De Alhucemas a Bilbao con un banjo
Mustapha salió hace doce años de Marruecos para tocar en Cádiz en un festival musical y no volvió
Bilbao
LO primero que pensó nada más bajarse del autobús en Bilbao fue: "Esto es Europa, aquí me quedo". Y se quedó. Mustapha lleva doce años en la capital vizcaina totalmente integrado gracias al amor y a la música. Está casado felizmente con Sabine, una mujer alemana a la que conoció en el restaurante Berebar de San Francisco, donde él tocaba el banjo, y desde hace cinco años tiene una pequeña empresa de producciones musicales. Mustapha, que está a punto de cumplir los 40 años, ha hecho de todo en la vida. Ha sido soldador, socorrista de playa, agricultor, peón de la construcción..., pero su verdadera vocación siempre ha estado relacionada con los acordes musicales. Por eso es feliz en Bilbao, porque ha podido desarrollar esa faceta que nunca pudo explotar en su país. "He cumplido un sueño", dice.
Mustapha aclara antes de empezar a contar la historia de su vida que él nunca tuvo la mentalidad "típica del inmigrante que está todo el día pensando en irse de su país". "Yo, como estaba ocupado, y económicamente podía mantenerme, no pensaba en ello", dice. Estaba ocupado con la música y con los variopintos trabajos que iba encontrando. Confiesa que "siempre estaba en movimiento", siguiendo un sabio consejo que un buen día le dio su madre. "Me dijo que intentara hacer varias cosas en la vida porque de esa forma tendría más oportunidades", recuerda Mustapha. Y así lo hizo. Aprovechó la opción que le brindó la música. Mustapha y el grupo con el que tocaba en Marruecos fueron invitados por una asociación pro derechos humanos de Cádiz para participar en un festival de música en la capital gaditana. Tras actuar tomó la decisión de no regresar a Alhucemas, su ciudad natal, donde dejaba una numerosa familia, compuesta por sus padres y 11 hermanos. "Al llegar al otro lado del mediterráneo, me gustó y ya sólo miré para el norte", señala. Así que se fue a Barcelona con su banjo debajo del brazo. Pero en Cataluña no le fueron las cosas tan bien como él esperaba. "Mi situación en Villafranca del Penedés no era para echar cohetes; trabajaba en el campo, que no era lo mío, pero aguanté tres meses porque sabía que aquello era pasajero", recuerda.
Ermua Aguantó hasta que una hermana, que por esas mismas fechas se había instalado en Ermua con su marido, le llamó por teléfono para decirle escuetamente: "Ven". Mustapha cogió el primer autobús y se plantó en Bilbao. Su impresión al llegar a la capital vizcaina fue "mágica". "No sé si fue por la montañas verdes, pero me pareció que estaba en Europa de verdad, si lo comparamos con Cádiz, que se parece más, por el clima y la tierra, a lo nuestro", señala. Se dirigió a Ermua y allí comenzó a "ganarse la vida" en la construcción. Corría el año 2000, tiempos de bonanza económica. Pero Mustapha duró poco en la construcción. Un golpe de suerte hizo que consiguiera regularizar su situación. Gracias a una mujer que conoció en una obra donde estaba arreglando la fachada pasó de ser ilegal a legal. "Me llevó a la empresa donde ella trabajaba y sus responsables me ayudaron a conseguir los papeles", recuerda.
Pero donde verdaderamente le cambió la vida a Mustapha fue en el restaurante Berebar, un lugar de encuentro de los bereberes que viven en Bizkaia. "Los fines de semana", cuenta Mustapha, "los marroquíes de Ermua veníamos a Bilbao para juntarnos con otros inmigrantes". Y allí, en el Berebar, sacó a relucir su vena artística. Formó un grupo musical con el dueño del bar. Y en una de esas tardes-noches de actuación saltó la chispa del amor entre él y Sabine. Debió ser muy fuerte el flechazo porque al poco tiempo decidieron emprender una vida en común. Hoy en día están felizmente casados y comparten, entre otras muchas cosas, el gusto por la música. Sabine es profesora de alemán, pero también toca la flauta en el grupo Bouhia que ha creado Mustapha en Bilbao.
Producciones musta La vocación musical y empresarial pudo encauzarla hace cinco años gracias al apoyo que recibió del Ayuntamiento de Bilbao a través de Lan Ekintza. "Me proporcionaron formación y asesoramiento para poner en marcha Producciones Musta", dice, "una empresa en la que ofrecemos talleres de percusión para niños y mayores, conciertos con los grupos que hemos creado, pasacalles en las fiestas, alquiler de equipos de música o vídeos promocionales". No se queja de cómo les están yendo las cosas. "Estamos aguantando", dice, "que ya es bastante, con todo lo que hemos invertido y con los tiempos que corren". Pero lo que verdaderamente le llena a Mustapha es colgarse el banjo y tocar junto a Sabine y los otros miembros del grupo Bouhia. Ahora bien, especifica que toca el banjo "al estilo marroquí y no al americano, porque el origen realmente del banjo es del sur de Marruecos". Interpretan canciones que "hablan de la tierra, de la madre, del amor y del desamor, pero siempre en bereber o árabe". En bereber porque es su lengua materna y es en la que mejor expresa sus sentimientos.
Sentimientos que también salen a relucir cuando habla de Bilbao y los vascos. "La gente de aquí me encanta porque tiene una combinación muy bonita: la seriedad del trabajo del hombre del norte y la jaia del sur", resume Mustapha. Por eso le gusta trabajar en Euskadi, pero también ir de fiesta. "La gente es muy abierta, por eso yo siempre me he sentido como si fuera de aquí", concluye.