona norte, José Antonio Rodríguez, también presente en este último día. La jornada se prolongó hasta bien entrada la tarde-noche. Casi el 100% de la plantilla se afanó en las labores de recogida, retirada y organización de enseres y del mobiliario.

Los electricistas retiraron las televisores, cableados, enchufes, lámparas y televisores. Sin parar, trabajaron a destajo para ordenar los objetos en las salas en las que por el momento no se van a realizar obras. "Nos hemos organizado por grupos y plantas para hacerlo todo más rápido", explicaba Leire Aramburu.

Hoy termina el curso En el acceso a la cocina en una gran pizarra se podía leer lo siguiente: Egunon, hoy termina el curso. Eskerrik asko a todos por el esfuerzo. Una frase de ánimo para los empleados. Y es que en la cocina del Barceló tampoco hubo tregua ayer. Si la noche del sábado fue muy intensa, la del domingo tampoco resultó ser menos. Cocineros, ayudantes y responsables de este área permanecieron toda la mañana haciendo el inventario, vaciando las cámaras y organizando botellas, vasos, platos... "Hasta el último momento no hemos podido parar, fundamentalmente por la celebración de la boda", reconocía. En la cocina, Inés García, responsable del área de alimentación y bebidas del Barceló, se encargaba de coordinar la retirada y recogida de los productos de la cocina. Estaba previsto que las obras se prolongasen durante siete meses, pero "como hemos cerrado antes, nuestra intención es que para la primera semana de abril podamos abrir alguna de las plantas", confiaba Leire Aramburu.

La apertura al público del Barceló Nervión se remonta a 1973. Después de 39 años, las instalaciones necesitaban un cambio, ya que, tal y como reconocía la subdirectora, Leire Aramburu, "se han quedado obsoleto". Con los años, los cambios que ha experimentado la capital vizcaina le han favorecido, puesto que en sus inicios ni la ría contaba con los paseos actuales ni podía presumir de situarse próximo al mayor atractivo de la ciudad, el Museo Guggenheim. Además, con el tiempo, el Palacio Euskalduna y, más recientemente, Abandoibarra se han ido sumando a este paseo por las orillas de la ría. Así que ahora, además de sus instalaciones, la carta de presentación del hotel incluye su magnífica ubicación. Y no solo por las vistas y el emplazamiento próximo al centro de la ciudad, sino también por sus accesos.

Ganas e ilusión Todos estos ingredientes son los que valoró la dirección para reconvertir sus instalaciones en un cuatro estrellas y adaptar su oferta a esta categoría. En realidad, el hotel ya cumple con los requisitos legales para ser un establecimiento hotelero de alta calidad; sin embargo, la oferta de alojamiento de Bilbao "es muy competitiva y hay que adaptarse a los nuevos tiempos", explican. "Tenemos ganas de ver el nuevo hotel, quedará precioso", concluyen.