FÉLIX Saiz se aficionó al coleccionismo en la Plaza Nueva. Hasta sus soportales se acercaba todos los domingos a intercambiar sellos. Lo que empezó como una afición terminó convirtiéndose en su profesión, aunque él trabajó como contable en diferentes empresas hasta los 37 años. Con esa edad no tuvo más remedio que dar el salto al mundo de la filatelia. Se quedó en el paro, pero gracias a un golpe de suerte (le tocó un pellizco de la lotería) y a su afición por los sellos abrió Filatelia Unamuno en la calle Sombrerería, "la única que queda a pie de calle en Bilbao", señala. Han pasado 34 años y sigue al pie del cañón. "Tengo edad para jubilarme, pero estoy a gusto aquí, en la tienda", dice, "mejor que estar por ahí, en un txoko". Abre todos los días, incluso los domingos por las mañanas, para mantener viva la tradición y el negocio del intercambio y la compraventa de sellos que se inició en la Plaza Nueva. Su otra gran pasión es el Athletic. Ha estado en Manchester y Bucarest, y espera ir a la final de Madrid.

La historia vital de Félix Saiz comenzó en 1943 en una planta de un hospital de Barakaldo donde se atendía a los familiares y trabajadores de Altos Hornos. Allí nació por casualidad, aunque él aclara que "los de Bilbao nacemos donde queremos". Según cuenta Félix, a su madre le recomendaron que diera a luz en aquel hospital porque tenía un problema de corazón. Sus primeros pasos los dio cerca del Ayuntamiento de Bilbao, donde se crió.

"Qué recuerdos tan bonitos tengo de la infancia", dice, "entonces sí que jugábamos por las calles, llegábamos a casa llenos de barro, no como ahora". Tuvo que espabilarse muy pronto. Sin cumplir los catorce años ya se tuvo que poner a trabajar. Empezó en una cooperativa como "chico para todo" y acabó de contable en una empresa del grupo Lipperheide. También a una edad muy temprana, comenzó a cultivar sus dos grandes aficiones: el Athletic y el coleccionismo. "A los sellos me aficioné en el colegio y en la Plaza Nueva", comenta. Poco a poco, y sin quererlo, se fue convirtiendo un experto. Tanto es así que un amigo, Juanjo Lavín, que tenía un negocio de numismática en el Casco Viejo, le animó a abrir una tienda de filatelia. "Al principio le dije que no", recuerda, "porque yo vivía feliz trabajando como contable en una empresa y con los sellos como hobby, pero él me decía que la situación económica se iba a poner mal".

Lotería Tenía razón su amigo. Se avecinaba el desmantelamiento de la actividad industrial en Bizkaia. Pero Félix tuvo un golpe de suerte. Le tocó la lotería en las navidades de 1977. "Fue un millón de pesetas", recuerda, "y todo el mundo me decía que me hiciera un buen viaje, pero yo decidí invertirlo en abrir una filatelia en un portal de la calle Sombrerería". Y aclara que con esa cantidad de dinero se podía comprar "dos coches y dos plazas de garaje en Bilbao". Durante unos años estuvo compaginando el trabajo de contable con la filatelia. "Eso pude hacerlo gracias a mi mujer; ella sí que tiene mérito porque empezó sin saber nada de sellos". Por eso quiere resaltar que "a ella le debo parte de lo que es hoy en día la filatelia Unamuno". Eligió el nombre de Unamuno para el negocio porque "era un personaje conocido mundialmente, era del Casco Viejo y miraba a Bilbao". El vaticinio de su amigo se cumplió en 1980. Ese año Félix se quedó en el paro. "Menos mal que ya había abierto la tienda porque si no...". Así que se volcó en el negocio. Alquiló un pequeño despacho en el segundo piso del mismo portal donde tenía la tienda. Allí fue guardando las colecciones de sellos, que cada día eran más numerosas. Hasta que llegaron las inundaciones del año 83. "Perdí todo", dice. Lo perdió por un golpe, esta vez de mala suerte. "Como nos íbamos de vacaciones", cuenta, "saqué del despacho los álbumes de sellos porque había un andamio en la fachada del edificio y pensé que me podían robar; los llevé a la caja fuerte de la Laboral". Y esa fue su equivocación. Los sellos acabaron entre los miles de toneladas de basura que se sacaron del Casco Viejo tras las inundaciones. "Pero como buen bilbaino, empecé otra vez de cero, y aquí estamos", señala orgulloso.

Athletic Se decidió a coger el local donde actualmente tiene el negocio, en el número 5 de la calle Sombrerería. Y ahí sigue. "Me gusta", dice, "y me podría jubilar, pero como esto lo llevo como si fuera un hobby...". Félix tiene una clientela bastante fiel. "Son gente muy maja", dice. La crisis económica y los emails han hecho que el coleccionismo de sellos haya "bajado un poco", según él. Sin embargo, Félix se mantiene. "Esto da para vivir, sin más", aclara. Y aunque sigue disfrutando, le gustaría dejarlo, pero con condiciones. "Yo quiero jubilarme", confiesa, "pero me gustaría que esta filatelia la coja alguien; me gustaría que no se pierda". Estaría dispuesto a traspasarla para que alguien siga vendiendo colecciones de sellos. Sellos como los que tiene con motivos del Athletic, que es su otra gran pasión. Está viviendo el año mágico de Bielsa. Ha estado en Manchester. "Mi hizo mucha ilusión porque yo estuve en San Mamés el año 57 cuando el Athletic jugó contra el Manchester con aquella nevada". Pero también ha estado en Bucarest y piensa estar en Madrid. "Voy con miedo porque está anunciada una manifestación de ultras", advierte. Aun así, disfrutará con su equipo, que también está presente en los sellos.